El deseo de Kaylee [serie Ice Daggers 1]

Capítulo 7: Entre gatos y lobos

 

 

Kaylee sintió el descontento de Luke, era adorable aun cuando con un solo movimiento podía matarla. Se quedó en silencio el resto del viaje, resistiendo las ganas de observarlo.

Ella siempre había querido estar así de cerca, solo que en otras circunstancias.

Su celular vibró dentro de su bolsillo, tenía diez mensajes, la mitad eran de Hunter, el resto eran de Aiden y Riley.

—Tenemos señal —dijo sin abrir ningún mensaje.

—Significa que estamos cerca.

Paradise City era una ciudad cuya población no llegaba hasta los cien mil habitantes, no era un paraíso como decía su nombre, más bien, era una ciudad de tamaño mediano, con algunos edificios grandes y pequeños, casas bonitas y departamentos por todos lados.

—En la Avenida dobla a la derecha —le dijo—. Luego sigue tres cuadras y dobla a la izquierda.

Luke siguió sus indicaciones al pie de la letra, llegaron al estacionamiento del bar, detuvo el motor, tal y como lo había dicho, el local tenía un lugar donde aparcar las motocicletas. Una hilera de diez motos estaban ahí, Luke se estaba sacando el cinturón de seguridad cuando Kaylee lo detuvo.

— ¿Qué estás haciendo?

—Voy a ver las matrículas.

— ¿Frente a las personas que están dentro?

Le señaló la hilera de ventanas grandes en las que se veían varias personas comiendo.

— ¿Qué sugieres? —Le preguntó con un deje de frustración.

—Fingiremos ser una pareja de turistas.

— ¿Qué?

—No sabes nada de tácticas ¿Verdad? Somos dos extraños, gatos, caminando en su territorio ¿Qué podríamos estar haciendo en tierra de lobos?

Luke escuchó en silencio.

— ¿No hay otra opción?

—No, es la mejor que se me ocurre y la que podría ser más convincente.

— ¿Qué un viejo de veintiocho salga con una niña de dieciocho años? Me resulta muy convincente.

—No vuelvas a decirme niña — le mostró sus garras en un ademán—. O usaré tu cara para sacarle filo.

—No me intimidas.

Sintiéndose de verdad ofendida, Kaylee utilizó su fuerza, y en un veloz movimiento lo tenía presionado contra la puerta, sus garras apenas pinchaban su piel, porque a pesar del insulto, no quería hacerle daño.

— ¿Desde cuando eres tan fuerte? —dijo en una burla.

—Nunca le muestres tu verdadera fuerza al enemigo.

Sus fosas nasales estaban extendidas, su respiración se tornó más aguda, y no era por el peso que ella ejercía.

— ¿Yo soy tu enemigo?

Un calor sofocante apareció en su estómago, de pronto Kaylee se dio cuenta de que estaba a solo unos pocos centímetros de su boca, lo tenía inmovilizado.

"Podría aprovechar la oportunidad" se dijo, pero su felino interior le sugirió dejar de presionar, un movimiento inoportuno podría arruinarlo todo, y ella no iba a dejar que él se escapara de sus manos.

—Si fueras mi enemigo, ya estarías muerto —contestó su pregunta mientras, lentamente, se alejaba a su asiento.

—Se necesita mucho más que una bala para derribarme.

—Supongo entonces, que no has visto a mi Alfa en acción, puedo decirte que ella podría comerte vivo para el desayuno, y sus clases para hacerlo son excelentes.

El rostro de Luke palideció por un momento, pero no dijo nada.

— ¿Cuál es el plan?

—Somos una pareja que pidió permiso para pasar un fin de semana en esta ciudad ¿Puedes hacerlo?

—Claro que sí.

Cuando entraron al bar, este no se detuvo por ellos, como en esas películas en las que cuando el sujeto entra todos voltean a verlo. El ambiente era sereno, y la decoración algo rústica, una barra central con un cantinero y un montón de botellas de todos los colores y tamaños, las mesas se eran de madera barnizada con un solo asiento que las rodeaba en tres lados. Caminaron hasta el fondo de la hilera de mesas cerca de las ventanas.

Se sentaron en la última, y después de pedir al camarero dos cafés y dos porciones de torta de chocolate.

—Simula leer algo en tu celular —le dijo en voz baja—. Yo voy a ver las matrículas.

— ¿De verdad crees que está aquí?

— ¿Podrías dejar de ser tan negativo? —Estaba frustrando su humor demasiado rápido.

Mirándola a los ojos, sacó su celular e hizo lo que ella le indicó.

Pequeñas gotas comenzaban a caer por el vidrio, Kaylee intentó ver más allá de la distorsión del agua. Casi todas las matrículas estaban cubiertas con barro, pero lo único bueno era que una de ellas era amarilla y deportiva.

La lluvia comenzó a caer con fuerza, lavando la suciedad de los vehículos.

— ¡Luke! —Exclamó una voz gruesa desde la barra.

Kaylee controló los nervios que de pronto le aprisionaban su corazón.

— ¿Qué haces aquí?




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