El desafío de Hunter [serie Ice Daggers 2]

Capítulo 21

 

Tenía a los cinco rehenes en su poder, atravesar las puertas de la agencia era fácil, los empleados estaban acostumbrados a ver pasar cambiantes arrestados por las puertas, creyendo que eran delincuentes y asesinos. Lo que nadie sabía en ese lugar era que ellos eran inocentes, caminando hacia una muerte lenta y segura.

Curtis quería hacer de estos rehenes sus nuevas mascotas, carne fresca para su ejército privado de asesinos llenos de Amonium en su sangre.

No funcionaría, Michael lo sabía bien, los tres leopardos de las nieves serían inmunes. Por lo que debía actuar con mucho cuidado, Curtis no podía saber que la droga no le hacía efecto hasta que no fuese el momento indicado. El plan debía ejecutarse a la perfección, Curtis debía morir ese mismo día, y Michael quería ser su ejecutor, no importaba si aún no sabía dónde estaba su hijo.

Como siempre, nadie le hizo una sola pregunta al pasar, atravesaron una puerta que conducía hacia un pasillo estrecho, al fondo ya se podían oír las voces furiosas de los cambiantes atrapados.

—Michael —exclamó Paul cuando doblaron hacia la zona del laboratorio—. Ha habido un cambio de planes.

Los ojos plateados del hombre brillaban con malicia al ver los rostros de los cinco felinos.

— ¿Nuevas órdenes? —preguntó con voz neutral.

—Curtis los quiere ver a todos en su oficina, ahora.

Su corazón latió con fuerza al tiempo que les indicó a sus hombres que lo dejaran. Esto no era parte del plan, los nervios amenazaban cambiar su temple, pero estaba seguro de que podría idear algún plan de contingencia.

Avanzaron por otro pasillo hasta llegar a un espacio más abierto, en donde tres jaulas a cada lado del camino mostraban a cinco leopardos de las nieves que rugían con furia mientras pasaban, y a una joven puma que se escondía al fondo de su jaula hecha un ovillo.

—No digan nada —les susurró mientras entreabría la puerta.

— ¡Michael! —Exclamó Curtis desde su escritorio, tenía una sonrisa de oreja a oreja—. Entra.

—Traigo a uno de los equipos de rescate enemigo que pidió jefe.

— ¡Excelente! Déjalos entrar.

Avanzó por la puerta con sus rehenes y vio por qué su jefe estaba de tan buen humor. Tarah estaba a su lado, en posición de alerta, piernas extendidas y brazos detrás de la espalda, sus ojos perdieron su color a causa de la droga volviéndose de un gris fantasmal.

—Quédate a su lado —le ordenó Curtis—. Ya que tengo a mi guepardo de vuelta y que ya no tengo que preocuparme ni de los cambiantes entrometidos ni de los traidores, tengo tiempo para una historia.

Hunter gruñó a su lado mientras que los demás se ponían rígidos.

—Nos tienes aquí, déjala ir.

Curtis sonrío mostrando su diente de oro, elevó su regordete cuerpo de su asiento.

—No. Primero les contaré una linda historia —volvió a sentarse y a centrar su atención en él—. Había una vez, una mujer llamada Grace Ann Phillips que se enamoró de un cambiante, un leopardo de las nieves, los dos cayeron en un romance oculto y obtuvieron un hijo, un precioso niño mestizo. Cuando los padres de Grace se enteraron la obligaron a abandonar a su hijo y dieron la orden de mandar a matar al cambiante que deshonró a su hija. ¿Conoces a ese cambiante Michael?

Sí, lo conocía, había vivido esa historia en carne propia, sólo recordar su pasado le hacía hervir la sangre de impotencia, al no proteger a su pareja, al no poder proteger a su hijo.

—No señor —respondió con indiferencia—. No lo conozco.

Curtis volvió a sonreír mirando a cada uno de los felinos presentes.

— ¿Sabes qué he descubierto? —le preguntó con un tono irónico.

— ¿Qué, señor?

—Que los leopardos de las nieves tienen un metabolismo altamente especializado, capaz de neutralizar los efectos de cualquier droga natural o artificial. Paul lo descubrió cuando hizo las pruebas de Amonium en mis cinco leopardos, y todos dieron negativo. Esto me lleva a saber que tú eres un bastardo que me ha estado mintiendo todos estos años.

—No comprendo, señor, el Amonium está en mi sangre.

—Pero tu mente consciente sigue activa, no finjas, he descubierto tu plan, quita esos falsos ojos grises maldito infeliz. Sé lo que has hecho, sé que has estado utilizando mi base de datos para buscar a tu hijo bastardo ¿Pero qué crees? Tengo una sorpresa más antes de castigarte. —Sacó de su cajón un revólver y una pequeña caja con municiones—. Me he encargado personalmente de efectuar tu búsqueda, y encontré que tu querido hijo estaba refugiado en el territorio de los pumas White Claws. —Miró a los ojos de Hunter—. Señor Collins, salude a su padre Michael Douglass.

Michael giro a ver a Hunter, incapaz de articular palabra, su hijo, el que había buscado con desesperación por veinte eternos años, estaba ahí ¿Era cierto?

— ¿Cómo está tan seguro?

—Oh, por fin te quitas la máscara —le dijo de manera sarcástica—. Bien, busqué en los hospitales de todo el país sus registros de ADN, luego los comparé con los tuyos y en un santiamén aparecieron los resultados del laboratorio, cien por ciento de compatibilidad entre ambos, eres el padre biológico de esta criatura mestiza —se burló—. Abrázalo y pídele perdón antes de que mi niña los ponga a dormir a todos.




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