Las olas resuenan en aquel inmenso mar que divide a los dos reinos. Cuenta la leyenda que siempre habían estado unidos, el reino de Dante y el reino de Catriel, hasta que su perdición llegó en forma de una joven con prominente cintura, amplios muslos y seductora sonrisa, llamada Judith.
Ambos reyes la querían, la deseaban. El deseo logró llenar todos los recovecos de su mente convirtiéndose en locura, dejando aquel vínculo de amistad y solidaridad de lado, las armas se alzaron y la guerra comenzó.
La primer batalla sangrienta que conoció esta tierra, transformada en llanto y en dolor. Los Dioses, desde lo alto de las montañas y de las nubes, se cansaron de observar este baño de sangre y decidieron dividir esta tierra con un cuerpo acuático que terminara mucho más allá de donde llega la vista. La belleza de Judith fue transformada en el mar que dividiría la otrora amistad de estos caballeros por haber manchado a la tierra con sangre. Así nacieron los dos reinos, el de Dante y el de Catriel.
Junto con las estrellas nacieron los Dioses que dominan este mundo. Mica es la Diosa y guardiana del cielo y las nubes, Mau es quien gobierna al sol y a la luna, Zar es la encargada de la tierra y todo lo que habita en el ancho mar y Risto como aquel dueño del rayo y la tempestad.
Luego de siglos conocieron el aburrimiento, habían creado la tierra, pero estaba vacía, se les ocurrió jugar y decidieron crear otros seres semejantes en apariencia física a ellos, para hacerlo usaron su propia carne y sangre, creando así a los primeros humanos.
Y fue cuando encontraron su primera falla en la creación, eran huecos, incapaces de alguna idea o actividad. llegaron a la conclusión de que no podrían ser solo fichas que deberían trasladar de un lugar a otro, sino que estaban creados con su propia masa, así que necesitaban un cerebro y una conciencia.
Dieron a luz a los árboles para que el hombre use su madera, dieron a luz a las bestias para que se alimenten con su carne y vistan su piel, el sol y la luna les darían energía, de día trabajarían, y de noche dormirían, todo fue creado para merced del hombre.
Sin embargo, su creación no estaría a salvo por siempre. Junto con los Dioses y las estrellas nació otra criatura, Apocalípto. Un dragón de escamas azules que voló durante miles de años por el cosmos, hasta que encontró la creación divina y la odió.
Con un rugido infernal abrió el cielo y con brasas que escapaban de sus fauces la humanidad se vio diezmada.
Los Dioses tocaron la tierra para acabar terminantemente con esta amenaza, pero para su sorpresa era implacable, dió a conocer a los inmortales la furia, la desesperación y el miedo.
Con gran astucia los Dioses lograron encerrar a la Bestia bajo tierra, en una montaña con lava, que luego se conocería como volcán, este nefasto ser dormiría, pero sus captores sabían que ese sueño no iba a ser eterno. Con el dominio de los elementos forjaron una espada que fue enviada a la tierra, para que la humanidad pueda blandirla en el momento que les toque volver a ver los vacíos y aterradores ojos de Apocalípto.
Este volcán está ubicado a las afueras de la ciudad del fuego, que es donde se desarrollará la siguiente historia.