Una parte de ella se estaba empezando a preocupar por otro motivo que no estaba dispuesta a confesar. Desde el primer momento en que vio a Logan, se sintió atraída hacia él. Era una atracción puramente física. A su cuerpo se le antojaba el fruto prohibido. Tener sexo con un extraño, sólo con un contrato de por medio, y
un contrato muy poco convencional. ¿Era la excentricidad de todo aquello lo que estaba haciendo que sus emociones adquirieran una absurda complejidad?
Acababa de salir de una horrible experiencia amorosa. No debería encapricharse tan pronto de cualquiera. Todavía tenía pesadillas con su relación de hacía meses y, por lo que había averiguado, Logan poseía su propio lado oscuro y podría causarle más problemas que su ex.
Cara sabía que aquello no era un juego. Y aunque lo fuera, no estaba a la altura de Logan, y acabaría lastimada. Pero ¿cuánto tiempo iba a poder controlar su desconcertante respuesta ante su presencia?
Logan lanzó un juramento y se tumbó de espaldas. Odiaba las tormentas. Contempló el techo y trató de bloquear el estremecedor sonido del trueno y el constante golpeteo de la lluvia en los cristales. Nunca podía dormir cuando había un temporal. Desde que a los nueve años experimentó la peor noche de su vida durante una tormenta, no había vuelto a ser el mismo. Puede que las pesadillas cesaran al final de su adolescencia, pero jamás pudo deshacerse de la horrible sensación que se apoderaba de él cuando llovía de forma torrencial.
También era el momento en que más sólo se sentía. Pero aquella noche se dio cuenta de que no estaba tan sólo. Había otra persona en la casa - Cara. Se preguntó qué pensaría ella de las tormentas. Por lo poco que la conocía, probablemente ni se inmutaría, ya que parecía que le gustaban las cosas a un ritmo trepidante.
Tuvo que sonreír al acordarse de aquella mañana y su desayuno juntos. Poco a poco, su sonrisa se desvaneció ante la imagen de un delicado y bronceado muslo expuesto de forma inconsciente cuando
Cara se sentó en el taburete de la cocina. Descubrió que le gustaba verla comer y observar cómo reaccionaba ante cada sabor. No había esperado darse cuenta de lo tersa y lisa que era su piel, asomando por debajo de la camiseta.
Su mente barajó la posibilidad de que no llevara nada debajo. Aún se maravillaba de haber sido capaz de concentrarse en la conversación. Cara, con su belleza natural, alegre personalidad y sensualidad exótica, siempre le sorprendía. Era todo energía y espíritu aventurero, por lo que le resultaba intrigante a un comedido y prudente Logan. Pensaba en ella en los momentos más inesperados, como ahora, y las ideas más extrañas acudían a su mente.
Como la forma en que su sonrisa le resultaba cálida y directa, como si nunca hubiera sonreído a nadie más de aquella forma
-era ridículo. Pero Cara Stiles tenía ese don. Le hacía sentir especial. Esas eran las extrañas ideas que le preocupaban. No quería pensar en ello porque no lo entendía.
Había contratado a Cara para que fuera su vientre de alquiler y, como le había dicho a Meg, la veía como eso y nada más. Compartir cada vez más tiempo con ella, le estaba ayudando a conocerla mejor, y creaba cierta conexión entre ellos. Aquello era importante para ambos como futuros padres subrogados, de eso estaba seguro.
Pero, ¿era ese el motivo por el que ocupaba su mente durante aquella tormenta? Estaba en un sitio extraño, lejos de sus seres queridos - no pudo evitar preguntarse cómo se sentiría. No había nada malo en
preocuparse un poco...
De repente, lo oyó. Tal vez porque había estado pensando en ella, en aquel momento percibió el débil eco de un grito.
Tan débil que casi lo achacó a su imaginación. Pero se levantó de inmediato y cogió una bata. Ignóralo, le dijo el lado sensato de Logan una y otra vez, delante de la puerta de Cara. La tormenta continuaba, pero la última persona que le preocupaba en aquellos momentos era él, y la forma en la que le enervaban el embate de la lluvia, el viento y los truenos.
No, su mente la ocupaba la mujer que estaba gimoteando al otro lado de aquella puerta. El antiguo Logan se habría sentido molesto ante cualquier tipo de complicación, y habría irrumpido en la habitación, gritándole que dejara de importunarle.
Pero, por alguna razón, superó aquel impulso. Si todo iba bien con la inseminación la próxima semana, estaba a punto de ser padre. Debía ser más tolerante, y si no podía empezar con la mujer que iba a dar a luz a su hijo, ¿con quién iba a hacerlo?
Tras tomar aliento, llamó delicadamente y a continuación abrió la puerta antes de entrar. Logan pronunció su nombre un par de veces, pero Cara no se movió del lugar donde yacía acurrucada, de espaldas a la puerta. Se acercó a ella y le puso una mano en el hombro - y Cara dio un enorme salto hasta el otro extremo de la cama.
-Tranquila, soy yo- dijo él, alzando las manos. -¿Estás bien?
Su rostro estaba bañado en lágrimas. Temblaba descontroladamente y apenas parecía entender lo que le decía.
-¿Logan?- Lo miró sorprendida con los ojos entrecerrados, recobrándose poco a poco. -¿Qué haces aquí?
Se apartó el pelo de la cara y la fina tela del camisón se tensó contra sus pechos, revelando sus grandes areolas marrones. ¡Mierda! Logan tragó saliva, y aquella vez fue él quien tuvo dificultades para concentrarse.
-Has gritado. Y estabas llorando. ¿Te ocurre algo?
Su rostro se desmoronó y sacudió la cabeza en silencio. Parecía muchos más joven. Logan no debería estar teniendo aquellos pensamientos pornográficos ante la imagen de su cuerpo con el camisón casi transparente y las ropas de cama arrojadas a los pies, dejando al descubierto sus estupendas piernas y el adorable esmalte azul en las uñas de sus bonitos pies.
Un trueno particularmente fuerte resonó por todo el cuarto, y ambos dieron un respingo. Fue tan inoportuno que Logan sintió una sonrisa en sus labios, y hasta la boca de Cara pareció adquirir un gesto divertido. }
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Editado: 30.09.2021