El despertar de la destruccion

PARTE UNO

 

 

Los ojos de Alis se abrieron lentamente, va adaptándose a la luz blanca que aquella habitación gigantesca le brinda. Ha pasado un tiempo desde que aquellos ojos bellos se abrieron. En un intento de levantar su brazo, suelta un quejido por el dolor que le causaba tal acción a realizar. Sentía como si un camión la hubiera arroyado, creía que fue verdad por un instante ¿Acaso así había sido?

Opta quedarse quieta para poder acostumbrar su cuerpo a todo lo que sea, no sabía cuánto tiempo había estado dormida o lo que fuere. Tenía muchas incógnitas por resolver ¿Quién era ella? ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Qué día era? Su cabeza la atosigaba de preguntas que no tenían una respuesta porque no recordaba absolutamente nada, como si su mente hubiese sido borrada.

Un ruido en todo ese silencio, que prometía volverla loca, hizo ponerla en alerta sacándola de su trance. Aún acostada en aquella especie de cama supo que tres personas entraron en la sala donde se encontraba. Antes de que el trio pudiera dar un paso adelante, como si su cuerpo fuese poseído, ella se puso de pie a una velocidad inhumana para posicionarse al final de la habitación, lejos de los desconocidos. Su vista cayó en las tres figuras potentes, dos hombres y una mujer. En especial observó al del medio, que pudo deducir que era el comandante. Un hombre de figura llamativa, demasiado grande para sus ojos, juraría que jamás había visto a alguien así.

—No te haremos daño. — la voz de aquel tipo sonó firme, era gruesa, lo que provocó un leve escalofrió.

Seguía en alerta, los desconocidos cargaban consigo armas que prometían lastimarla si ellos querían, así que debía precipitarse ante cualquier cosa.

—¿Quién me confirma aquello? — se vio sorprendida al escuchar su propia voz, juraría que así no sonaba o eso es lo que su cabeza le intentaba decir.

Pronto las preguntas de “¿Quién soy?”, la volvieron a atormentar, no recordaba absolutamente nada sobre ella, intentó forzarse a hacerlo, pero lo único que consiguió fue un dolor de cabeza. Ahora el miedo la invadía, no sabía nada de nada ¿Cómo es que podría sobrevivir ante cualquier cosa? Se le dificultaría, tendría que aprender de cero todo lo que en un pasado construyó de a poco, claro, si es que había un pasado.

—Nosotros te ayudaremos— el potente hombre dio un paso al frente, Alis no podía retroceder ya que detrás de ella había una pared de vidrio blanco, aun había un gran espacio separándolos y que aquel hombre intentara acortarlo la ponía inquieta.

—Te diremos quién eres si vienes con nosotros, te ayudaremos— una segunda voz hizo aparición, era suave, lograba convencerla, no podía aceptar demasiado fácil, esas personas eran completamente desconocidas ¿Y Si decían la verdad? Solo lo descubriría yendo con ellos, aunque si mentían estaría completamente jodida.

—Decídmelo ahora e iré con ustedes— quien ella asumía que era el comandante negó.

—No aquí, este lugar no es seguro— observó hacía todos los lados y luego le hizo una seña a Alis para que los siguiera, se arriesgaría a ir con ellos solo porque su cabeza no dejaba de molestarla, además quería respuestas y si esa era la forma de conseguirlas, pues haría cualquier cosa.

La joven de cabellos castaños dio un paso al frente temerosa, se retractó al instante ya que no debía mostrar debilidad. A paso firme caminó junto a las personas con seguridad, demasiado decidida o eso era lo que intentaba aparentar. Caminaron por un gran edificio que se encontraba completamente oscuro, la poca luz que la linterna brindaba le permitía observar todo con mucho detenimiento y curiosidad. La inmensa puerta fue abierta por el comandante del trío cuando llegaron a ella.

Unas luces segadoras de ciudad hicieron que se cubra los ojos con el brazo, llovía fuertísimo, se encontraban debajo de un pequeño techo por lo que no se mojaron. El principal la observó, notaba la cara extraña que la chica poseía, dio un paso al frente y seguido añadió:

—Bienvenida a Japón, Alis— sorprendida por donde se encontraba siguió al trio que iba hacia el coche.

Un sentimiento de satisfacción recorrió todo su cuerpo al descubrir su nombre. Primera incógnita resuelta, pero todavía había muchas más que la seguirían molestando hasta no responderlas.

El comandante condujo a toda velocidad por las calles mojadas de la ciudad de Tokio. Decidió que sería una buena opción presentarse: —Mi nombre es Takeshi Watanabe— ella fijo su vista en los ojos negros que el poseía, cuando señaló a los otros dos individuos fijó su mirada en ellos también—Ella es Sora Saito y él es Makoto Kobayashi.

Asintió. Se extrañó al notar que todos llevaban un nombre y apellido japonés, pero ninguno poseía rasgos asiáticos, igual era raro ver eso hoy en día.

—¿Cómo es que saben de mí? — se animó a preguntar al mismo tiempo que el auto fue detenido frente un gran y enorme edificio azul brillante. La lluvia ya no los acompañaba, se tomaron su tiempo en caminar hasta el lugar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.