El Despertar Del Leviatán.

El Umbral de los Secretos.

El silencio nos envuelve como un manto pesado mientras avanzamos por el sendero húmedo y resbaladizo. Mis pasos son cautelosos, inseguros, pero Kaelith avanza con la seguridad de quien ya ha recorrido este camino antes. La luz bioluminiscente que emana de su cuerpo ilumina tenuemente el espacio, proyectando sombras fantasmales en las paredes rocosas.

No puedo dejar de pensar en la criatura que acabamos de enfrentar.

El guardián del umbral.

Un ser aterrador y monstruoso, y sin embargo, Kaelith no lo trató como a un enemigo. No lo mató, a pesar de que fácilmente pudo haberlo hecho. En cambio, le brindó un último gesto de compasión.

—No entiendo —susurro finalmente, rompiendo el silencio—. ¿Por qué lo dejaste ir?

Kaelith sigue caminando sin responder de inmediato. Luego, su voz resuena en mi mente con la misma serenidad de siempre.

“Porque era su deber, no su elección.”

Frunzo el ceño.

—¿Su deber?

“Cada umbral tiene un guardián. Seres que fueron dejados atrás, condenados a proteger lo que hay más allá. No son libres. Solo cumplen su propósito hasta que el tiempo los consume.”

Siento un escalofrío recorrerme.

—¿Y qué hay más allá de este umbral?

Kaelith se detiene abruptamente.

El camino frente a nosotros se abre en una vasta caverna iluminada por cristales que emiten un resplandor pálido. En el centro, una estructura colosal se alza sobre una plataforma de piedra negra, con puertas talladas con símbolos antiguos.

Mi respiración se corta al verla.

Es imponente. Majestuosa.

Y aterradora.

Kaelith observa la puerta en silencio. Su postura, normalmente firme y segura, parece cargada de algo diferente esta vez.

—Kaelith… —digo en voz baja—. ¿Qué es este lugar?

Él gira su rostro hacia mí, sus ojos reflejando la luz de los cristales.

“El umbral de los secretos.”

Un escalofrío me recorre al escuchar sus palabras.

—¿Secretos de quién?

Kaelith se toma un momento antes de responder.

“De los que vinieron antes. De los que nos crearon. De los que nos condenaron.”

Mis manos se cierran en puños.

No sé si quiero saber más.

Ecos del pasado

Nos acercamos lentamente a la puerta. Siento mi corazón latir con fuerza en mi pecho mientras observo las inscripciones grabadas en la piedra oscura. Hay figuras similares a las que vimos antes, pero ahora veo algo más.

Algo que me eriza la piel.

Entre los grabados, hay imágenes de Leviatanes. Criaturas colosales con formas serpenteantes, rodeadas de símbolos que parecen representar energía o poder.

Pero también hay otras figuras.

Seres altos y esbeltos, de aspecto inhumano. Sus rostros son alargados, sin ojos visibles, y sus cuerpos parecen hechos de una materia etérea.

Mi boca se seca.

—Estos… no son Leviatanes.

Kaelith asiente lentamente.

“No. Ellos fueron los primeros.”

—¿Los primeros?

Kaelith extiende una mano y la desliza sobre la superficie de la puerta. Su expresión es inescrutable, pero puedo sentir la tensión en su cuerpo.

“Fueron los arquitectos del orden y los destructores del equilibrio.”

Las palabras se clavan en mi mente como un puñal.

—¿Qué significa eso?

Kaelith cierra los ojos por un momento, como si estuviera recordando algo distante, algo enterrado en lo más profundo del tiempo.

“Crearon a los Leviatanes. Nos moldearon a su voluntad. Y luego… nos traicionaron.”

Un nudo se forma en mi garganta.

—¿Por qué?

Kaelith abre los ojos.

“Porque temieron lo que éramos capaces de hacer.”

La gravedad de su afirmación me golpea con fuerza.

Si estos seres crearon a los Leviatanes… y luego decidieron traicionarlos, ¿qué fue lo que realmente sucedió?

—¿Quedan más como ellos? —pregunto en un susurro.

Kaelith observa la puerta por un largo instante antes de responder.

“Tal vez. O tal vez sus sombras siguen acechando desde las ruinas de su imperio.”

Un escalofrío me recorre.

La prueba del umbral

Kaelith da un paso adelante y coloca ambas manos sobre la puerta. La piedra vibra bajo su toque, y un resplandor azul comienza a emanar de las inscripciones talladas.

Doy un paso atrás instintivamente.

—¿Qué estás haciendo?

“Abriendo el umbral.”

La luz se intensifica, y de pronto, la puerta se abre con un crujido profundo, como si hubiera estado sellada durante eones.

Un aire frío y denso emerge del otro lado, trayendo consigo un murmullo apenas perceptible.

Y luego, lo veo.

Más allá de la puerta hay un pasillo interminable, con paredes de piedra negra cubiertas de más inscripciones. Pero lo que me deja sin aliento es lo que se encuentra al final del pasillo.

Una figura alta y estética. Esperándonos.

Mi pulso se acelera.

Kaelith no se inmuta.

“Es la prueba.”

Trago saliva.

—¿Qué prueba?

Kaelith me mira, y por primera vez, veo algo en sus ojos que nunca antes había visto.

Duda.

“El umbral no se cruza sin sacrificio.”

Un nudo se forma en mi estómago.

—¿Sacrificio?

Kaelith asiente.

“Debemos enfrentar lo que se oculta en las sombras. Solo entonces conoceremos la verdad.”

Mis manos tiemblan. Pero ya no hay marcha atrás.

Doy un paso adelante.

Y la sombra al final del pasillo comienza a moverse.




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