El mundo no volvió a ser el mismo después de aquella visión.
La oscuridad me envolvió tras aquel encuentro con la figura del altar. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, si minutos u horas. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue a Kaelith, sentado a mi lado, vigilando el horizonte con esa tensión silenciosa que solo él sabe contener. Su respiración era irregular, y su brazo izquierdo tenía una grieta luminosa a lo largo de la piel, como si algo lo hubiera herido desde dentro.
—Estás despierta —dijo, sin mirarme.
Asentí con dificultad. Mi cuerpo se sentía entumecido, pesado, como si la energía del lugar todavía tirara de mis músculos hacia las profundidades.
—¿Dónde estamos?
—Todavía cerca de las ruinas —respondió, y al fin giró el rostro hacia mí. Su expresión era una mezcla de alivio y miedo. Kaelith nunca tenía miedo—. Tu cuerpo colapsó. El altar te reclamó. Tuvimos que escapar a la fuerza.
Me enderecé poco a poco, sintiendo punzadas detrás de los ojos.
—Vi algo —murmuré—. O alguien. Estaba en otro lugar, en… en un vacío.
Kaelith guardó silencio. Me observó en silencio por unos segundos, como si estuviera decidiendo si debía o no decirme lo que estaba pensando.
—No fue una visión cualquiera —sentenció al fin—. Fue una memoria. Y no solo tuya.
Me quedé en silencio, las palabras temblando en mis labios.
—¿Entonces era real?
—Tan real como esta conversación.
Durante horas, caminamos en silencio por los pasillos abandonados del refugio subterráneo que Kaelith encontró para ocultarnos. Las paredes estaban decoradas con inscripciones olvidadas, murales borrosos de tiempos remotos. Todo en ese lugar olía a historia y advertencia.
Cada paso que daba me hacía sentir más fuera de mí. Como si la versión de mí que había despertado en ese altar no encaja con esta, la que Kaelith seguía protegiendo.
—Dijiste que no fue una visión mía solamente —rompí el silencio mientras exploramos una sala redonda con techos colapsados—. ¿Qué quisiste decir?
Kaelith se detuvo. Su silueta recortada contra la luz turbia del lugar parecía más monstruosa que nunca. Pero sus ojos dorados seguían siendo humanos. Humanos en una forma que dolía.
—Hay algo que no te hemos contado —dijo.
—¿Quiénes? —pregunté, sintiendo una ráfaga de traición recorriéndome el pecho—. ¿Los demás Leviatanes?
—La comunidad, sí. Pero yo también.
La habitación se volvió más fría.
—¿Qué me ocultaste, Kaelith?
Él tardó en responder. Cuando lo hizo, fue con una voz que temblaba más que la mía.
—Tú no naciste entre los humanos que escondimos. Ni siquiera fuiste rescatada. Tú fuiste devuelta.
Mi mente se quedó en blanco.
—¿Qué?
—Fuiste hallada en un lago. A los pies del altar que hoy casi te consume. Envolvían una piedra negra en las manos, y tu cuerpo emitía un pulso de energía que ninguno de nosotros entendía. El líder quiso entregarte a los alienígenas pero yo me negué.
Lo miré, sin poder articular palabra.
—Tú me protegiste —susurré.
—No porque sabía lo que eras. Sino porque no lo sabía.
#407 en Ciencia ficción
fantasia oscura, ciencia ficción con horror cósmico, aventura de exploración
Editado: 12.05.2025