El despertar de la bruja violeta

El despertar de la bruja violeta


La muerte es inevitable, incluso para las brujas que desafían las leyes naturales de la física. Esto lo sabían bien, por lo que hacían todo lo posible para prolongar sus vidas.
Sin embargo, corría un rumor entre los aquelarres de que una bruja consiguió superar a la muerte y obtener la inmortalidad.
Esa bruja era conocida como “la bruja violeta”, debido a sus ojos de color y su peculiar aura que emanaba de su cuerpo. Se decía que era alta, esbelta, de largos cabellos oscuros y con poderes inimaginables, propios de los dioses.
Muy pocos la habían visto y, los que la conocieron, dijeron haber sentido un olor putrefacto, como el de un cadáver pudriéndose. Otros la describieron como una mujer demonio, con cuernos y alas de murciélago capaces de ocultar al sol.
Por supuesto, todo eso eran exageraciones propias de los rumores, que siempre tendrían a tergiversarse según sea quien los contara.
Aun con todo eso, muchas brujas anhelaban conocer el secreto de la bruja violeta para evitar la muerte y romper con esa ley inquebrantable de la naturaleza. Las más cautas aseguraban que esa criatura era diabólica, por lo que debían evitarla si querían tener paz. Pero las más rebeldes y arriesgadas, probaban con toda clase de conjuros, cánticos y ritos de invocación para atraerla hacia sí y hacer sus sueños realidad.
Entre ellas se encontraban Blanca y Rosa, quienes sentían curiosidad por saber sobre la bruja más mítica del mundo y si era capaz de cumplir cualquier deseo, incluso el de otorgar la inmortalidad.
— Dicen que los deseos que puede cumplir son ilimitados – dijo Blanca, mientras trazaba un círculo por el suelo.
— También se cree que le vendió el alma al demonio para no morir jamás – continuó Rosa, mientras colocaba las velas alrededor del círculo.
— ¿No sería eso peligroso? – preguntó Blanca – Mamá siempre decía que involucrarse con el diablo era un pase al infierno.
— Blanca, somos brujas – dijo Rosa, encogiéndose de hombros – ya por el solo hecho de practicar la magia estamos condenadas de por vida.
Una vez que terminaron de preparar el escenario, ambas se sentaron al centro del círculo, tomadas de las manos y recitando el siguiente conjuro:
Por el poder de todo lo profano y sacro,
Por las oscuras fuerzas del mal,
En nombre de todo lo prohibido,
Te invocamos,
Sagrada bruja violeta
La diosa de la inmortalidad
Cumple nuestros deseos
Y te juraremos eterna fidelidad.

Un viento sopló, provocando que las velas se apagaran.
De pronto, el cielo se volvió tormentoso y el choque de las nubes provocó la aparición de truenos y relámpagos, que espantaron a las jóvenes.
Luego de eso, un haz de luz se manifestó ante ellas y, por el tono morado, asumieron que el rito de invocación fue un éxito. Así es que aguardaron a que adquiriera forma.
Pero en lugar de materializarse en una mujer esbelta y alta, solo surgió una pequeña niña de cinco años, de cabellos enrulados, vestido negro y ojos violetas.
La niña levantó la cabeza para mirarlas y les preguntó, con un tono de voz chillón propio de los niños:
— ¿Qué se les ofrece, seguidoras de lo prohibido y profano?
Tanto Rosa como Blanca quedaron mudas del asombro, preguntándose si cometieron algún error durante el ritual. Pero para descartar cualquier duda, Rosa preguntó:
— ¿Eres la bruja violeta?
La niña dio un ligero suspiro y le respondió:
— Lamento decepcionarlas, pero mi madre está indispuesta y me pidió que tomara su lugar temporalmente.
— ¿Tu madre?
Eso tomó por sorpresa a las jóvenes brujas que casi cayeron de espaldas. No podían creer que una mujer inmortal tuviera una hija y, para colmo, se encontrara indispuesta.
— ¡Pero esto no era lo que esperábamos! – dijo Blanca, con las mejillas rojas de la ira - ¡Queremos a la bruja violeta, no a una mocosa!
— ¡Oye, tengo un nombre! – le dijo la niña, con molestia – ya les dije que mi mamá está indispuesta, así es que tendrán que conformarse conmigo.
— ¿Cómo sabemos que no estás mintiendo? – le cuestionó Rosa.
La niña se elevó por los aires, mientras sus ojos comenzaban a brillar. Por alguna razón, eso asustó a las jóvenes, ya que se pusieron de pie y retrocedieron unos cuantos pasos.
— Ustedes han hecho el ritual y recitaron el conjuro correcto, pero faltó algo más. Si lo obtienen, mi madre despertará y accederá a sus deseos. Pero si se conforman conmigo, yo se los cumpliré siempre y cuando no sea otorgarles la eternidad. Ustedes decidan, hijas del diablo, lo que quieran hacer en estos instantes.
Tanto Rosa como Blanca se miraron entre sí. Si bien la niña parecía bastante poderosa, lamentablemente ella no les otorgaría lo que estaban buscando. Así es que no tenían otra opción más que conseguir aquello que les faltaba para que el ritual estuviera completo.
Blanca tomó la iniciativa:
— ¿Qué es lo que nos falta?
— Sangre – respondió la niña – el círculo y las velas están bien, pero les faltó trazar los contornos con su propia sangre. Deben desangrarse para que mi mamá se nutra del elíxir vital y, así, manifestarse ante ustedes con toda su gloria.
— ¡Eso es arriesgado! ¿Y si morimos? – cuestionó Blanca.
— Si temen morir, pueden usar la sangre de su acompañante – respondió la niña, encogiéndose de hombros – si son tan buenas amigas, pueden ofrecer a la otra su sangre y así lograr cumplir tan anhelado deseo. Ustedes deciden.
Tanto Blanca como Rosa habían sido amigas desde pequeñas y siempre se juraron protegerse la una a la otra. Pero la ambición y el deseo de vivir eternamente las hizo volverse egoístas, por lo que no estaban dispuestas a sacrificarse en beneficio de la otra.
— Yo tengo mi familia, no puedo dejarlas – se justificó Rosa, mirando a Blanca – así es que tú debes sacrificarte por mí. Te recordaré con cariño, querida amida.
— Tengo alguien que me espera y prometimos casarnos pronto – se excusó Rosa – además, tu familia no te quiere, siempre te ignora. Nadie te extrañará si no regresas a casa, te toca a ti desangrarte.
— ¡No pienso agonizar por esto!
— ¡Yo tampoco!
De la discusión pasaron a los empujones y, luego, a una batalla campal sobre quién se sacrificaría por quién. Ambas tomaron unos cuchillos que llevaban en sus cinturas y comenzaron a rasgarse diferentes partes del cuerpo de la contraria, ya sea brazos, piernas y mejillas.
Una casi dio en el cuello, pero la otra la esquivó a tiempo y le rebanó el dedo meñique. La otra le trazó una línea recta por el abdomen, pero esta se defendió con una estocada en el hombro.
Sin saberlo, el suelo se estaba cubriendo de la sangre de ambas, por lo que pronto el cielo volvió a temblar. La niña miró en dirección a las nubes y murmuró:
— Mamá está llegando.
Por su parte, Rosa y Blanca no eran conscientes de lo que pasaba a su alrededor, por lo que siguieron peleando. Las heridas que se infligían se volvían cada vez más letales, provocando así que perdieran sus energías debido a la pérdida excesiva de la sangre.
En algún momento, Rosa consiguió clavarle a Blanca en el estómago. Blanca, a su vez, le atravesó el ojo hasta llegar al cerebro. Ambas comenzaron a agonizar, sentían mucho dolor y solo querían acabar con todo esto.
Pero ya no daban más, sus piernas perdieron fuerzas y cayeron al suelo.
Lo último que vieron fue que, al lado de la niña, se manifestaba una mujer alta, de cabellos largos hasta los tobillos y los ojos de violeta intenso.
La bruja violeta hizo su aparición al fin, pero terminaron pagando un alto precio por ello.
Antes de exclamar sus deseos, la bruja violeta les dijo con una voz de falsa complacencia:
— Qué pena que todos sus esfuerzos hayan sido en vano, no puedo otorgarles la inmortalidad a los moribundos. Pero sean felices, porque gracias a ustedes, puedo extender mi vida un poco más y seguir engañando a los idiotas como ustedes. ¡Que descansen en paz, estúpidas!




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