Las palabras, en diferentes formas y voces, van y vienen del salón de debate. Yumil, el gobernador, solo se limitaba a observar, con una mirada indesifrable.
Gobernadores, como sabios, presbíteros y miembros de la armada, lo rodeaban en un presuntuoso anfiteatro, las miradas caían agudas, como flechas, y los gritos despertaban ante cualquier exclamación.
Maratón intentaba convencerlos de lo que vió, pero los ancianos y consejeros se mantienen escépticos. Su mayor reto era Rito, un consejero cuya retórica era capaz de dejar sin mancha a un asesino psicópata.
—Caballeros — dice Rito tomando la palabra —Analicemos con detenimiento lo que este soldado está diciendo a viva voz hace casi un año. Según él, y corrígeme si me equivoco, aquél Dragón de la leyenda, Apocalípto, despertará y consumirá la ciudad, dices que tú fuiste el único sobreviviente y te salvó aquella espada, tambien de leyenda, ¿no es así?
Maratón simplemente asiente con la cabeza, sabe que puede ser peligroso responder más que lo justo y necesario.
—Ahora dime — continúa —¿que sucede con el palacio, que sucede con este castillo?
—Apocalípto aplasta el castillo — responde con voz fría
—¿Con todos nosotros adentro?
—Así es, nadie consigue salir con vida.
—De modo que estás afirmando que Yumil, tu líder, será aplastado por una bestia mitológica en una semana.
—Solamente estoy diciendo lo que ví.
—Está bien. Ahora dejemos de analizar el relato y analicemos al relator. General Crock, usted conoce al soldado Maratón, dígame ¿Hace cuánto está en servicio?
El General mira al soldado, luego suelta un suspiro y se moja la lengua antes de responder.
—Ocho años señor.
—Muy bien, casi toda una década. Y dígame ahora ¿Este uniformado tiene algún logro destacable en su carrera?
—Siempre fue un hombre dedicado al servicio, cumpliendo con responsabilidad cualquier tarea que se le mandó.
—Entiendo, cómo cualquier otro hombre en la fuerza, pero pregunté si tenía a su nombre algún logro destacable, algo que, alguna vez, lo haya hecho resaltar de los demás
De nuevo demora en responder.
—No se ah registrado ningúna hazaña por parte del soldado — dice al fin.
—Ninguna hazaña o logro destacable en ocho años de servicio... Está bien, un hombre responsable, pero ¿Cuántos de ustedes, honorables caballeros, han oído el nombre Maratón? Ninguno ¿No es así?, No voy a tratar a un soldado de loco ni de mentiroso, no sé qué podría ganar con eso. ¿Pero debemos hacerle caso a un hombre completamente desconocido que vocifera sobre un mito?
—No es un mito — responde Maratón —es tan real como usted y todos los presentes.
—Hemos avanzado mucho como ciudad ¿vamos a retroceder siglos y a volver a creer en cuentos de hadas?
—Los dragones fueron reales.
—Si, bien lo dijo, fueron, el hombre pudo con todos ellos. El relato de Apocalípto se trata, realmente, de un dragón que atacó algunas aldeas, en el momento en el cuál, la humanidad estaba aprendiendo a cazar y a pescar, evolucionamos, crecimos, un dragón ya no es una amenaza.
—Lo que vi fue una bestia mucho mayor a aquellas que hace tiempo se extinguieron.
—Lo que vio usted... Los días pasarán, soldado, cuando el tiempo pase y nada ocurra, usted se volverá el hazme reír del pueblo. El puesto de Buffon puede estar disponible.
—Señor, no pienso permitir que me falte el respeto. Ahora ustedes — dice dirigiéndose a los demás integrantes de la reunión —señores, está en sus manos el futuro de la ciudad y de la vida como la conocemos, si se dejan guiar por las palabras de este hombre, perderán todo lo que aman a manos de lo que, equivocamente, llaman mito.
Luego de esas palabras, murmullos y las señas despectivas se adueñan del lugar.
—Jueces — dice Yumil —¿Tienen algún veredicto?
—Después de escuchar los argumentos de los exponentes. La corte decide hacer caso omiso a las advertencias del soldado Maratón. Sin embargo, parte de la población se encuentra paranoica por el relato, con el fin de obtener su calma, serán colocadas trampas y guardias el día en el cuál, supuestamente, ocurrirá el hecho. Así mismo, se prohíbe al soldado Maratón seguir divulgando lo que nos ah dicho. Fin del veredicto.
Los han asesinado, los asesinaron a todos. Pensaba aquel soldado, mientras la humillación, y el gusto amargo de la derrota pasaban por su garganta.
Las campanas sonaron en la ciudad del fuego, pero nadie tuvo oidos para escucharlas.
Los días pasan y aquella pesadilla está apunto de repetirse. Maratón solamente pidió estar en una de las torres de vigilancia. Fue observado por todos sus colegas, en cada uno de ellos estaba la palabra "loco".
Las trampas se encontraban afuera, seis catapultas apuntando a los pies del volcán, donde saldrá la bestia, tres de cada lado, lo que ocasionará una tumba de rocas. En los muros se concentraba la mayor cantidad de soldados. Claro, que ninguno de ellos creía en lo que pasaría, así que solo sostenían vagamente su arco o se apoyaban de manera holgazán sobre sus lanzas.
Maratón no podía recordar la hora exacta en la que ocurrió todo, eso hacia que se encontrara aún más nervioso, ya que podría suceder en cualquier momento del día.
Para sorpresa y terror de todos, un sismo empezó a sacudirlos. Las expresiones de miedo y asombro se vieron presentes.
¡¡¡Está ocurriendo!!!
Se escuchó a un soldado gritar.
Al ver a ese imponente demonio, activaron las armas, pero no pudieron neutralizar a la bestia. Tomó vuelo y disparó dos gigantescas bolas de fuego, destruyendo los grupos exteriores de defensa.
En los muros las flechas no se hicieron esperar. Apocalípto al verlos se llena de rabia, esos miserables insectos ozaban a desafiarlo, lanza aquel estruendoso sonido de sus fauces y se dispone a atacar nuevamente.
Maratón podía observar desde la torre de vigilancia, se idealisó más valiente en esta ocasión, creía que la criatura no podía volver a atemorizarlo, pero se equivocó. Estaba completamente sumido en el terror.