El Despertar del Deseo.

Capítulo 5: La Amenaza del Espejo Roto.​Un Mes Después.

​El Laberinto de la Lujuria ya no era un sueño; era una realidad en construcción. El atrio central de cristal puro, el testamento de la fuerza de Gabriel, se alzaba bajo la estructura abandonada. La luz se derramaba sobre el lugar, y el edificio respiraba vida por primera vez en años.
​Valeria y Gabriel vivían en una burbuja de pasión y productividad. Compartían el penthouse y el lugar de construcción. Sus noches eran una continuación de la intensidad que había comenzado con el beso, y sus días eran un baile de colaboración. La cicatriz de Gabriel se había desvanecido, no físicamente, sino emocionalmente, reemplazada por una seguridad tranquila.
​Una tarde, mientras revisaban los renders finales del sistema de iluminación rojo y negro, Gabriel recibió una llamada en su línea privada. Su rostro se ensombreció, y la vieja máscara de control regresó, pero esta vez, con una capa de furia.
​—Sí. La quiero ver mañana, a primera hora, en mi oficina. —dijo Gabriel, terminando la llamada abruptamente.
​Valeria lo miró, su instinto de Guardiana se activó. —Algo anda mal. ¿Quién era?
​—Mi abogado. Y no es nada que deba preocuparte.
​Valeria se levantó y se acercó a él. —Recuerda nuestro juramento, Gabriel. La verdad absoluta. No me abandones a la duda.
​Gabriel suspiró, su resistencia se rompió por la certeza de su mirada.
​—Es sobre ti, Valeria. Sobre tu empresa.
​—¿Mi empresa? Creí que lo habías apartado para mí.
​—Lo hice. Pero al parecer, tu antiguo socio ha intentado demandar tu parte de la empresa, alegando que tu "ausencia prolongada y el comportamiento errático" en los últimos meses justifican tu despido.
​Valeria sintió un golpe frío en el estómago. El golpe no venía de una traición presente, sino del eco de su pasado. El viejo miedo al abandono y a la inestabilidad regresó.
​—Mi "comportamiento errático" fue por la gala, ¿no es así? Penélope y sus amigos deben estar detrás de esto. Quieren mi participación.
​—Sí. Quieren lo que les da derecho a tu antigua vida. Pero hay algo más, Valeria. El abogado me informó que el juicio no es solo por la empresa. Es por la filtración de información sensible.
​Gabriel se acercó a ella, su voz se hizo baja y llena de preocupación.
​—Han presentado pruebas de que has filtrado el diseño del Laberinto de la Lujuria a una empresa rival, lo que arruinaría nuestro proyecto y mi reputación..
​Valeria sintió que el mundo se le venía encima. La acusación era absurda. Su Laberinto era su alma; jamás lo traicionaría.
​—¡Es una mentira! ¡El diseño está solo en tu servidor privado y en mi tablet! ¡Es una táctica para desacreditarme!
​—Lo sé. Pero la evidencia que tienen... es tu firma en los documentos de transferencia.
​Gabriel la tomó de los hombros, mirándola con una intensidad feroz.
​—Esta es la prueba más grande, Valeria. El mundo está intentando separarnos, usando tu pasado y mi obsesión. Mañana enfrentaremos a mi abogado. Pero quiero que sepas que, si esto rompe nuestro contrato... —Gabriel se detuvo.
​—¿Qué? —preguntó Valeria, sintiendo un nudo en la garganta.
​—Si esto rompe nuestro contrato, no es por la galería. Es porque el mundo no puede soportar la verdad de nuestra posesión.
​Valeria besó a Gabriel con una ferocidad renovada. —Yo no rompí nada. Y no permitiré que mi pasado destruya nuestro futuro. Lucharemos juntos.

El Ensayo de la Debilidad.
​Después de la reunión con el abogado, Valeria y Gabriel regresaron al penthouse. La tensión era palpable, pero no de miedo, sino de la adrenalina de una pareja que se prepara para la guerra.
​—El plan es riesgoso, Gabriel. Penélope es una manipuladora magistral. Si sospecha que estoy fingiendo mi colapso, seremos nosotros quienes caigamos —dijo Valeria, caminando nerviosamente por la sala.
​—Por eso, tu actuación debe ser impecable, Valeria. —Gabriel se acercó a ella.
​La tomó por los hombros y la hizo girar para mirarla a los ojos. —Dime, Valeria, ¿cuál es el mayor miedo que tiene Penélope de ti?
​—Que soy fuerte. Que sobreviví a su traición. Que reconstruí mi vida.
​—Exacto. Y ¿cuál es el miedo que tienes que fingir?
​—El miedo a la pérdida de control. —susurró Valeria.
​—Muéstrame. —ordenó Gabriel.
​Valeria intentó forzar lágrimas, pero su naturaleza de luchadora no se lo permitía. Frunció el ceño y apretó la mandíbula.
​Gabriel la tomó del rostro, obligándola a relajarse. —No uses la fuerza, Valeria. Usa la verdad que yo he curado. Recuerda la primera noche. El miedo a que te abandonaran de nuevo, a que te dejaran sola con la ceniza.
​Cerró los ojos. Gabriel susurró, imitando la voz de Penélope: "Nadie te quiere, Valeria. Tu empresa te abandonó. Tu hombre te dejará también."
​Valeria abrió los ojos. Las lágrimas no salieron de frustración, sino del recuerdo de su dolor pasado. Sus ojos se llenaron de una vulnerabilidad genuina que asustó al propio Gabriel. Su labio inferior tembló.
​—Mi vida... se va a derrumbar... —susurró Valeria, su voz era un hilo roto.
​Gabriel la abrazó con una fuerza protectora que era su lenguaje de amor.
​—Perfecto. —dijo Gabriel—. El miedo es tu arma. Pero recuerda una cosa, mi amor. No estás sola. Yo estaré en el cuarto contiguo con Thompson y la grabadora. No importa lo que diga Penélope, no importa lo rota que te sientas... tú me perteneces.
​Él la besó con una intensidad que era una promesa, un juramento silencioso de que, a pesar de la farsa, su vínculo era inquebrantable.
​—Cuando Penélope baje la guardia, dirás la palabra clave que activará a Thompson. Dirás: "El Laberinto se ha perdido."
​—"El Laberinto se ha perdido." —repitió Valeria.
​Al día siguiente..
​La sala de conciliación era pequeña y asfixiante. Valeria estaba sola en la mesa, vestida con un traje de pantalón simple que parecía grande en su cuerpo. Su cabello, peinado de forma descuidada, y la ausencia de maquillaje acentuaban su palidez. Parecía una mujer al borde del colapso.
​Penélope entró con su antiguo socio, Elías. Penélope irradiaba triunfo, su sonrisa era depredadora y condescendiente.
​—Valeria, qué placer verte tan... relajada. Es una pena que hayas abandonado todo por un arrebato.
​Valeria no dijo nada. Se limitó a mirar la mesa, su cuerpo ligeramente encorvado.
​Elías, más nervioso que Penélope, comenzó a hablar de las acciones y el despido. Pero Penélope lo cortó con un gesto impaciente.
​—No perdamos el tiempo, Elías. Valeria está aquí para firmar la transferencia. El estrés del juicio es demasiado para su delicada psique, ¿no es así, Valeria?
​Penélope se acercó, inclinándose sobre la mesa, susurrando con una crueldad dulce:
​—Deberías haberme escuchado hace tres años. No estás hecha para la batalla. Dejar tu empresa para correr detrás de ese magnate controlador y arruinar su proyecto... Fue un movimiento brillante. Ahora, firma esto y libérate de tu miseria.
​Valeria levantó lentamente la mirada. Sus ojos, llenos de la vulnerabilidad ensayada, se encontraron con los de Penélope. El momento era perfecto. Penélope estaba convencida de su victoria y lista para la fanfarronería.
​Con una voz que apenas era un susurro, Valeria pronunció la frase:
​—El Laberinto se ha perdido.




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