El Despertar Del Leviatán.

Ecos del Abismo.

El viento es diferente esta noche. Lo noto en la forma en que silba entre las rocas y en cómo la arena parece arrastrarse con pesadez bajo mis pies. La luna, pálida y suspendida en lo alto, proyecta sombras alargadas sobre la playa desierta. Algo dentro de mí me dice que nada volverá a ser como antes.

El Leviatán está aquí.

Su presencia rompe cada regla, cada advertencia que me han dado desde que tengo memoria. No solo está en territorio prohibido, sino que me está mirando.

No como una presa. No como un enemigo.

Sino como algo más.

Sostengo la respiración cuando da un paso adelante, el sonido de su peso hundiéndose en la arena reverberando en el aire. Su cuerpo parece hecho de sombras líquidas, reflejando la luz de la luna en destellos iridiscentes. Es una mezcla imposible entre lo humano y lo inhumano, con facciones que desafían cualquier lógica. No sé si debería correr o quedarme.

Mi corazón martillea en mi pecho cuando su voz, profunda y resonante, invade mi mente.

”¿Por qué no huyes?”

No es una pregunta amenazante, sino una curiosidad genuina. Algo dentro de su tono me dice que está tan confundido como yo por lo que está ocurriendo.

Trago saliva. ¿Por qué no corro?

Mi instinto me dice que debería hacerlo. Correr y no mirar atrás. Eso es lo que cualquier persona cuerda haría si se encontrara con algo como él.

Pero algo en su mirada me ancla al suelo.

—No lo sé. —Mi voz sale más baja de lo que esperaba, casi un susurro.

Él inclina la cabeza levemente, su semblante inescrutable.

“Los humanos huyen cuando ven algo que no entienden.”

—Quizás no soy como los demás.

Mis palabras flotan en el aire entre nosotros, y por un momento, el Leviatán no dice nada. Sus ojos, de un color que no podría describir con precisión—ni azul, ni negro, sino algo más profundo—se clavan en los míos. Me está analizando, midiendo cada reacción.

—¿Tienes un nombre? —pregunto de repente, rompiendo el silencio.

Él parece sorprendido.

“Kaelith.”

Repito el nombre en mi cabeza. Kaelith. Hay algo en su sonido que se siente antiguo, como si perteneciera a otra era, a otro mundo.

—Yo yo soy...

“Lo sé.”

Me quedo inmóvil.

—¿Cómo?

“Te he observado por mucho tiempo.”

Un escalofrío me recorre la espalda.

—¿Me has estado espiando?

“Observando.”

Su corrección no me tranquiliza del todo, pero hay algo en su tono que no me hace sentir en peligro. Es extraño, pero de alguna manera sé que no me haría daño.

Antes de que pueda procesar la conversación, un sonido agudo corta el aire.

Miro hacia el cielo y mi estómago se hunde.

Drones.

Luces rojas y blancas titilan en la distancia, moviéndose en una formación que solo significa una cosa: nos han encontrado.

La sangre se me congela.

—No… no puede ser…

Kaelith se gira bruscamente hacia las luces. Su postura cambia de inmediato, de curiosidad a alerta.

“Nos descubrieron.”

Sus palabras llevan un peso que me hace comprender la gravedad de la situación.

—Deben haber seguido el rastro del dron que destruimos antes…

Maldigo en voz baja. Esto es malo. Muy malo.

Si nos ven juntos si me ven con él…

Mi garganta se cierra.

Kaelith da un paso atrás, sus músculos tensándose.

“Debo irme.”

—¡Espera! —Casi grito, sin pensar.

Él se detiene y me mira de nuevo. Hay algo en su mirada que no había visto antes: duda.

—Si se dan cuenta de que estaba aquí contigo, me matarán.

Él frunce el ceño, como si esa posibilidad no se le hubiera ocurrido.

“No puedo protegerte si me quedo.”

—No te estoy pidiendo que me protejas. Pero si te vas y me encuentran aquí sola, lo peor pasará.

Kaelith se queda en silencio.

El sonido de los drones se hace más fuerte. Nos estamos quedando sin tiempo.

—Por favor… —No sé exactamente qué estoy pidiendo. Que me ayude. Que me lleve con él. Que haga algo para evitar lo inevitable.

Y entonces, algo cambia en sus ojos.

“Ven.”

La palabra no es un sonido. Es un pensamiento que se instala en mi cabeza.

Él extiende una mano.

Dudo solo un segundo.

Un solo segundo antes de tomarla.

Y en ese instante, el mundo a mi alrededor cambia.

Todo se convierte en oscuridad.

El abismo

No siento el suelo bajo mis pies.

No hay luz. No hay sonido. Solo el latido acelerado de mi propio corazón.

Mi piel se eriza cuando me doy cuenta de que ya no estoy en la playa.

No estoy en ningún lugar que reconozca.

—¿Dónde… dónde estamos?

Kaelith está a mi lado. Su silueta apenas se distingue en la penumbra, pero sé que sigue sosteniendo mi mano.

“Un lugar seguro.”

—Esto no… no parece seguro.

“Es mejor que la alternativa.”

No puedo discutir eso.

Mi respiración es errática mientras intento calmarme. ¿Qué acaba de pasar?

—¿Cómo hiciste eso?

Kaelith no responde de inmediato.

“Es… complicado.”

Me suelto de su agarre y doy un paso atrás.

—¡Complicado! ¿Eso es todo lo que vas a decirme?

Mi voz resuena en el vacío.

Él suspira.

“Los míos… tenemos habilidades que los humanos no pueden comprender. Podemos movernos entre espacios… entre realidades. Pero no puedo explicártelo de una manera que tenga sentido para ti.”

—Inténtalo.

Kaelith me observa, midiendo mis palabras. Luego, lentamente, levanta una mano y la extiende frente a mí.

En cuestión de segundos, el aire a su alrededor se distorsiona. Como si el espacio mismo estuviera vibrando.

Miro la escena con el ceño fruncido.

—¿Qué es eso?




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