— Madison, llegarás tarde a la escuela.— reprende mi madre.
Me remuevo entre las sábanas dando gruñidos. Apenas dormí una hora. Fue una noche muy dura. Mi mamá obviamente no me creyó cuando le conté en llanto los sucesos. "Solo fue una pesadilla" me dió como respuesta.
Aletargada me levanté. Agradecía que mi madre haya traído mi uniforme y demás cosas hasta aquí. No tenía pensado volver a mi habitación un buen tiempo.
"Amigos" "Etereum" "Ayuda" "Peligro" "Madison" susurros y más susurros. Las clases pasaron fugaces, no pude prestar atención debido a los persistentes susurros. ¿Me estaba volviendo loca? ¿Era eso acaso?
La paranoia me acompañó de camino a casa. Me sentía observada. Constantemente volteaba a asegurarme que nadie anduviera siguiendome. Al llegar a casa pensé estaría tranquila pero no. Tenía la misma sensación, lo perturbador... estaba sola en casa, mi madre salía como a esta hora de trabajar y pasaba a recoger a mis hermanos.
"Etereum" "Etereum" "Etereum" los susurros se incrementaban e hicieron más fuertes. Los oídos me sangrarían si los chillidos no paraban.
Caí de rodillas en medio del pasillo con las manos tapando mis oídos.
— ¡Cállense! ¡Silencio! ¡Silencio!
Manos atraparon mis hombros. En defensa me las quité y empujé con brusquedad. Las voces se callaron. Mi cuerpo tenso, mi corazón aún martillaba mi tórax y mi mente aún estaba alterada. Reparé en la presencia de mi madre y mis hermanos, quienes me miraban pasmados. Mi madre yacía en el piso como yo. Había empujado a mi madre. Intenté reincorporarme...
— Perdón... mam-
Los chillidos volvieron aún más potentes como filosas cuchillas en mis oídos, devolviéndome al piso. Lágrimas ardientes de dolor se deslizaban por mis mejillas.
— ¡Silencio! ¡Por favor! — rogué en alaridos. Empecé a tambalear entre la consciencia e inconsciencia por el dolor intenso. Mi cuerpo convulsionó; antes de ser engullida por la oscuridad, atisbé a aquel hombre de gabardina detrás de mis hermanos.
— Madison... Madison.
— ¿Uhmn?
— Te ausentaste por un breve momento. Me comentabas sobre tu pesadilla. — aclara con bolígrafo en mano la mujer de bata blanca tras el escritorio.
—No fue una pesadilla.
La mujer entrelaza sus manos sobre el escritorio. Hace una pausa antes de hablar.
— Madison. Tu madre me informó que los episodios de voces habían desaparecido por años. Quisiera saber el por qué volvieron y que fue lo que desencadenó las alucinaciones.
"¿Alucinaciones?" Pensó Madison. Soltó una risa burlona que en cuestión de segundos cambió a una risa macabra, casi psicópata.
— Madison. ¿Qué es gracioso?
Madison enarcó una ceja sin perder la sonrisa maníaca, tomando la placa entre sus manos y leyó "Susan Wayne - Psiquiatra".
— Etereum. — miró atrás de la doctora — Descanse en paz, Dra. Wayne.