El deseo que nunca esperé

El Estúpido

Empecé a caminar decidida hacia la limusina que acababa de llegar... Luego me empezaron a temblar las piernas, ¿En qué estaba pensando? Eso era allanamiento en toda regla, ¿y si me denunciaba? Pero sólo lo vería un minuto o dos máximo y me iría... ¡Sí, sólo eso y volvería a la granja! ¡No! A Milán. ¿Cómo seguiría mi vida? Bueno, un paso a la vez...

Reconocí la fachada del edificio y la fuente de la entrada al caminar mirando a todos lados, esperando a que saltara un perro furioso o un guardia armado. Si subía al tercer piso, llegaba a la habitación de Arnoldo, digo Alberto... 

-¡Espere! ¡Alto!-gritó un guardia corriendo hacia mí desde dónde Dios sabía donde a mis espaldas. 

Hice lo más lógico, correr para escapar. Y así llegué y choqué contra un enorme portón de entrada por estar viendo hacia atrás. 

Me abrió la puerta una señora de unos 40 años delgada y seria. 

-¿Quién es?-me preguntó confundida. 

-Lo lamento, necesito ver a Alberto-respondí viendo que el guardia estaba a pocos metros de mí. 

-No puedo dejarla pasar-dijo mientras cerraba la puerta. 

Empujé la puerta forcejeando con la señora, pero justo, el guardia de seguridad me agarró por la cintura y me arrastró. 

-Arnoldoooo-grité con todas mis fuerzas mientras me arrastraban y forcejeaba. 

La puerta se cerró sonoramente, y el guardia poco a poco me llevaba a la salida. Contra mi voluntad, mis lágrimas empezaron a caer y vi como moría mi oportunidad... 

-Si vuelve a entrar, me veré obligado a llamar a la policía-dijo el guardia ajustando su gorro. 

Me di la vuelta y Martina vino corriendo a abrazarme preocupada. 

-¿Estás bien? ¿Te hicieron algo?-preguntó revisando mi abrigo. 

-No-dije limpiando mis lágrimas con la manga. 

-¡Hey! 

Cuando escuché esa voz me giré esperanzada de que mi esfuerzo no hubiese caido en saco roto, pero no era Arnoldo, era el tipo lagarto. Lo reconocí luego de un rato que caminó en dirección a mí, pero no tenía una cara muy amigable. 

Martina se puso delante de mí para protegerme, pero la aparté y le dije que me esperara más adelante. 

-Eres realmente una descarada al llegar aquí y entrar a esta casa-empezó a hablarme señalándome con un dedo-, después de todo lo que has hecho. 

Retrocedí un poco asustada por su forma de hablarme, y solté mis brazos haciendo puños, por si acaso. 

-Yo sólo quiero hablar-dije con voz ronca. 

-¿¡Y dejarte contar más mentiras!?-me gritó haciéndome retroceder más. 

-¿En qué te he mentido? Yo sólo busco a Arnoldo, digo Alberto- respondí confundida. 

-¡Oh, pobre zorra! Le hiciste creer que no te importaba su dinero-señaló su dedo índice izquierdo con el derecho-, fingiste que te interesaba-señaló su dedo corazón izquierdo-, le robaste el novio a tu mejor amiga-estiró el dedo anular-, ella te descubrió cuando intentaste engañarlo queriendo hacer pasar ese bebé que es del exnovio de Fabi por el de Alberto... 

-¡Cállate!-dije gritando lo que más pude. 

Se asombró por el grito, pero enseguida recuperó su postura sobrada. 

-En primer lugar, nunca he mentido, ni a ti ni a tu amigo, ¿¡Acaso hemos hablado para que te pueda engañar!?-me estaba empezando a enojar. 

Su cara dudó por un segundo y su pose fría flaqueó por un segundo. 

-Si te dijo que se llamaba Arnoldo, era para que no lo encontraras. Es el nombre que usa con las perras fáciles de una noche-eso me sentó como una bofetada-. Él es muy conocido, y si no te dijo su nombre, era para que no lo encontraras. 

Me callé confundida, tal vez Alberto no era tan buen hombre... Sólo quería un poco de ayuda, pero no la iba a encontrar.

-Dile a Fabiola que no sabía quién era Arnoldo, ¡Nunca me dijo su apellido!-zarandeé mis brazos con fuerza hacia Lucciano, recién recordaba su nombre entre la rabia- ¡Yo no tenía ni idea de quién era hasta hace unos días! ¡Lo averigüé gracias a esa niña de allá!-señalé a la pobre Martina que esperaba asustada debatiéndose entre venir hacia mí o no- ¡La perra asquerosa a la que escuchas, se decía mi mejor amiga y cuando le pedí que averiguara quién era Ar... Alberto, esa falsa me ignoró, me bloqueó de sus redes sociales y vino a buscarle corriendo! ¡Ella sí por su dinero! Pero tú deberías saberlo. Tiene que haber jugado contigo también... 

Paré de gritar para coger aire en el momento en el que empecé a marearme y busqué a tientas algo detrás mío para no caerme, pero fue inútil. Sentía que me iba desvaneciendo lentamente... 

Martina me recogió del suelo, y me preguntó si estaba bien, mientras Lucciano me daba la espalda y se iba sin regresar a ver. Arnoldo era tan cobarde que no salía, y mandaba a su amigo a insultarme... 




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