Cara sabía que estaba siendo infantil por enojarse de aquella manera con Logan, pero no lo podía evitar. Él ni siquiera sabía que estaba enfadada, lo que hacía que fuera peor.
¿Cómo podía un hombre ser tan inteligente como para amasar una fortuna comparable al PIB de un país del tercer mundo y no saber que le estaba haciendo daño?
Qué bruto.
Aunque odiaba sucumbir a sus encantos, lo hacía cada vez. Solo tenía que tocarla de cierta manera y ella se derretía. Incluso cuando le hacía sentir que solamente era un cuerpo sexy para satisfacer su exigente líbido, estaba demasiado excitada para resistirse.
Ella también le necesitaba, el contacto físico y la forma en que se sentía cerca de él, sobre todo cuando más vulnerable se mostraba, gimiendo y estremeciéndose encima o debajo de ella, mientras llenaba sus entrañas con su esperma.
No podía aguantar más. Sabía que debía hacer algo, pero aún no se atrevía a sincerarse y decirle a Logan lo que le preocupaba. Si tenía que deletreárselo, no sería lo mismo. Tenía que saber que sus sentimientos, su entendimiento de lo mucho que significaba para él, habían surgido de forma natural y por voluntad propia.
Angustiada, ya había perdido los nervios con él aquella mañana y le había contestado mal. Había vuelto a tocar el tema de la boda, diciendo que podía conseguir algunos días libres antes de que terminara el año.
Sería una ceremonia sencilla y elegante, dijo, y podía invitar a su familia e informarles del embarazo.
Cara le había espetado que era su vida y que no debía creer que podía dirigirla por ella.
-Eso es, enfádate- dijo él sacudiendo la cabeza hastiado, cuando ella se giró enojada hacia la ventana. La dejó allí, cerrando la puerta de un portazo al salir.
Una hora más tarde, Cara se había abrigado para combatir el frío otoñal. Sabía que Logan estaría encerrado en su despacho trabajando y no notaría su ausencia. Abandonó la casa en silencio. Mientras se alejaba, contempló la mansión y creyó saber cuál era la oficina de Logan, donde, sin duda alguna, estaba demasiado ocupado para importarle que, una vez más, le había hecho sentirse insignificante.
Suspirando, metió las manos en los bolsillos del abrigo y tomó una decisión. Estaba demasiado acostumbrada a huir. Pero aquella vez su huida era de tipo emocional.
Todos los días huía de lo que sentía por él, pero ya estaba bien. Tomaría el control de su vida y, esta vez, no miraría hacia atrás.
***
Cara se había ido. Logan podía intuirlo. La había escuchado salir de la mansión, pero lo primero que pensó fue que había ido a comprar algo. Había conseguido un encargo de una de las mejores galerías de arte, y estaba ansiosa por preparar su carpeta con los cuadros solicitados.
Pero de eso hacía horas. Marcó su número, pero no estaba disponible.
Nunca pasaba tanto tiempo fuera sin llamar - y ciertamente no apagaría el teléfono. Logan siempre se había mostrado firme en cuanto a mantenerse en contacto de forma constante, para asegurarse de que no estaba en peligro.
Ahora no sabía qué pensar. Hasta que se dio cuenta. Se apresuró por los pasillos hasta su dormitorio. Revisó su ropa y otras pertenencias
- todo estaba allí. Después, se dirigió a su estudio, donde también encontró todo en orden. De repente, recordó unas palabras suyas sobre cuando decidió dejar a su ex, Jude. Sólo se había llevado lo que llevaba puesto y unos cuantos cuadros. Había dejado todo lo demás porque le pertenecía a él.
Logan pensó en su armario lleno de ropa de diseño, las joyas y los zapatos de su dormitorio. No había tocado nada, y no sabía qué cuadros faltaban, pero podría haberse llevado algunos. ¡Mierda!
Repitió en su mente la última discusión y su insistencia en casarse pronto. Además de aquello, Logan había estado ocultando sus sentimientos durante la última semana, sobre todo cuando hacían el amor. Había erigido un muro entre ambos para no tener que lidiar con lo que sentía por ella, y se odió a sí mismo por ello.
¿Cómo podía arriesgarse a sincerarse y revelar algo que ni siquiera era capaz de aceptar él mismo?
Desde el principio, había establecido en términos claros las normas de la subrogación y todo lo relacionado con ella. Y tenía pensado otro contrato para cuando se casaran. Capitulaciones prematrimoniales, acuerdo de confidencialidad, y todo lo necesario para proteger sus intereses y los de su hijo.
Ahora, nada de aquello importaba.
El contrato no significaría nada si había decidido marcharse. La ley casi siempre favorecía los derechos de la madre y, además, la subrogación tradicional ni siquiera estaba reconocida en la mayoría de estados. Al estar relacionada genéticamente con el bebé, Cara tendría más o menos la última palabra, y si se trasladaba a la jurisdicción adecuada, Logan no podría exigirle nada de lo acordado.
Pero, ¿por qué era aquello lo que menos le preocupaba?
Lo que importaba era que la había ahuyentado con su cabezonería. Cara era sensible, pura y bella, y él había intentado luchar contra todo aquello con su inflamado ego. Tras registrar su habitación, se le ocurrió otro pensamiento fortuito.
Sabía cómo encontrarla.
En un instante estaba fuera de la mansión, al volante de su Range Rover, y conduciendo a toda velocidad y con gran determinación.
No podía dejar que escapara. Vio su ubicación en el GPS de la pantalla del salpicadero. Cara llevaba un doble del reloj de Logan, y ambos tenían GPS. Había diseñado la aplicación él mismo, y podía localizar a Cara en cualquier momento. Observó la zona hacia la que se dirigía y su corazón comenzó a latir más y más rápido, pensando en la forma de recuperarla.
Podría ser demasiado tarde. Podría estar a punto de subirse a un tren en algún lugar, o dirigiéndose al aeropuerto. Una vez que estuviera a bordo de un avión, todo habría acabado. Sólo pensar que no la iba a ver más, a abrazarla de nuevo...
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Editado: 30.09.2021