El deseo que nunca esperé

La Propuesta

Recorrimos iglesias y un poco de la ciudad antes de que se hiciera de noche. Teníamos deberes y cosas que estudiar, así que regresamos tranquilos al tren cerca de las 6 de la tarde. Estábamos agotados y casi no conversamos.

Al llegar a Milán nuevamente, nos despedimos y nos separamos. Me mandaron en un autobús a mi casa, y Luca y Charlotte, cogieron otro. Luca vivía en un barrio cercano al de Charlotte y siempre regresaban juntos.

Llegué a mi casa y me quedé dormida de una, pensando en los exámenes que se aproximaban.

Así pasaron los días de Septiembre, y los de Octubre, nada especial, nada fuera de lo común. A veces, salía al parque o me iba a algún museo o cafetería con Luca y Charlotte. Me encantaba salir con amigos o sola por mi ciudad de acogida, aunque no lo hiciera amenudo.

Los fines de semana siguientes, Fabi cumplió su palabra y me llevó a Venecia, a la casa de Julieta; a Sicilia, con un bello yate de su padre al llegar a la costa para achicharrarnos como iguanas al sol; a varios castillos de la vieja Italia, que eran realmente hermosos con sus propias armaduras e historias que nos iban diciendo los guías; a veces, nos íbamos al spa o a visitar tiendas donde las tarjetas de Fabi echaban humo y, de vez en cuando, me obligaba a aceptar un pantalón o falda de 300€. A mí me parecía exagerado pagar tanto por algo que en las rebajas encontraba por el 5 o 10% del precio de lanzamiento, pero a Fabi nadie le decía que no, sobretodo cuando quería ir de fiesta...

En total asistí a 3 galas benéficas, 7 cumpleaños y 12 encuentros en discotecas VIP. No lo disfrutaba, pero tampoco lo desaprobaba del todo. Conocía a gente interesante, y me liberaba del estrés de clases el poder insultar a los hombres que pretendían a Fabiola con demasiada vehemencia, incluso a más de uno llegué a abofetearlo; por suerte, nunca me habían regresado el golpe. En esos momentos echaba de menos a Charlotte y Luca, para conversar y burlarnos de la gente cómoda y no trabajadora.

Había ocasiones en las que Fabiola iba con Paolo, pero aún así, no me dejaba en paz, ya que aunque el doctor fuera guapo y amable, ella deseaba a alguien con más dinero. Esa era la parte que no me gustaba de Fabi.

Pero la mayoría del tiempo sólo visitabamos sitios por carrtera.El coche de Fabi era hermoso y rapidísimo, casi no sentía los viajes y su amplio maletero podía tragar miles de fundas con ropa.

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La tarde del 31 de Octubre, estaba revisando una válvula de mariposa neumática para unas instalaciones industriales de lácteos a eso de las 3, cuando Fabi apareció sonriente meneando sus caderas entre las miradas de admiración de mis compañeros de trabajo. Me cogió de la mano y me sacó.

-Fabi, ¡Tengo que trabajar!-me quejé mirando hacia el despacho de mi jefe algo asustada.

-Ya te pedí permiso, además tu jefe ahora le está haciendo un favor a mi papá y está más que feliz.

Logré verlo en su oficina, mientras Fabi tiraba de mi brazo, y es cierto que estaba sonriendo, pero parecía forzado.

-Estoy pensando que tu padre es capo de la mafia o algo así, Fabi...

Ella sólo se rió y sacudió la cabeza hacia el cielo.

-¿Me puedes acompañar a una fiesta?-dijo suplicando con sus ojos tristes-Es de un amigo que no he visto en mucho tiempo. Va a ser una reunión tranquila, pero no quiero ir sola- me rogaba sujetando mis manos como si de la Santísima Virgen me tratara, con la cara de sufrimiento, plegarias y todo, incluso tuve que evitar que se arrodillase.

-Puedes llevar a Paolo-dije pensando en el que sí terminó siendo médico de nuestra facultad.

-No sería recomendable-dijo con tono de niña que acababa de hacer una travesura.

Eso lo decía siempre que quería pescar un trofeo con varios dígitos en su cuenta bancaria, y por como desviaba su mirada y retorcía su pelo, yo tenía razón.

-No me gusta que seas así, Fabi, y si te descubre, luego estás llorando días en mi sofá o me obligas a dormir contigo porque tienes pesadillas de quedarte sola-puse mis manos en las caderas enojada.

-No me va a descubrir, y si lo hace no importará si veo a Alberto.

Su cara era realmente radiante. Este no era un amor pasajero, este parecía un amor largo de años atrás, tal vez de su adolescencia.

-Por favor, mañana es festivo y yo te pagaré el día en el spa-no quería ir, así que quité las manos de mis caderas y las crucé delante de mi pecho-. Te regalaré todos los zapatos y botas que puedas cargar de mi armario.

Sus zapatos eran realmente hermosos... Pasamos por la puerta de entrada hasta el ascensor, y mientras descendía, seguía pensando en que los zapatos y los bolsos de Fabi eran muy bonitos...

Llegamos al sótano, y fue a por su hermoso deportivo rojo, después de un pitido causado por el botón de la llave de Fabi.

-Está bien, acepto tu propuesta pero sólo porque te ves muy ilusionada y no quiero que te droguen y te violen en tu fiesta-dije poniéndome el cinturón de seguridad.

Con un grito de triunfo, se lanzó hacia mí y me abrazó.

-¡Gracias! Te prometo que no te vas a arrepentir-dijo asfixiándome de la emoción.




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