El deseo que nunca esperé

La Famosa Fuente

Tengo la extraña costumbre de arreglar todo cuando estoy nerviosa. Sé que empezar clases no es algo especialmente excitante, pero toda mi vida ha girado en torno a los estudios. Siempre estudiar, siempre esforzarse por las mejores notas posibles, siempre sobresalir... mamá estaría orgullosa... Hacía más de un año que no la veía, y tampoco había visto a mi papá o hermanos. Viajé para estudiar e intentaba ahorrar para comprarme un departamento aquí, en Milán. Realmente, era una ciudad hermosa y me encantaba vivir aquí.

Me sentía tan mareada que no quería desayunar, pero es la comida más importante, y si no comía algo, después me tocaría gastar como 10 valiosísimos euros en algo de picar, así que fui a la cocina, que apenas tenía espacio para que girará sin golpear nada. Un par de muebles, una cocineta muy pequeñita y una nevera sobre uno de los muebles que apenas medía un metro de alto. No era demasiado, pero amaba mi pequeño lugar.

El pitido musical del timbre me sorprendió cuando comía media tostada y un vaso de zumo de naranja.

Cogí el telefonillo y pregunté quién era.

-Quié se?

-Tu italiano es adorable- escuché a Fabi emocionada.

-Ya te abro- dije mientras presionaba el botón.

Me tomé el jugo y me lavé los dientes, justo a tiempo para abrir la puerta.

-¿Cómo... Puedes... Subir... Esto... Cada día?- preguntó Fabi sin aliento.

-Un quinto piso sin ascensor es lo único que me puedo permitir, con mi sueldo-dije ofreciéndole agua mientras levantaba los hombros.

Las vistas eran maravillosas y quedaba muy cerca del Polimi. Amaba el techo inclinado que descendía desde la entrada al lado de la cocina y la sala, hasta el balconcito de mi habitación que dejaba ver el atardecer desde la cama y, a veces, la luna llena mientras subía hasta el tragaluz. Me encantaba contar estrellas cuando estaba despejado o escuchar el golpeteo de las gotas de lluvia en el cristal...

-Pero podría alquilar un departamento mejor para las dos-dijo después de tomarse todo el vaso de agua de un trago.

-¡No! Soy pobre pero independiente.

Jamás dejaría que alguien me mantuviese, sentía que era rastrero y despreciable.

-Ese orgullo no te llevará a un hombre millonario.

Me reí de lo que Fabi consideraba correcto. Su mentalidad de rica era sólo para ser más rica, pero no mejor persona o una mujer independiente. Ella se casaría en una fastuosa boda con cientos de invitados millonarios que llevarían trajes de diseñador y todo sería televisado como el evento del año; mostraría su título en un hermoso marco dorado en el pasillo de un lindo castillo, mientras sus millonarios invitados tomarían champagne en copas largas recorriendo los pasillos cubiertos de alfombras persas y cosas de diseñador; y sus perfectos hijos, mimados y educados, jugarían con su perro con pedigrí en su gigantesco jardín, mientras su marido leería el periódico y contaría chistes malos.

Yo en cambio necesitaba mi título para encontrar un trabajo medianamente bien pagado y seguir ahorrando para un coche y una casa. Tal vez después de un par de viajes encontraría a mi alma gemela, y tendría un hijo o dos máximo. Trabajaríamos como esclavos para darles un buen futuro pero si la crisis económica mundial seguía creciendo a ese nivel, tal vez tendríamos problemas económicos y un posible divorcio...

-Pensé que no te iba a encontrar-dijo Fabi sacándome de mis ensoñaciones.

-¿Por qué?-pregunté sin saber a qué se refería, mientras me dirigía al baño a peinarme.

-Es que no sé a qué hora coges el bus, sueles salir muy temprano, pero quería llevarte.

-Normalmente llego en 20 minutos-dije recogiendo mi cabello lacio pero encrespado en una coleta de color castaño oscuro.

-Ahora vas a llegar en 10-dijo asomándose feliz.

-Gracias -dije agradecida pensando en los pasajes que me podría ahorrar.

Tal vez, para el próximo cambio de temporada, podría comprar mucha más ropa, y tal vez tuviera para conocer Venecia sola por fin, si seguía trabajando como hasta ahora.

Bajamos las escaleras, cuando terminé de arreglarme. Fabi se colgó de mis hombros en el tercer piso, las gradas no eran para ella y menos con esos tacones del 15 que tenía. Pero ese edificio, a pesar de ser viejo, era muy bonito y económico.

Fuimos al Politécnico en un abrir y cerrar de ojos en el flamante coche de Fabi y nos sobró tiempo para su pasatiempo favorito: Juzgar tipos guapos que entraban a la facultad.

-¿Cuántos años le pones a ese?-me preguntó por un chico moreno de cabello negro rizado con un trasero muy bonito.

-Pues... 28, parece médico - dije pensando en su aspecto tan pulcro.

-¿Tú crees?-dijo ya imaginando una vida con él por como torcía su cabello alrededor de su dedo-¡Vamos! Podría ser un encuentro casual del destino- dijo mientras se bajaba animada en dirección al pobre tipo.

Me reí y salí del auto lo más deprisa que pude para alcanzar su paso. Aunque la ignoré felizmente cuando se tropezó "accidentalmente" con el que parecía médico...




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