El Despertar del Deseo.

Capítulo 6: El Triunfo de la Entrega.

.
​Elías Vargas se sobresaltó al escuchar la voz quebrada de Valeria. Penélope, sin embargo, brilló con un triunfo cruel.
​—Así que lo admites, Valeria. Lo perdiste todo. —Penélope se inclinó más cerca, con una sonrisa viciosa—. Te lo dije. Eres demasiado emocional. Tu pequeña "sociedad de redención" con ese magnate controlador se ha desmoronado, ¿verdad?
​Valeria mantuvo la mirada baja, fingiendo la derrota total. —Sí. El proyecto es una pesadilla. Me volví loca. Firmé lo que fuera por un poco de paz.
​—¡Ja! ¡Sabía que eras débil! —Penélope se reclinó, sintiendo que la victoria era suya. Miró a Elías—. Dile al abogado de Gabriel que retire la demanda. Ya no vale la pena. Esta mujer está acabada.
​Elías dudó. —Penélope, no deberíamos...
​—¡Cállate, Elías! —Penélope golpeó la mesa con la palma de su mano, su euforia desbordándose—. ¡Yo le dije que sacara esa firma digital! ¡Valeria nunca fue lo suficientemente inteligente para filtrar sus propios planos! Yo misma fui la que se aseguró de que los documentos de transferencia llegaran a la competencia, para que el pequeño Gabriel se diera cuenta de que su novia es una traidora. ¡Tú solo eres la fachada legal, estúpido!
​En ese instante, la puerta de la sala de conciliación se abrió de golpe.
​Gabriel entró. No caminó; dominó el espacio. Iba seguido por el abogado Thompson, que llevaba una grabadora de audio en la mano.
​El rostro de Penélope pasó del triunfo al horror absoluto en un segundo.
​—¡Gabriel! ¡Esto es una invasión! —gritó Penélope.
​Gabriel no le dedicó ni una mirada. Se acercó a Valeria, la levantó de la silla y la abrazó con una fuerza que era una promesa pública.
​—La invasión terminó. Mi Guardiana ha cumplido su misión. —dijo Gabriel, su voz era fría y letal.
​El abogado Thompson se acercó a la mesa. —Sra. Medina. Acabamos de grabar su confesión de fraude corporativo y robo de propiedad intelectual. Elías, aquí tiene la orden judicial. Su participación en este fraude será investigada.
​Penélope se puso de pie, completamente desquiciada. —¡Tú! ¡Valeria! ¡Eres una perra manipuladora! ¡Tu felicidad es una mentira!
​Valeria se soltó de Gabriel, sus ojos ya no mostraban debilidad, sino un triunfo glacial.
​—No es una mentira, Penélope. Es mi verdad. La única cosa que me dio miedo no fue que me arruinaras, sino que él me abandonara. Pero él no lo hizo. Y tú sí.
​Gabriel tomó la mano de Valeria. —El contrato es claro, Penélope. La traición se paga. Y ahora, pagarás por intentar destruir la única cosa que no pudiste comprar: la entrega total de esta mujer.
​Penélope fue escoltada fuera de la sala, gritando amenazas huecas. Elías se quedó, su rostro era una mezcla de derrota y alivio por haber sido desenmascarado.
​Valeria miró a Gabriel. El plan había funcionado a la perfección.
​—Nunca dudaste de mí —dijo Valeria, con una emoción desbordada.
​—Dudé del mundo, Valeria. Nunca de nuestro vínculo. —Gabriel se inclinó y la besó frente al abogado y al silencioso Elías. Un beso que era una celebración de su triunfo y un juramento de que su posesión era para siempre. La Consumación del Contrato.
​Elías Vargas salió de la sala, su rostro demudado por el miedo a las repercusiones legales. Gabriel se quedó solo con Valeria y el abogado Thompson, quien ya estaba emitiendo las órdenes para desestimar la demanda y asegurar la participación total de Valeria en su firma.
​Valeria se había recuperado por completo. Su "colapso" ensayado se había desvanecido, dejando atrás a la mujer fuerte y resuelta que Gabriel amaba.
​—Thompson, asegúrese de que Penélope Medina nunca más pueda acercarse a Valeria o a cualquiera de nuestras empresas. Que esto sirva de ejemplo —ordenó Gabriel con frialdad.
​—Así se hará, Sr. Gabriel. Y felicidades, señorita Valeria. Su actuación fue clave. —dijo Thompson, recogiendo sus papeles.
​Cuando Thompson salió de la sala, Gabriel se giró hacia Valeria. La tomó del rostro, sus ojos oscuros llenos de una intensidad que iba más allá de la pasión; era orgullo.
​—No rompiste el control, mi amor. Lo utilizaste. Hiciste un trabajo brillante.
​—Lo hice por nosotros, Gabriel. Por el Laberinto. —Valeria le besó la mano—. Ahora, la galería está a salvo.
​—Y tu corazón también. —Gabriel la tomó de la mano.
​—Vamos a casa, Gabriel. El juicio mental ha terminado. Es hora de celebrar.
​Regresaron al penthouse. La luz del atardecer teñía el cristal de tonos naranjas y rojos, creando el ambiente perfecto para la pasión. Valeria se despojó de su traje de batalla, vistiéndose solo con la camisa de Gabriel, un símbolo de su pertenencia mutua.
​Gabriel la tomó en sus brazos en la sala, susurrando contra su boca:
​—Durante la confrontación, te vi a punto de caer, y mi único pensamiento fue que te habías roto de verdad. El miedo que sentí... el miedo de perderte... fue más grande que el miedo a mi propio fracaso.
​—El Laberinto funciona, Gabriel. Nos enseña el centro. —dijo Valeria, acariciando su rostro.
​—Sí. Y el centro es que mi posesión es tu ancla, y tu entrega es mi curación.
​La noche fue una reafirmación de su vínculo. El amor, envuelto en el lenguaje del dominio y la posesión, había superado la adversidad legal y el trauma del pasado.
​El éxtasis fue total, la fusión de dos almas que habían encontrado su propósito en la del otro. Ya no eran dos individuos luchando; eran una unidad.
​Seis Meses Después: La Inauguración del Laberinto de la Lujuria.
​El día de la inauguración fue una obra maestra de diseño y emoción. La galería abandonada había sido transformada. Las paredes rojas y negras guiaban a los visitantes a través de un viaje sinuoso de arte y deseo, culminando en el Atrio de Cristal Puro.
​El atrio, el lugar exacto donde Valeria había roto la pared, era ahora una sala de cristal bañada por el sol, un testimonio de la sanación de Gabriel. En el centro, se exhibía la pieza más importante: el relicario de plata de su padre, iluminado por la luz.
​Valeria, radiante y dueña total de su propia empresa de nuevo, estaba junto a Gabriel, ambos recibiendo a la élite de la ciudad.
​Penélope no estaba invitada, por supuesto.
​Valeria se acercó a Gabriel, susurrándole al oído:
​—La crítica ya lo llama el edificio más apasionado del siglo.
​—Es el edificio más honesto, Valeria. —respondió Gabriel—. Es el único lugar donde no tengo que fingir el control. Porque tú me diste el control sobre mí mismo.
​Valeria se rió, feliz. —Y yo obtuve la entrega total de un magnate. Un trato justo.
​Gabriel tomó su mano y la guio discretamente al centro del atrio de cristal. Se detuvieron justo bajo el relicario iluminado.
​—Hay un último punto en nuestro contrato, Valeria. Uno que no escribimos, pero que se selló la noche en que me mostraste tu miedo al abandono.
​Gabriel se arrodilló sobre una rodilla, frente a su amante, su socia y su curadora.
​—Valeria. Te he poseído por completo. Te he reclamado ante el mundo. Y ahora, quiero sellar nuestra posesión con la única cosa que es más fuerte que el control. —Gabriel sacó una pequeña caja de terciopelo negro, revelando un impresionante anillo de diamantes esmeralda.
​—Sé que te entregaste a mí. Ahora, acéptame como tu Dueño Eterno. Cásate conmigo.
​Las lágrimas de alegría inundaron los ojos de Valeria. No había duda, no había miedo. Solo la certeza de que su Dueño era su destino.
​—Sí, Gabriel. Sí, acepto ser tu Dueña y tu esclava, tu socia y tu amor. Sí, acepto la posesión eterna.
​Se besaron en el centro del Laberinto de la Lujuria, bajo el Atrio de Cristal, sellando su amor ante el mundo que habían desafiado y conquistado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.