El desafío de Hunter [serie Ice Daggers 2]

Capítulo 17

 

Riley dio una palmada en la cabeza de Aiden después de que este le dijera una broma respecto al peinado que quería.

—Vamos Riley ¿Qué tan malo es tu estilo actual?

—Lo tengo desde que tengo memoria —le contestó entornando los ojos.

—No creo que esto sea necesario.

—Aiden, de vez en cuando una mujer necesita un nuevo estilo —replicó Hailey.

— ¿Por qué no pueden conformarse con lo que tienen?

Las dos mujeres le dedicaron un par de miradas asesinas, que lograron que el joven se encogiera. Eran adorables. En pocos días los tres sumisos le habían robado el corazón a Tarah.

—Bien muchachas ¿Quién va primero? —preguntó una peluquera de avanzada edad.

—Yo —exclamó Riley.

—Compadezco la muerte de tu cabello —añadió Aiden.

—No seas tan exagerado —le contestó ella mientras se sentaba en la silla giratoria—. Quiero que lo corte hasta la altura del cuello —le dijo a la peluquera.

—Muy bien querida, ponte esto —la peluquera le cubrió el pecho y la espalda con una delgada manta.

Tarah vio la decepción forzada en el rostro de Aiden, mientras que Hailey ojeaba una revista. La peluquería estaba casi vacía, era muy luminosa, pintada de un rosa pálido y con muchas clases de plantas distribuidas tanto en las paredes como en el suelo.

Sólo se oía la música clásica en el pequeño reproductor en la pared, mezclado con los sonidos de las tijeras al cortar, y los débiles sonidos del celular de Aiden, quien parecía jugar a algún videojuego.

Después de una hora, la peluquera le quitó la manta y Riley se puso de pie, con una sonrisa de oreja a oreja se volteó a verlos, su largo cabello lacio ya no estaba, en su lugar tenía una corta melena, casi parecida a la de Aria.

— ¿Y? ¿Qué opinas? —le preguntó a Aiden.

Él la miró con atención, Tarah pudo ver cierto interés en sus ojos claros.

—Aún quiero el estilo largo, suave y liso, pero me gusta como te ves.

Las mejillas de Riley adquirieron un tono rosado.

—Te ves preciosa —le dijo Hailey mientras se preparaba para su turno— ¿No intentarás convencerme de que no lo haga? —le preguntó a Aiden.

—No, tú puedes hacer lo que quieras.

Hailey lo amenazó con su mirada, esta vez sin efecto, y giró sobre su silla.

—Quiero que arregles estos rizos —le dijo a la peluquera.

Después de otra hora, los cuatro se dirigieron al estacionamiento cubierto donde habían dejado el auto, a casi cuatro cuadras del local. La melena rizada de Hailey había desaparecido, ahora ella tenía suaves rizos cayendo sobre su rostro.

—Gracias al cielo que no enredaron a Tarah en eso del cambio de estilo —les dijo Aiden una vez llegaron al auto.

—Es que ella es muy difícil de convencer —contestó Riley—. Pero creo que a Hunter le hubiese gustado un estilo nuevo ¿No lo crees?

—Creo que...

Tarah se detuvo ante un olor familiar, perfume fino y sudor, su corazón se aceleró y pudo ver que los tres lo habían notado. Las sonrisas se borraron y fueron reemplazadas por miradas alertas.

—No estamos solos ¿verdad? —susurró Hailey.

—Por fin te encuentro, señorita Cordell —exclamó una voz gruesa detrás de ella.

Tarah se dio vuelta y vio a un hombre alto, con ojos grises y pelo negro, detrás de él se acercaban más hombres, ella dio un paso adelante protegiendo a sus amigos.

—No finjas lealtad a estas personas —dijo el hombre con una falsa sonrisa—. No puedes protegerlos, ni siquiera puedes protegerte a ti misma.

Aiden gruñó detrás de ella.

— ¿Qué es lo que quieren de ella?

El hombre centró su atención en él, Tarah se movió de modo que lo ocultó de su vista.

—Nos vamos a llevar a Tarah con nosotros, y no les haremos nada si ustedes no ponen resistencia.

Los demás hombres sacaron sus armas, pero lejos de amedrentarlos, Aiden y Riley se ubicaron valientemente a su lado.

—No puedes llevártela —gruñó Riley—. Ella está con nosotros ahora.

El hombre de ojos grises sacó una pistola de su cinturón y apuntó a su cabeza.

«No, no, no» Tarah se repitió a si misma con terror, no podían lastimarlos por su culpa.

— ¡Alto! Iré con ustedes.

—Tarah no lo hagas —le exigió Aiden.

Ella lo miro por un momento, se veía tenso y a la vez asustado.

—Estaré bien —los miró a los tres—. No se preocupen. —Caminó en la dirección de los hombres.

—Así me gusta, linda —le dijo el hombre de forma lasciva.

—Cierra la boca —le contestó cuando las puertas de una camioneta negra se abrieron.

Tarah vio a sus tres amigos mientras el vehículo se ponía en marcha, sabía cómo terminaría esto, la volverían a drogar y a hacer de ella un títere de nuevo. Su vida se había acabado, pero al menos al perder su libertad los había salvado, a tres inocentes que sólo la habían hecho sentir querida, cuidada, protegida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.