Brotaban cantos en la cantina de los soldados. El ron y el vino no se hacían desear en las mesas, soldados de diferentes jerarquías y edad se juntaron para cantar al unísono y celebrar un momento que, como todos, no se repetiría. Se celebra el primer año de mandato del General Crock
—Hombres — dice el soldado condecorado, sosteniendo su jarra de vino, tratando de captar la atención de todos sus pares —Eh tenido muchas bendiciones — dice con los ojos inundados de brillo —pero tener a mi mando a esta tropa fue la mejor de todas ellas.
Sus palabras ocasionaron gritos de celebración y grandes alabanzas, haciendo que pause su discurso.
—Todas las medallas que guardo sobre mi pecho, se las debo a ustedes. Ni el más brillante general podría ser condecorado sin la ayuda de sus leales subordinados. No soy el más inteligente, tampoco el más fuerte, ni el más valiente, pero podré lograr lo que sea mientras ustedes sigan siendo mi fuerza.
*Por el General*
Gritan aquellos soldados, con el corazón en sus bocas.
Mientras la felicidad y la alegría inundan un pequeño rincón de la ciudad, en las afueras, aquel apacible volcán, pero aterrador para los supersticiosos, comienza a agrietarse desatando sismos que sacuden la ciudad. Los centinelas pueden divisar a una criatura provocando aquellas grietas y temblores. Algo emergía del ardor de la lava volcánica, los soldados del muro fueron los primeros testigos del terror y la desesperanza.
La oscuridad de sus ojos marcaba un desastroso final para todo aquello que camine sobre tierra. El infierno despertó y todos estaban condenados.
Con ansias de venganza, abandona su prisión divina, después de siglos de encierro.
Los rayos del sol se atemorizaban con sus escamas azules, sus ojos negros veían de nuevo a la creación divina, que tanto aborrecía. Lanza un rugido infernal, mayor al de cualquier bestia, secando los labios, estremeciendo los corazones, haciéndolos correr y perder el control del miedo.
—A LAS ARMAS — grita el General, empuñando su espada, ante los estupefactos hombres que no podían moverse.
—AL CUARTEL TENEMOS QUE ATACAR — emprendieron la carrera hacia donde residían sus esperanzas de contraataque.
—Preparen las catapultas, ahora mismo, no hay tiempo que perder.
Para refugiarse del miedo seguían las órdenes de su superior.
—Hoy les enseñaré a matar a un dragón — dice repleto de vigor.
Antes de que los soldados puedan prepararse, la bestia lanza el primer disparo, derribando los muros de la ciudad.
Las puertas del castillo resuenan de golpes, los aldeanos se aplastan contra ellas buscando escapar de su perdición.
A pesar del caos y la conmoción, pudieron preparar sus armas de defensa.
—FUEGO.
Las catapultas ocasionaron una lluvia de rocas, pero aquel demonio ni se inmuta. Desplegando sus alas comienza su fatal aleteo, derribando las casas y arrastrando los cuerpos con su propio vuelo. Se veía hasta tres veces más grande y aún más pesadillezco.
Emprende vuelo cayendo como meteorito sobre la estructura más grande construida por el hombre, el castillo. Lo desmorona a sus pies de un solo golpe, ignorando los gritos de dolor y los clamores de auxilio, sus vidas se apagaron bajo los escombros del lugar.
Un segundo rugido se escapa de sus fauces, seguido de incontables brazas que envuelven todo lo que quedaba de aquella sociedad. Sólo con su aleteo era capaz de ocasionar la fuerza de un huracán, el fuego no hacía falta, pero él quería ver la ciudad arder, deseaba a la creación divina hecha cenizas.
Entre el fuego y los escombros un soldado blandía su espada.
Desorientado, Maratón ve a todos sus colegas sin vida y la ciudad que juró proteger, envuelta en llamas. El humo y la confusión nublaban su vista, sólo podía preguntarse si aquel nefasto ser aún seguía sobre su tierra, y un estruendoso tercer rugido le dio la respuesta.
Pudo ver con sus propios ojos a aquel demonio de la leyenda. Aprieta su espada con fuerza y corre hacia él dando su último aliento en un grito que escapaba de su pecho, iba a enfrentarlo, aunque ya no quedara nada.
El dragón vuelve a aletear, echando a tierra al último hombre en pie, se aleja, como el sol cuando de aproxima la noche, a sembrar el terror en otras partes del mundo.
Maratón, en lo limitado de su humanidad, solo puede mirar al cielo, repleto de cenizas y dejar escapar sus últimas lágrimas, hasta que sus ojos se ven iluminados por la hoja brillante de una espada dorada que yacía sobre los escombros.
Por supuesto, recuerda aquella espada de la leyenda. Con sus brazos logra arrastrarse hacia ella y poner su mano sobre el mango, como si aún tuviera fuerzas para pelear. La hoja comienza a aumentar su brillo, se ve obligado a cerrar los ojos ya que lo estaba cegando y cuando los abre encuentra un mundo diferente.
--------------------------
Los tambores sonaban y los soldados formaban, era el ascenso de jerarquía de un oficial, Crock, iba a convertirse em General.
—¿Que es esto?- dice Maratón, desde la tercera fila, moviéndose de manera desesperada
—¿Donde estamos? ¿¡DONDE!? Los vi morir
—Soldado ¿Cuál es su problema?
Puede ver a su General, vestido como un soldado de gala, claro, porque aún no era su general, ese mismo día era su nombramiento
—Hemos retrocedido un año.
------------------------------------------------------------
#viajeseneltiempo ñ.ñ como en avengers, pero sin tanto presupuesto.
No se olviden de que tengo instagram: experimental_wattpad (aunque también estoy en booknet).