El Reino Del Fuego

Las cinco ciudades son las que conforman el reino de Dante.
La ciudad del rayo. La más avanzada tecnológicamente.
La ciudad de la roca, con los soldados más fuertes que algún reino haya visto.
La ciudad de Bronce, conocida por su alto nivel de comercio
La ciudad de Dante, la capital del reino, cuyos herederos controlan el reino.
La ciudad del Fuego, apodada así por el volcán que se encuentra afuera de la misma.

Las murallas de roca han resistido el paso del tiempo, los guardianes del muro, ahogados de paz, no están listos para la guerra, menos para lo que está por acontecer.

Desde el alba se dedican a la perfección de sus empresas, son una nación muy disciplinada.

Las casas son de piedra, madera y paja, solo hay un camino real, hecho de piedra, que conduce a la formidable fortaleza que los ciudadanos llaman castillo. Lugar de reunión de consejeros y gobernantes. Detrás de las puertas nos recibe un enorme salón de seis columnas acompañadas por una alfombra roja que se dirige hacia la escalera que da lugar a un corredor, sobre el cual podemos encontrar el salón de debate.

Consiste en un semicírculo donde los presbíteros, consejeros y generales del ejército se reúnen a debatir, todo en presencia activa del Gobernador Yumil.

Si continuamos sobre el corredor, nos lleva hacia otra escalera, hacia donde la gente llama "la sala feliz", el salón de fiestas y banquetes y en las torres del castillo encontramos las habitaciones reales.

Muy cerca del castillo el ruido y el calor del metal anuncian a la herrería de la ciudad, encargada principalmente de las armaduras, espadas y escudos del ejército real.

Casi en el centro del pueblo, el verde césped marca a la plaza pública, se la conoce como escenario para anuncios reales como impuestos, mandatos y también para las ejecuciones de bandidos y traidores.

En uno de sus extremos encontramos a las puertas del cuartel, los ciudadanos al acercarse podían escuchar el metal de los hombres en pleno entrenamiento como también el relinchar de los caballos dentro del establo. A su lado se encuentra la prisión y campo de trabajo para los prisioneros.

No permitían a los militares mezclarse con civiles, con ese fin tenían su propia taberna, dónde servían más variedad de vinos que en la taberna del pueblo, hasta incluso sus propios mercados de víveres y tiendas de tela, este mismo se encontraba al principio de la calle comercio, dónde por tres kilómetros, los comerciantes ofrecían variedad de elementos a distintas personas del pueblo, que se trasladaban hasta allá, desde cualquier punto de la ciudad, para poder conseguir lo que buscaban.

La oscuridad de la noche servía para resaltar las luces del burdel, dónde solo permitían pasó a aquellos de la clase dominante, los más acaudalados. Casi todos ellos habían visitado alguna vez este lugar.

Día tras día transcurrían de diferentes maneras para algunos pobladores, pero nadie escapaba jamás a la rutina. El día se marchó, la noche arrimó, lo que también daba inicio a la guardia nocturna del cuartel. Entre cinco y diez hombres, como mínimo, deberían estar toda la noche en aquel lugar, turnandose para dormir con el fin de siempre estar alerta ante cualquier emergencia, aunque hace mucho no pasaba nada que ellos definirían como interesante, ni siquiera peleas entre prisioneros, quizá el hecho de que últimamente sean pocos ayude a mermar conflictos.

El General toma su armadura con el fin de marcharse, una visita en el burdel lo esperaba, luego de eso la taberna debería recibir también su adorable visita.

—Dejo a cargo al cabo primero Brandon. Yo estaré dónde siempre, saben que hacer si ocurre algo, no molestarme — concluye con una sonrisa y se marcha.

—Muy bien — dice el cabo tomando la palabra —ya oyeron a su General ¿Quién será el primero en permanecer de cuartelero?

—Yo lo haré señor — Dice el soldado Maratón.

Y esas fueron las primeras palabras del héroe de esta historia.

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