El Despertar Del Leviatán.

Ecos del Pasado.

El aire en este lugar es denso, casi irreal. Puedo sentir la humedad pegándose a mi piel mientras seguimos avanzando en la oscuridad. Kaelith camina unos pasos por delante de mí, moviéndose con una facilidad que contrasta con mi propia torpeza.

No sé cuánto tiempo llevamos aquí, pero cada minuto que pasa siento que me adentro más en algo desconocido. Algo que podría consumirnos a ambos.

—¿Cuánto falta? —mi voz suena más débil de lo que me gustaría.

Kaelith se detiene por un momento antes de volverse hacia mí. Sus ojos resplandecen en la penumbra con un brillo que no debería existir en algo que parece tan vivo y, a la vez, tan ajeno.

“Pronto.”

No sé si su respuesta me tranquiliza o me inquieta más.

Los susurros de la tierra

Seguimos caminando en silencio. A nuestro alrededor, la caverna parece respirar. Las paredes son irregulares, pero hay algo extraño en ellas: pequeños surcos y marcas que no parecen naturales.

Me acerco a una de las paredes y paso la mano por la superficie. Hay símbolos, antiguas inscripciones que parecen haber sido talladas hace siglos.

—¿Qué es esto?

Kaelith se gira lentamente y observa lo que estoy tocando.

“Ecos del pasado.”

—¿Tú los escribiste?

“No.”

Su respuesta es firme, pero en su voz hay algo más… una tristeza contenida.

—Entonces… ¿quién?

Kaelith se acerca a la pared y pasa sus dedos por las inscripciones con una reverencia casi dolorosa.

“Aquellos que estuvieron aquí antes que nosotros.”

Mi respiración se entrecorta.

—¿Otros Leviatanes?

Kaelith asiente lentamente.

“Este lugar no siempre estuvo vacío. Una vez, fue un santuario. Un refugio para aquellos que intentaban resistir.”

Me alejo un poco de la pared, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

Resistir.

—¿Resistir qué?

Kaelith me mira por un largo momento antes de responder.

“El exterminio.”

Mi cuerpo se tensa.

Porque, de alguna forma, ya sabía que iba a decir eso.

Sabía que la historia que me contaron sobre los Leviatanes nunca encajó del todo. Que la forma en que se hablaba de ellos como amenazas, como depredadores, era demasiado conveniente.

Pero escucharlo en voz alta…

Saberlo realmente…

Es algo completamente diferente.

—¿Cómo pasó?

Kaelith desvía la mirada por un instante, como si estuviera reviviendo algo que preferiría olvidar.

“Al principio, los humanos y nosotros coexistíamos. Había miedo, sí, pero también entendimiento. Luego… ellos llegaron.”

Sé a quién se refiere sin necesidad de que lo diga.

Los invasores.

Los que ahora gobiernan lo que queda de la humanidad.

“No querían competencia. No querían que fuéramos una amenaza para su control.”

Cada palabra se clava en mi pecho como una espina.

—Así que los cazaron.

Kaelith asiente.

“Nos forzaron a escondernos. A convertirnos en leyendas, en monstruos de sus historias, para que nadie intentara buscarnos.”

El peso de su voz es abrumador.

Porque tiene razón.

Nos enseñaron a temerlos, a verlos como algo que debía evitarse a toda costa.

Y ahora estoy aquí.

De pie junto a uno de ellos.

Dándome cuenta de que todo lo que creía saber era una mentira.

La elección de los olvidados

Me giro para mirar nuevamente las inscripciones en la pared.

—¿Qué significan estos símbolos?

Kaelith observa las marcas con detenimiento antes de responder.

“Son historias. Advertencias. Peticiones de ayuda que nunca fueron escuchadas.”

Mis dedos recorren las líneas irregulares, tratando de imaginar las manos que las grabaron.

Personas que sabían lo que venía y que no pudieron detenerlo.

Personas que murieron esperando que alguien las recordara.

—No podemos dejar que esto se repita.

Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas, pero no me arrepiento de haberlas dicho.

Kaelith me mira con una expresión difícil de descifrar.

“No esperaba que lo entendieras tan rápido.”

—Tal vez siempre lo supe. Solo necesitaba verlo con mis propios ojos.

El silencio se instala entre nosotros.

Y en ese silencio, tomo una decisión.

No sé qué me espera más adelante.

No sé si sobreviviremos.

Pero sí sé algo:

No me quedaré de brazos cruzados.

Kaelith me estudia por un momento antes de extender una mano hacia mí.

“Entonces ven conmigo.”

Lo miro fijamente, sintiendo cómo mi corazón se acelera.

Y sin dudarlo, tomo su mano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.