Aadya
Terminé de comer y Henry me llevó a conocer todo el pueblo, vimos varias cosas, cafetería, bares, librerías raras, pero lo que más me llamó la atención, fue que en cada esquina había personas haciendo magia, pero una en especial tenía más espectadores.
— ¿Quieres ir a ver?
— ¿Podemos?
— Por supuesto — dice soltando una pequeña risa. Nos acercamos a ver que hacían y como había bastante gente Henry puso sus manos en mis hombros para que no me perdiera. Llegamos casi hasta el frente, donde ya podía ver y vi como una señora manipulaba los elementos.
— Woo! — dije riendo. Al ver qué sacó fuego de sus manos lanzándolo hacia arriba y al momento de caer, saco agua de sus manos como si fuera lluvia, apagando el fuego y sin que le cayera encima, expandiendo las gotas de agua hacia los lados mojándonos a nosotros.
— ¿Viste? — digo asombrada, ¿cómo es que puede sacar fuego y agua de sus manos?
— Sí, pero — siento de nuevo sus manos en mis hombros escuchando su respiración en mi oído — deberías de conocer el lugar donde viven las protectoras.
— ¿Las protectoras?
— Sí. La magia de ellas crece más cuando están en sus tierras sagradas. Todo es mágico, bello. Los árboles deslumbran con el sol y la luna, sus casas, sus escuelas. Todo lo que ellas tienen es hermoso.
— ¿Tú ya has estado ahí?
— Sí. Por eso te estoy diciendo que esto no es nada con lo que hacen allá.
— Increíble espero un día poder conocer sus tierras.
— Lo harás. Un día a la mejor te secuestro y vamos, después de todo siempre andas en las casadas.
— En eso tienes razón, pero me regresas. — digo y Henry ríe
— Jajaja. No. Te quedarás allá en mi casa de seguro — dice con sarcastico.
— Si...no creo que sea correcto, aunque, cambiar de casa otra vez — susurro pensando.
Toda mi vida he ido de brazos en brazos. De los brazos de mi padre biológico pasé a los brazos de mi padre William y de los brazos de él pasé a los de Joel.
Ni familia ni hogar tengo propio solo he ido de casa en casa buscando quien me ayude, y en el proceso solo he recibido maltrato y traición. Una manada que me desprecia, un hermano que me odia por lo que soy y luego que sigue, ¿Qué me abandonen como un perro viendo como ellos son felices con su propia familia? Después de todo no tiene ninguna obligación de cuidarme.
— Aadya.
Lo mejor que puedo hacer es irme de casa y aprenda a vivir por mí y no por ellos. Olvidarlos como ellos...lo han hecho.
Henry
Desde la primera vez que pude saber dónde se encontraba mi sobrino, fui en seguida a la manada del alfa supremo y en el recorrido la noté, una niña que estaba en el río sola viendo a la nada.
Detuve mi camino, porque no podía dejar que me viera entrar a la manada. Así que decidí observarla desde arriba de unos árboles hasta que se fuera; sin embargo, me llamó tanto la atención porque solo recorría el lugar de pies a cabeza, subía y volvía a bajar la cascada hasta llegar de nuevo al río.
Me quedé todo el día observándola, hasta que se hizo de noche y se fue. Maldije ese día porque ya no podía entrar de noche a la manada, ya que en la noche ponen más seguridad que en el día.
Así fue como regresé al día siguiente, volviendo a encontrarme con la misma niña.
No sabía que ocurría por su cabeza, pensaba que era alguien que solo quería perder su tiempo, pero mi opinión cambio al verla llegar los siguientes días a la misma hora, se me hizo tan raro que nadie fuera a buscarla que pensé que no tenía a dónde ir. Fue por eso que decidí presentarme frente a ella, además tenía planeado acercarme y utilizarla como señuelo para poder entrar desapercibido, pero al oír lo de su hermano me recordó tanto a Susan que si lo hubiera tenido enfrente lo hubiera matado. Traicionar aquí en te tendió la mano es de cobardes y es algo que odio. Si fuera por mi hace mucho hubiera matado a Susan por haberme arrebatado a hermana y mi sobrino pero mi padre intervino y no me dejó hacerlo.
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Tiempo atrás
— ¡¡Cómo pudiste!! — llegué lleno de rabia al castillo tomando a Susan por el cuello estrellando su cuerpo contra la pared. Mi ropa estaba toda ensangrentada con la sangre de mi hermana.
— No..se..a-aque te re-fie-res — pronunció con dificultad tratando de soltarse, pero era tanta mi iría que ni siquiera podía moverse.
— Eres una traicionera — pronuncié serio aún ahorcándola — ¡disté a tu familia en bandeja de plata! — la lance sobre el piso
— fa-mi-lia — pronuncia con dificultad sonriendo tocándose su cuello — ¡esa traidora me quitó todo!
— ¡Tú no tenías nada!
— ¡Sabía que lo amaba!
— 300 años — empecé a caminar hasta ella — ¿Y tú aún piensas que Ethan te hacía caso? No. — la vuelvo a tomar del cuello — no te equivoques. Ethan, jamás te hubiera hecho caso. Eres una zorra, que no vale nada. — suelto en su cara. — y por lo que hiciste haré que te arrepientas cada día de tu insignificante y patética vida. — la empecé ahorcar tanto que empezó a batallar para que la soltara, pero mi padre entró justo cuando ya estaba por acabar con su vida.
— Henry ¿qué haces?
— Elimino a un insignificante gusano.
— Pa-pá a-ayúdame
— Suelta a tu hermana y explícame qué está pasando.
— Yanet murió Ethan igual y al bebé no logré encontrarlo — dije poniendo más presión en su cuello — ¡y todo por culpa de...
— ¡Fue el alfa! — grito interrumpiéndome
— ¿Qué has dicho? — mi padre se acerca rápido zafando a Susan de mi agarre — ¡¡habla!!