El deseo de Eros

Capítulo dos; invaluable.

Alexa aún estaba asimilando lo que el abogado le había dicho. El velorio culminó y había decidido ir a la cremación para no pensar en lo que había escuchado. Sin embargo, no pudo escapar por mucho tiempo de su inminente destino. Una vez que recogieron las cenizas del autor de todo ese embrollo, los tres fueron al despacho de Samuel para aclarar el asunto.  

—El señor Abel no pudo haber hecho eso. Debe haber un error en lo que dijo. 

—No hay ningún error, señor Martinelli. Por favor, tomen asiento y les explico. 

—No quiero tomar asiento en esta pocilga, quiero que me expliques ahora mismo qué es lo que acabas de decir—espetó Eros. 

Samuel respiró profundo e imploró paciencia. Conocía a la perfección el temperamento de quien había sido su amigo de infancia, pero ahora no podía darle su merecido como antes. 

—Tu padre tenía cáncer de hígado—Alexa se horrorizó al oírlo. El semblante de Eros ensombreció— Se enteró hace un año y me contactó para que pusiera al día todos sus asuntos legales. Entre esos dejó su última voluntad, una albacea y su testamento, donde deja en claro que ambos son los herederos de esta propiedad. 

—No puedo aceptar eso—insistió Alexa, afectada por la noticia. 

Eros encaró a Alexa, sintiendo rabia de sólo escucharla. Detestaba saber que ese hombre había acompañado a su padre hasta sus últimos días de vida y que podía tener algo que le pertenecía solo a él. 

— Si te estás negando para hacerte el abnegado y luego aceptar, mejor no lo hagas porque vas a sacarme de quicio—escupió. 

—¿Podría dejar que hablemos los adultos? Gracias—espetó ella. No estaba para soportar la patanería de ese hombre—. Abogado, realmente no sé por qué el señor Abel hizo tal cosa, pero no podría aceptar la mitad de esta propiedad. Esto no me pertenece. 

—Al menos hay un atisbo de lógica en esa cabeza tuya—masculló Eros.  

—Señor Martinelli, literalmente la mitad de esto le pertenece. 

—¡Pero no lo quiero! —restregó su rostro—. No puedo tenerlo. 

—El señor Vivalti tuvo presente que a usted le costaría asimilarlo, también consideró la intervención de Eros—lo miró de reojo al escucharlo resoplar—. No sabía en qué momento podía morir, así que decidió redactar un testamento cerrado, una carta de última voluntad y una albacea. Por los momentos, sólo pueden leer dos de ellas.Dejó escrito como su última voluntad que el testamento fuese leído seis meses después de su muerte. Me designó como su albacea, seré quien tendrá el testamento hasta que se cumpla el período estipulado y me encargaré de los requerimientos legales. 

—Ese viejo desgraciado...—rio con amargura—. No solo decidió alargar el período de lectura del testamento para amarrarme de pies y manos, sino que también dejó una carta de voluntad heredándole la mitad de la propiedad a este oportunista para que yo no pudiera hacer nada mientras tanto ¡Incluso después de muerto no deja de atormentar mi vida! —exclamó y miró fulminante a Alexa—. ¿Qué fue lo que le hiciste al anciano? ¿Tú fuiste parte de esto, Samuel? Esa propiedad me pertenece solo a mí y hablaré con mis abogados para resolver esto. 

—Todo está legalmente registrado, Eros. Cada paso se hizo acorde a la ley así que Martinelli puede quedarse aquí hasta que se cumpla el plazo y llegue la repartición de bienes. Puedes contratar una legión de abogados y ellos te dirán lo mismo que yo. Señor Martinelli—intentó calmarlo con una sonrisa cálida. Alexa estaba espantada y aturdida—, sé que ahora está reacio, pero tiene treinta días para meditarlo y tomar una decisión. Tómese su tiempo. 

—No voy a tomarme tiempo alguno. Mañana mismo iremos a notaría para rechazar la herencia. No quiero verme envuelta en conflictos legales con este hombre. 

—Señor Martinelli—el abogado se levantó del asiento para intentar detenerlo—, usted no se verá comprometido por Eros, él tendrá que acatar las leyes, quiera o no. Esta es la última voluntad del señor Vivalti, por favor, no la rechace. 

La mirada suplicante del abogado la hizo flaquear por un breve instante, pero el recordatorio de su verdadera identidad la hizo apartar la vista. 

—Lo siento, pero no aceptaré la herencia—le echó un último vistazo a Eros, quien la vio con remordimiento—. Con permiso.

 

 

Removió sus talones en la arena, se agachó al sentir uno de los mejillones bajo sus pies y lo dejó sobre el pequeño balde que cargaba. Recolectar mejillones se había convertido en la única actividad que le traía paz mental, pero en ese instante no dio resultado. 

¿Por qué no le había dicho que estaba enfermo? 

 ¿Cuánto había soportado con esa enfermedad mientras trabajaba? 

Quizá si hubiese evitado que siguiera bebiendo se hubiese salvado. 

Eran demasiado los pensamientos que la atormentaron. Su vista se nubló. Su corazón aún estaba lidiando con el luto y la sensación de soledad nuevamente atenazando su interior. 

—Perdió la cabeza, jefe—murmuró—. No solo me ocultó su enfermedad, sino que también me metió en un problemón con ese espermatozoide defectuoso tuyo que al final sí resultó ser quien decías. Ni siquiera tengo cara para sentirme traicionada cuando yo también le oculté mi verdad. No merezco lo que me ofrece.  

—Señor Martinelli—volteó de golpe. Samuel la observó, sonriente. Aún vestía su traje y traía su maletín. 

—Si viene a insistir— 

—Vengo a entregarle esto—le tendió una tarjeta dorada—. Eros me pidió que se lo diera. Espera que vaya mañana a su hotel para conversar con él entre las dos y las tres de la tarde. 

—No tengo nada que conversar con morticio. 

Samuel negó, divertio.— Comprendo. Puede que en este momento se esté negando, pero sigue siendo el heredero y él lo sabe. Escuche, sé que esto es difícil de asimilar, la muerte repentina de su jefe y la herencia, son cosas que dejan a cualquiera abrumado, pero si el señor Vivalti hizo esto fue por una razón. Usted sabe lo importante que era esta propiedad para el señor Vivalti. Eros…, él guarda mucho resentimiento hacia esta propiedad. Si deja que se adueñe por completo de ella, se arrepentirá durante toda su vida. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.