Martes, segundo día. Marina cierra su casillero llevando las manos al cabello y suspira. Camina, siendo observado por varios estudiantes, quienes han comenzado a chismear. Es la segunda vez en la semana que termina en castigo y peor siendo la hermana de su pareja. Gruñe de frustración. Sus primeras impresiones siempre son un desastre.
Roier saluda a su amigo, quien pasa por su lado sin siquiera prestarle atención. Su reacción es de sorpresa, su amigo no suele ignorar su existencia. Enojado corre empujando al más alto, intento no poner fuerza pero Mariana estaba sumergido en sus pensamientos que no vio el ataque.
— ¿Qué te pasa pendejo?
Si no fuera porque alcanzó a mantenerse, estaría en el suelo siendo la burla de la escuela... de nuevo.
— No, ¿qué te pasa a ti?, me ignoraste en el pasillo, ¡cabrón!
— ¡De qué mierdas hablas, boiler!
— ¡Ya te he dicho que no me digas así, cabrón!
Varios alumnos los observan. No suelen pelear, solo de broma, pero al parecer su discusión va más allá de la amistad. Spreen y Rivers, quienes se encontraban caminando en la búsqueda de su amigo y pareja, respectivamente, logran escuchar las voces distintivas.
Tonos de irá y resentimiento. Se miran cansados de las discusiones de ambos. Sin remedio deciden intervenir antes de que regresen a detención o que algún maestro los llegará a ver. Ya no pueden dejarlos solos cinco minutos sin que intenten matarse, sus pequeñas bromas ya no son simples e inocentes.
Spreen toma a su pareja de la cintura y lo aleja de su amigo. Siendo la persona más temida de la escuela fue fácil salir siendo golpeado por su amado. Rivers lleva de la ojera a su amigo alto, siendo visto y burlado por el resto de personas.
Las quejas no se hacen esperar. A algunos se les hace divertido ver a alguien alto ser sometido por una persona bajita. Mariana grita, recrimina a su amiga que aún no termina de soltar la oreja. El camino es eterno y el dolor va en aumento. Varios maestros observan sin meterse en los asuntos de los jóvenes, siendo esto una acción algo recurrente entre varios estudiantes.
Llegar a un lugar desolado y evitar que los chismosos comiencen a rondar fue difícil, pero no complicado. La única área desierta, por así decirlo, el club de botánica, ellos siempre están metidos en sus asuntos y no en chismes innecesarios.
— ¡Ya suelta, Minion!
— ¡¿Se puede saber ahora que te pasa, pinche mojón?!
Al sentir liberada su oreja Mariana lanza su mochila al suelo, importando poco si llega a romperla. La patea e insulta sin descanso. River solo lo observa confundida, tratando de entender el enojo de su amigo. Suspira, esperando el momento que su amigo se calme. Minutos observando las incontables rabietas, siendo algunas divertidas y otras curiosas.
— ¿Terminaste o seguirás haciendo berrinches?
Mariana agitado asiente. Se deja caer en el pasto cubriendo su rostro con las rodillas. River se sienta a su lado esperando a que su amigo hable. El silencio es eterno, parece fácil deducir quién de los dos va a explotar.
— Quackity lo sabe—confiesa al final.
Rivers lleva las manos a la cara. Niega e intenta encontrar la forma de calmar a su amigo. Separa sus labios, antes de soltar alguna palabra o sonido el grito y llamado los asusta.
Roier se encuentra corriendo en su dirección y Spreen va detrás. Al parecer no pudo domar a la araña. Se levantan esperando el interrogatorio.
— ¡Son unos idiotas!
— ¡Cállate!
Será la madura en esta situación. A los segundos llega Spreen, quien coloca las manos en la cintura del amante de Spiderman, evitando que mate a sus amigos o eso quieren creer.
— ¿Se puede saber que hacen, boludos?
— Tenemos problemas.
— ¿De qué porongas hablas, Rivers?
— Quackity lo sabe.
Silencio. Observan a su amigo quien se encuentra mordiendo las uñas, una clara señal que están apunto de perder la cordura. Rivers, como una buena amiga, coloca sus manos en las de Mariana y las aparta de la boca, intentando transmitir confianza.
Roier y Spreen se sientan a un lado, tratando de animar al más alto. Los cuatro saben que Quackity no se mantendrá callado y necesitan un plan antes de que abra la boca.
— Entonces... ¿qué hacemos?
— Lo esencial es callar al pendejo de Quackity.
El trío de amigos observan al oso, quien niega al saber las claras intenciones de los jóvenes. No planea meterse en los problemas amorosos de sus amigos. Enterarse fue una coincidencia y si guardo el secreto, fue simplemente porque no importa una poronga la vida de los demás.
Estaba saliendo de las duchas cuando observó a Mariana y Foolish besandose. Fue incómodo, trató de volver solo que hubo un problema, se pegó con la puerta. Fue ese momento más incómodo de su vida.
— Ni crean que voy a ashudar, par de pelotudos.
Quackity está conversando con su pareja, quien se rehúsa a seguir sus travesuras. El pato está frustrado, no planea dejar que sus dos amigos sigan ocultando su relación, no merecen ser juzgados por la escuela, en especial por su familia. Solo quiere que puedan demostrar lo que sienten.
— ¿Por qué no, Lusuuuu?
Y ahí vamos con el chantaje emocional. Luzu suspira.
— ¿Qué no entiendes, Quacks?
Niega y eso desespera a Luzu. Trata de encontrar las palabras correctas para que de una vez entienda.
— ¿No veo nada malo?, solo intento ayudar.
— ¿Te recuerdo la ayuda que le brindaste a Roier y Spreen?
Cómo olvidar ese día. Se encontraba aburrido y a su mente le llegó una grandiosa idea. Rogar fue un éxito para que su amigo nórdico decidiera seguirle el juego. Roier se encontraba conversando con Mariana, se encontraban tan metidos en su mundo cuando inició el plan.