El eco de nuestros pasos se pierde en la inmensidad de la caverna. La humedad impregna el aire, y el aroma a sal y piedra húmeda me envuelve como un recordatorio constante de lo lejos que estoy de todo lo que conocía. Kaelith camina a mi lado, su presencia imponente pero serena, como si esta oscuridad le perteneciera.
No sé exactamente hacia dónde nos dirigimos, pero sé que no hay marcha atrás.
—¿Qué hay más adelante? —pregunto en voz baja, sintiendo la necesidad de llenar el silencio sofocante.
Kaelith no me responde de inmediato. En su lugar, se detiene y posa su mirada en mí. Sus ojos, esos ojos que reflejan siglos de conocimiento y sufrimiento, parecen sopesar si debo conocer la respuesta.
“El umbral.”
Su voz resuena en mi mente, con esa forma particular de hablar que no requiere palabras.
—¿El umbral? —repito, frunciendo el ceño—. ¿Qué significa eso?
Kaelith se gira y sigue caminando, pero su voz sigue flotando en mi cabeza.
“Es un lugar de tránsito. Entre lo que fue… y lo que vendrá.”
Las palabras son ambiguas, pero algo en su tono me dice que no debo insistir demasiado.
Los vestigios del pasado
El camino se ensancha, y de pronto, las paredes de la caverna comienzan a cambiar. Donde antes solo había roca y musgo, ahora aparecen inscripciones más detalladas, esculpidas con una precisión que desafía el tiempo. Me detengo un momento para observarlas.
—Estas marcas… se parecen a las de antes.
Kaelith se detiene a mi lado, su mirada recorriendo los grabados con una reverencia silenciosa.
“Aquí descansan las memorias de aquellos que nos precedieron.”
Me arrodillo para observar más de cerca. Las figuras talladas muestran escenas de lucha, de resistencia. Hay seres como Kaelith, alzando sus manos hacia el cielo, enfrentándose a sombras gigantescas que parecen devorarlo todo.
—Es una historia —susurro—. Una advertencia.
Kaelith asiente lentamente.
“Los que grabaron estas historias sabían que la historia se repite. Sabían que algún día alguien vendría aquí buscando respuestas.”
Mis dedos rozan las marcas con suavidad. Es imposible no sentir la desesperación de aquellos que las dejaron atrás.
Sombras en el agua
Un sonido rompe el silencio.
Un goteo constante, pero diferente al de las estalactitas que adornan el techo de la caverna.
Es más pesado.
Más rítmico.
Kaelith se tensa a mi lado.
—¿Qué es eso? —susurro, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.
Kaelith no responde, pero sus ojos se clavan en la oscuridad frente a nosotros.
Y entonces, lo veo.
Al principio, es solo un movimiento sutil en el agua que cubre parte del suelo. Un temblor en la superficie, como si algo se agitara bajo ella.
Luego, una sombra.
Grande.
Demasiado grande.
—Kaelith…
Él da un paso delante de mí, su cuerpo interponiéndose entre la criatura y yo.
“No te muevas.”
Mi respiración se acelera.
La sombra se alza.
Y por primera vez, veo lo que acecha en estas profundidades.
Es una criatura inmensa, de piel viscosa y ojos múltiples que brillan con un resplandor azul enfermizo. Su cuerpo es una amalgama de extremidades retorcidas, como si la naturaleza hubiera intentado darle forma y hubiera fallado en el intento.
No es un Leviatán.
Tampoco un alienígena.
Es algo más.
Algo que no debería existir.
El guardián del umbral
Kaelith se mantiene inmóvil. Sus ojos fijos en la criatura, su postura rígida pero sin temor.
Yo, en cambio, siento cómo el miedo me paraliza.
La criatura emite un sonido gutural, un rugido bajo que reverbera en las paredes de la caverna.
Y entonces, algo extraño sucede.
Kaelith extiende una mano hacia ella.
—¿Qué haces? —susurro, horrorizada.
“Es el guardián.”
—¿El qué?
“Nadie cruza el umbral sin enfrentarse a él.”
La criatura mueve sus múltiples ojos hacia Kaelith, y por un momento, el tiempo parece detenerse.
Entonces, sin previo aviso, ataca.
La batalla en las sombras
Todo sucede demasiado rápido.
La criatura se abalanza sobre Kaelith con una velocidad imposible para su tamaño. Él se aparta en el último segundo, girando sobre sí mismo con una agilidad que no debería ser posible.
Yo retrocedo instintivamente, tratando de apartarme del camino.
El agua salpica a mi alrededor mientras los dos colosos chocan. Kaelith bloquea un ataque con su brazo, pero la criatura lo embiste con una fuerza brutal, lanzándolo contra una de las paredes de la caverna.
—¡Kaelith! —grito, sintiendo el pánico atenazarme.
Pero él ya se está levantando.
Y sus ojos han cambiado.
El brillo en sus pupilas se intensifica, y su cuerpo comienza a emitir una leve luminiscencia.
La criatura retrocede por un instante, como si sintiera la amenaza.
Y entonces, Kaelith ataca.
Se mueve como un relámpago, esquivando los tentáculos de la bestia con una precisión letal. Su mano se cierra en un puño, y cuando golpea el suelo, una onda de energía se propaga a su alrededor.
El agua vibra.
La criatura ruge.
Y yo…
Yo solo puedo mirar.
La decisión final
Kaelith lanza un último ataque, golpeando a la criatura con una fuerza devastadora. El impacto resuena en la caverna, y la bestia emite un chillido agonizante antes de desplomarse en el agua.
La respiración de Kaelith es pesada. Su cuerpo se mantiene erguido, pero puedo ver el cansancio en sus movimientos.
Me acerco a él con cautela.
—¿Estás bien?
Kaelith asiente, pero no dice nada.
Sus ojos están fijos en la criatura inmóvil.
Y entonces, para mi sorpresa, él se inclina y coloca una mano sobre su cabeza.
Un murmullo inaudible resuena en el aire.
#141 en Ciencia ficción
fantasia oscura, ciencia ficción con horror cósmico, aventura de exploración
Editado: 15.02.2025