Hablábamos a cada momento que teníamos libre, por móvil o por internet. Nos mandábamos fotos de lo que hacíamos y de los avances diarios de mi pancita. Arnoldo volvió dos semanas después con ropa para el bebé y juguetes.
-Es demasiado -le regañé mientras veía la cantidad de paquetes en la sala.
-¡No, no, no, no y no! Faltan muchas cosas. ¡Vamos a comprar! -exclamó mientras me cargaba.
-Ayer compré un coche con Luca y Charlotte -dije un poco avergonzada.
-¿Tus amigos de la carrera? -preguntó sonriente mientras yo asentía- No importa, falta la cuna, los walky-talkies, los juguetes... ¡Vamos a comprarte un vestido!
-Creo que esos arrebatos tuyos son malos para Aidan Mathew Arnoldo Tramonti Serrano- dije colgando en sus brazos.
-¡Hey! Eso me gusta -respondió feliz antes de besarme-. Pero sólo son tres nombres.
-Aún me falta elegir el último -dije sonriendo.
Me llevó hasta la puerta del cuarto en brazos, pero no al que era nuestro, sino al de invitados. Me puso de pie, y abrió la puerta. Había una cama de plaza y media y muebles bastante sencillos, el cuarto no estaba personalizado.
-Este va a ser su cuarto, pero no me gusta como está -me dijo analizando el espacio.
-¿Y dónde vamos a meter todo lo que hay?
-En la bodega -dijo señalando hacia la cocina-. Hay un cuarto de almacenaje detrás de la cocina.
-No sabía -dije asomándome por la puerta.
-No eres nada curiosa -dijo abrazándome por detrás.
Fui al cuarto y me cambié de ropa, había encontrado un vestido premamá hermoso de algodón ajustado de color celeste de cuello alto y mangas tres cuartos, que agradecí que Luca me hubiese dorzado a comprar. Me pinté ligeramente, y salí a buscar a Arnoldo que aprobó mi atuendo con un guiño.
Nos volvimos locos comprando cosas para Aidan. Incluso jugamos con los juguetes y nos inventamos historias. Después de pagar, juraba que la tarjeta casi se derrite de la cantidad exagerada que gastamos; pasamos por una tienda de ropa donde había un hermoso vestido rojo... Que no me quedaba por mi bebé, y me empecé a preguntar cómo quedaría después del embarazo.
Fuimos al cine, y me compró una ensalada para cenar, mientras él comía hamburguesa. Le miraba con mala cara mientras saboreaba esa delicia grasienta. Él sólo se burlaba.
Pasamos así dos meses más, con él yendo y viniendo y mi barriga creciendo.
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Ya estaba en mi semana 30, y me sentía hinchada y pesada. En 2 semanas serían vacaciones de Semana Santa, y le había prometido a Arnoldo que viajaría con él. Pero antes de eso, en cinco días era la boda de Mathew con Laura y viajaríamos juntos a a Oxford...
Esta vez quería sorprender a Arnoldo yo, y me fui a verlo en el aeropuerto de Milán. Esperé en la puerta pacientemente, como por casi una hora y lo vi llegar agotado, un poco ojeroso, tirando de una maleta grande.
Fui corriendo hacia él, y me lancé a su cuello como pude con mi descomunal barriga.
-¡Bienvenido a Milán! -grité emocionada.
-¿Cómo así estás aquí? -preguntó abrazándome.
-Quise sorprenderte -respondí antes de besarlo.
-Me encanta -dijo en mi oído con voz ronca, me ruboricé y me solté rápidamente.
Había dejado su coche en un aparcamiento cercano, siempre me había preguntado dónde lo dejaba. Llegamos a la casa y le serví la cena. Me senté en el sofá y él se tumbó en mis piernas mientras me hablaba de su viaje. Se bañó y llegó a la cama con el torso descubierto.
-Eres demasiado sexy -se me escapó en un suspiro.
-Tú eres la hermosa de la relación -dijo lanzándose a abrazarme, esquivando mi barriga.
-Soy una ballena -dije triste.
-¡No! Eres hermosa y llevas a mi hijo -dijo besándome el cuello.
-Se supone que eso me debe consolar -dije agarrando la manta nerviosa.
-No... Pero te puedo hacer dejar de pensar...
Me empezó a besar, y a dejar sin aire. Ya ninguno de los dos pensaba, y así seguimos hasta la mañana siguiente...
-Despierta -me susurraba una voz masculina -... Despierta princesa... Vamos a llegar tarde -dijo en mi cuello.
Me desperté de golpe y me senté con mis 7 meses de embarazo. Cada vez, mi barriga estaba más enorme y pesada. Me costaba respirar y aún peor, era caminar. Pero ya faltaba poco y tendría a mi Aidan en brazos. Mi mamá molestaba con que tenía que casarme antes de que naciera, pero era algo vergonzoso tocar el tema con Arnoldo. Además de que siempre me había prometido que me casaría con el hombre del que estuviese enamorada y no por obligación de un bebé.
-¿Qué gano levantándome en este momento? -pregunté con voz pastosa.
-Puedo aprovechar, y hacerte disfrutar un ratito -dijo con esa voz irresistible.
-Me parece injusto que hagas todo el trabajo -dije burlándome de él -, pero podríamos ir a jugar al hidromasaje de ahí adentro -señalé el baño con mi mano.
Editado: 10.02.2019