El Descenso de la Bruja

Las Maldiciones de la Doncella

El agudo sonido de la desesperación junto a aquella frase empezaron a recorrer la mente de Nachloe, ella quedó congelada al escuchar aquella noticia dejando caer al suelo su teléfono; su cara empezó a ponerse blanca haciendo que resaltaran aún más sus terribles ojeras. Estaba muerta, desapareciendo, desvaneciéndose.

—¿Cómo... ¿Cómo dice? —preguntó en voz baja y temblando.

—Señorita Étoiles, ¿podemos pasar a hablar? —preguntó Frank aturdido.

—Usted fue víctima de uno de los incidentes de hace cuatro días, señorita Étoiles.

—Pero, ¿muerta? ¿Cómo puedo estar muerta?

Frank volteó a ver a Arthur, dirigiéndole una seria mirada de preocupación.

—Usted fue reportada desaparecida el sábado por la tarde —respondió Frank—, el domingo se encontró un cuerpo en uno de los callejones de la segunda avenida...

Frank le mostró las fotografías que terminaron su tortura, quedó en blanco, dejó de pensar al ver aquellas imágenes. El cuerpo seco de una mujer de cabello rojo se encontraba recargado en una pared manchada con manos de sangre. Aquel cuerpo carecía de rostro, de cuello y tenía un agujero de la clavícula hasta abajo del pecho izquierdo.

—Esa... esa... esa...

—Esa es usted —dijo Arthur con voz baja y preocupada.

Las manos de Nachloe dejaron de temblar para empezar a ser sacudidas descontroladamente, su cara empezó a agitarse y sus latidos eran casi escuchados por Arthur y Frank.

—¿Señorita Étoiles...?

Nachloe descendió al suelo ligera como una pluma y sin ninguna expresión donde apenas fue atrapada por Frank. El confuso, frío e inquietante ambiente selló las bocas de ambos hombres.

Cuando Frank la recostó en un sillón notó un montón de cabellos rojos atrapados en su mano.

—Está terriblemente estresada, Arthur.

—Sí... Sí lo noté, Frank.

—¿Qué está pasando, Arthur? ¡La muchacha apareció muerta!

—¡No lo sé, Frankie! —exclamó Arthur rascándose la cabeza.

Una pequeña gota de sangre cayó en la mejilla de Nachloe y se desplazó hasta llegar a sus labios. Ambos hombres miraron hacia arriba para ver el dibujo de un pequeño ojo negro en el techo, cosa que los enervó hasta los huesos.

—¿Ese es...? Dios mío.

—El mismo que aquel tatuaje, Frank.

Cuando esa gota tocó a Nachloe unas rojas imágenes intermitentes de su muerte y sus recuerdos la invadieron junto con unas fuertes náuseas que recorrieron todo su cuerpo.

—Voy a revisar el piso de arriba —dijo Frank alejándose del sillón.

En ese momento Nachloe despertó y se aferró al brazo de Frank gritando.

—¡No te vayas!

Los focos del cuarto se reventaron, asustando a los tres e incluso a los animales.

—¡Ay, Dios!

—¡Santo cielo! —exclamó Arthur retrocediendo.

—¡¿Qué?! ¿Señor? ¡Ah! —gritó Nachloe soltando a Frank y aferrándose al sillón—. ¡¿Qué pasó?!

—¡Eso quisiéramos saber! Casi me arranca el brazo...

—Perdóneme... —respondió a punto de llorar—. ¿Qué me está pasando? ¿Qué hice para llegar aquí?

—Queremos... Vamos a ayudarla, señorita Étoiles —dijo Arthur sujetando su hombro—. Pero, de verdad quisiéramos saber como.

Frank miró a Arthur con nervios y después habló con Nachloe para calmarla.

—Escuche, señorita Étoiles... Trate de calmarse, no pasará nada más, pero necesitamos hablar, ¿sí?

Nachloe lo miró unos segundos en silencio; momentos en donde se relajó poco a poco.

—Está bien...

Después de unos largos minutos en donde Nachloe y ambos hombres bebieron café, comenzó aquella inquietante conversación.

—¿Recuerda bien todo lo que pasó el viernes, señorita? —preguntó Arthur.

—Yo salí de mi casa a comprar alimentos y antiinflamatorios. De ida no había nada raro, había unas cuantas personas y hablé con unos policías...

—¿Le dijeron algo los policías o habló con alguien?

—Solo que estuviera atenta y fuera cuidadosa... Antes de eso hablé con el señor Gagnon, del departamento 3, pero...

Regresó el recuerdo de aquella oscura imagen que pasó por su ventana y el ave con las alas arrancadas que se estrelló frente a ella.

—Algo pasó... Una sombra oscura pasó por mi ventana y un pájaro se estrelló un momento después.

—¿Habrá sido una advertencia, Arthur? —susurró Frank.

—Es igual que en Sacramento... Pero hubo un lapso de tiempo mayor con respecto al fallecido Donovan.

—Aquella vez solo estaba Utley, aquí estaban los vecinos y las personas en la calle, esperaban a que estuviera sola.

—¿Así fue? —preguntó Nachloe angustiada—. ¿Pero quienes? Yo nunca me metí con nadie...

—Las víctimas anteriores tampoco presentaron motivos o coincidencias. Donovan volvía a casa después de una mala noche de pelea en un bar.  Aquel joven de Córdoba estaba practicando ciclismo como en todas sus mañanas, ¿verdad, Frank?

—Así es. Y de los casos de Montreal y... Quebec, la mujer iba de camino al trabajo después de preparar el desayuno y la señorita Étoiles volvía de una veterinaria.

—¿Después que pasó, señorita Étoiles?

—Cuando regresaba de comprar empecé a escuchar ruidos en un callejón; y una cosa... ¡Fue horrible! —exclamó sollozando—. Era una araña enorme, tenía cabeza de murciélago y manos humanas... Después salió una mujer... Ella me... me mordió la garganta...

—El viernes ocurrió el asesinato del callejón...

—¿Ante el mundo estoy muerta? —preguntó aturdida—. ¡Hablé con mis vecinos hace poco, es imposible! ¡Incluso estoy hablando con ustedes en este momento!

—Verá, señorita —interrumpió Arthur—. La situación es que este cuerpo no pudo ser identificado, para todos una joven sin identificar fue parte de los asesinatos violentos, pero nosotros vemos que es usted, por el pelo, el cuerpo y el reporte...

—¿Cuándo fue la última vez que interactuó con alguien?

—Ayer regresé de trabajar y hablé con el señor Bouchard, pero...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.