El despertar de Anubis.

CONOCIENDO A SIPTAH

En las semanas siguientes mi recuperación ha mejorado considerablemente y gracias a ello me encuentro en optimas condiciones, por lo que he comenzado con mi tarea de entrenar a Anatis en sus habilidades con la piedra Ben Ben, al igual que con algunas artes marciales y con el manejo de lanzas y espadas, y por medio de indicaciones le sugiero como debe realizar sus posiciones y movimientos, ya que no quiero que algún día ella tenga que depender de un hombre para defenderse o para que peleen por ella o sus ideales.  En  el transcurso del tiempo en que se ha ido aumentando el nivel de los entrenamientos, se ha unido Anubis, ya que un día, cuando estaba jugando con Anatis en las afueras del palacio, Anatis sorprendió a Anubis al derribarlo con un buen movimiento de sus brazos para utilizar el peso de Anubis a su favor. Ante tal acción, Anubis se sorprendió tanto que le pregunto a Anatis como fue que lo aprendió, y ella le confesó sobre las clases que le he estado dando, así que Anubis decidió unírsenos, pero le pedí de favor, que jurara que jamás se lo contaría a los otros Agharti, ni a su madre y ni a los esclavos, a lo cual él acepto sin dudar, ya que si rompía con su promesa, yo dejaría de darle el entrenamiento y le impediría ver de nuevo a Anatis. 
En estos momentos les estoy enseñando movimientos con palos largos, para que no se lastimen entre si. Anatis demuestra una temprana agilidad, mientras que Anubis hace muestra de una gran cantidad de fuerza, aunque debo confesar que le hace falta concentración en los movimientos de su oponente, ya que Anatis lo derriba en varias ocasiones, pero Anubis se enoja y aumenta de fuerza sus ataques, con tal de lastimar a Anatis hasta que interpongo mi cola entre los dos, y le sugiero que elimine la ira de sus ataques, pues la mejor forma de enfrentar a un oponente es hacerse uno mismo con su oponente, al observarlo profundamente, comprenderlo en todos los sentidos, como su ira, su motivación por la lucha, la posición que tiene para defenderse y atacar, pero principalmente no debe de perder de vista su mirada, ya que esta puede decirle  todo, y que no olvide jamás lo mas importante ante todo, lo cual es estar bien con uno mismo para así poder estar bien con y contra las personas, para que de esta manera uno mismo pueda dar lo mejor a la hora de la batalla.  
Anubis se enoja con el consejo, ya que piensa que no le sirve de nada hacerse uno con el enemigo, si al fin y al cabo es su enemigo, y para hacerle ver la verdad de mis palabras, le pido a Anatis que le demuestre al muchacho como se debe compaginar uno con el enemigo sin ninguna arma. Anubis se confía demasiado, debido a que el es más fuerte y grande que Anatis y piensa que ella no podrá ganarle, pero se demuestra su confianza mal infundada al primer golpe que le lanza a Anatis, el cual ella lo elude fácilmente para después tomarlo del brazo y con la misma fuerza del golpe lo lanza por los aires.  Anubis se molesta aún más y con un palo en la mano intenta de nuevo lastimar a Anatis, pero la pequeña golpea el palo con sus piernas mientras ella lanza su cuerpo hacia atrás y con ayuda de sus pies apoyados en el estomago de Anubis, logra conectarle una patada en su mentón que lo lanza de nuevo por los aires, y al aterrizar, Anatis logra hacerse del palo de Anubis. El muchacho tras reponerse toma el palo de Anatis con sus manos y se prepara para atacar con toda su fuerza y rabia a la cara de Anatis, pero al ver lleno de rabia a Anubis, les digo que ya es suficiente por el día de hoy, y le pido a Anubis que reflexione en lo que le dije y que no regrese al día siguiente, sino hasta dentro de tres días más, para que así logre calmarse y pensar con claridad, lo cual el no lo acepta tan fácilmente al principio, pero termina por resignarse, y tras alejarse. Me acerco a mi pequeña para felicitarla y le comento que me sorprendió en como se apoderó del palo, y ella me confiesa que cuando nos encontrábamos en Shambala, se la pasaba jugando con palos simulando espadas y lanzas contra los niños de la ciudad.  Pero no me sorprenden las palabras de la niña ya que me imaginaba tal respuesta.

Una semana después tras el regreso de Anubis y una leve mejora en su estado de animo, decido dar un descanso al entrenamiento, y les sugiero que vayan a divertirse a las afuera de la ciudad, aunque en realidad mi plan es que Anubis le enseñe a Anatis a montar a caballo, lo cual puede ser de gran utilidad para ella. 
Los dos salen de la ciudad, cada quien en su respectivo caballo, Anubis monta su corcel negro de melena larga blanca y de imponente figura, mientras que Anatis monta una yegua color marrón de esbelta figura, que le permite ir a más velocidad. Ambos sólo trotan por el camino, debido a que Anatis aún no sabe como cabalgar a gran velocidad, y Anubis tampoco es un excelente jinete que digamos, pero tras una plática que tienen, Anubis reta a Anatis a cabalgar a alta velocidad,  y ella acepta. Así es como ambos cabalgan a todo galope por las dunas del desierto, pero sin alejarse de un pequeño y escaso riachuelo que hay en su camino, ya que es en caso de que se sientan sedientos y quieran pararse a tomar un poco de agua. Pero al aumentar la velocidad, Anatis poco a poco se comienza a llenar de miedo al no saber como frenar al caballo, aparte de que no hace mucho caso a las indicaciones que le da Anubis de como controlarlo, pero aun así continua aumentando la velocidad el caballo, hasta que atraviesan el riachuelo donde el corcel de Anubis que va detrás del de  Anatis, que tras el galope veloz, logra sacar del agua un erizo puntiagudo que se clava en la parte trasera de la yegua de Anatis, lo cual provoca que se descontrole por completo, aumentando así la velocidad sin hacer caso de las ordenes de Anatis. Anubis trata de alcanzarla, pero la yegua es demasiado rápida, aparte las habilidades de Anubis cabalgando a todo galope no son tan buenas, pero aun a pesar de ello no los pierde de vista. Anatis se siente muy asustada, ya que teme caerse del caballo y se aferra a las correas de la yegua agachando por completo la cabeza. En el trayecto por el desierto, pasan junto a un rebaño de cabras cuidadas por un niño campesino montado en un caballo pinto, a quien Anatis le grita auxilio y que la ayude a detener el caballo. El niño logra escucharla y arranca a todo galope tras Anatis, con una gran maestría que denota que el niño es todo un jinete del desierto, Anubis quien se queda detrás de ellos se percata de la situación y no quiere que el desconocido se lleve toda la gloria, así que sin pensarlo dos veces arranca a toda velocidad, pero le es aun imposible alcanzar a Anatis y a su perseguidor, pero aun así trata de dar su mejor esfuerzo. El niño continua a todo galope saltando de vez en cuando una que otra piedra para alcanzar a la asustada yegua, hasta que por fin le da alcance y agarra las riendas de la yegua, pero esta no quiere detenerse, así que decide jalar a Anatis a su caballo, y al lograrlo, sabe que no puede dejar a la yegua sola a su suerte, ya que mas adelante se haya un cañón con un precipicio, es por ello que decide montarse en la yegua para intentar detenerla, por lo que da su mejor esfuerzo para calmarla, pero el animal esta demasiado agitado por el dolor que le causa el erizo, y el niño tras no poder calmarla como lo hace normalmente con otros caballos, sospecha que algo anda mal y tras buscar la razón por la que el animal se encuentra en ese estado, se percata del erizo, así que decide quitárselo, ya que a unos cuantos metros se encuentra el cañón, pero al final logra quitárselo y tras jalar fuertemente las riendas, la yegua se detiene en seco en el borde del cañón, pero gracias al frenado repentino el niño es lanzado al vacio, pero afortunadamente logra agarrarse de una saliente, aunque sin suficiente apoyo para subir, por lo que se ve en serios problemas. 
Anatis y Anubis se dan cuenta de lo sucedido y cabalgan hacia donde se encuentra el niño para saber si aun están a tiempo de ayudarlo o no. 
Ambos descienden de los caballos y  al acercarse a la orilla se dan cuenta de que el niño esta a unos cuantos metros de donde están ellos, por lo que buscan una cuerda para ayudarlo, pero no encuentran ninguna, así que Anubis decide amarrarse en los pies las correas de su caballo para poder bajar, pero ni aun así lo alcanza, y viendo que el niño no puede resistir más, Anatis sin pensarlo dos veces baja por el cuerpo de Anubis y le pide que la sostenga de las piernas para poder ayudar.  El niño no aguanta más, y cuando esta a punto de soltarse de la saliente, Anatis logra sostenerle del brazo, de esta manera los tres quedan colgados en el acantilado y Anubis le pide al caballo que los jale, pero al hacerlo, las riendas no resisten el peso de ellos, por lo que el nudo que sostenía a Anubis se resbala por completo, lo cual provoca que los tres niños sin soltarse entre sí, se precipiten al vacio. Todos gritan en la caída y se sienten perdidos, pero de repente la piedra Ben Ben de Anatis empieza a brillar intensamente, y comienzan a flotar por los aires,  gracias a ello descienden lentamente hasta el fondo del acantilado, dejando a Anubis y a los niños sostenidos de la sorprendida de Anatis, quien no sabe como pudo lograr tal hazaña.




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