Ecos del Silencio (Parte 2)

Narrado por la protagonista

La palabra “peligrosa” resonó en mi mente como un eco que no podía acallar. Era absurda y al mismo tiempo, extrañamente precisa. Porque lo que sentí al liberar ese poder —esa energía abrasadora que destruyó a las criaturas sin que supiera cómo— no fue miedo. Fue familiaridad.

Algo en mí reconoció ese poder.

—¿Qué soy entonces? —pregunté con un hilo de voz—. ¿Qué hay dentro de mí que no debería existir?

Kaelith se alejó un poco, caminando en círculos, como un depredador encerrado en una jaula invisible. Se pasó una garra por el antebrazo, dejando un leve surco en su piel escamosa. Un gesto de frustración.

—No lo sé con certeza. Pero sí sé esto: esa cámara… ese altar… fue construido para contener algo que pertenecía al principio del mundo. Antes de los Leviatanes. Antes de los alienígenas. Incluso antes de los humanos.

Tragué saliva. La garganta seca, como si hubiera estado gritando por dentro todo este tiempo.

—¿Y si eso estaba contenido soy yo?

Kaelith se volvió, los ojos brillando con algo entre alarma y resignación.

—No eras tú. Pero tal vez eras parte de ello.

Sus palabras me atravesaron. No como una espada, sino como una verdad que me alcanzaba lentamente, envolviendo, haciéndome comprender que había capas de mí que jamás imaginé explorar. Que, tal vez, alguien me había creado o reconstruido con piezas que no pertenecían a este tiempo. A este mundo.

—Yo no pedí esto —susurré.

—Nadie lo hace —respondió él, más suavemente ahora—. Pero tú lo llevas en la sangre. No puedes ignorarlo.

Me senté en una roca cubierta de musgo tenue. El aire en esa parte de la caverna era más espeso, como si el altar aún respirara. Sentía pulsos irregulares a través de mis huesos, como si algo allí abajo aún intentara comunicarse.

Kaelith se quedó de pie frente a mí. Su sombra me cubría, como si me protegiera o como si se preparara para detenerme si hacía algo impredecible.

—¿Y qué ocurre si esa cosa si eso está dentro de mí despierta de nuevo?

Él no contestó de inmediato. Sus ojos buscaron algo en la penumbra, como si temiera que las paredes pudieran oírlo.

—Entonces, todos morirán —dijo al fin, y el silencio volvió a caer como una sentencia.

(Continuará en la Parte 3…)