La noche había caído con una rapidez inusitada, como si el cielo mismo quisiera ocultar lo que estaba por venir. El campamento improvisado que Kaelith y yo habíamos establecido ofrecía poco resguardo contra la oscuridad que nos rodeaba, tanto física como emocionalmente.
Me senté junto al fuego, observando las llamas danzar mientras mi mente repasaba las revelaciones recientes. La idea de que no era completamente humana seguía resonando en mi interior, como un eco persistente que se negaba a desaparecer.
—¿Cómo se supone que debo aceptar esto? —pregunté en voz baja, más para mí misma que para Kaelith.
Él, sentado al otro lado del fuego, me observaba con una mezcla de preocupación y resignación.
—No tienes que aceptarlo de inmediato —respondió—. Solo necesitas entender que lo que llevas dentro no es una maldición, sino una parte de ti que siempre ha estado ahí.
Suspiré, sintiendo el peso de sus palabras. La verdad era que, a pesar de todo, una parte de mí se sentía aliviada. Al menos ahora tenía una explicación para las cosas extrañas que siempre me habían ocurrido.
—¿Y qué hay de los demás? Dijiste que no soy la única.
Kaelith asintió lentamente.
—Hay otros como tú, desperdigados por el mundo. Algunos han despertado, otros aún duermen. Pero todos comparten un vínculo común: una conexión con una fuerza antigua que trasciende la comprensión humana.
Me estremecí, no por el frío, sino por la magnitud de lo que implicaban sus palabras. Si había otros como yo, ¿qué significaba eso para el mundo? ¿Para la humanidad?
—¿Y qué se supone que hagamos?
Kaelith se levantó y se acercó a mí, su presencia imponente pero reconfortante.
—Eso depende de ti. Puedes elegir ignorar lo que eres y vivir una vida de negación, o puedes abrazar tu verdadera naturaleza y descubrir el propósito que te ha sido asignado.
Lo miré a los ojos, buscando respuestas que sabía que solo yo podía encontrar.
—¿Y tú? ¿Cuál es tu papel en todo esto?
Kaelith sonrió levemente, una expresión que rara vez mostraba.
—Mi papel es protegerte, guiarte y, si es necesario, detenerte.
Sus palabras me golpearon con fuerza. La idea de que él pudiera ser mi protector y, al mismo tiempo, mi verdugo, era difícil de asimilar.
—¿Detenerme?
—Si alguna vez pierdes el control y te conviertes en una amenaza para el mundo, tendré que intervenir.
Asentí, comprendiendo la gravedad de la situación. No había marcha atrás. Mi vida había cambiado para siempre, y ahora debía enfrentar las consecuencias de mi verdadera identidad.
El fuego crepitó entre nosotros, y en ese momento, supe que el camino por delante sería arduo y lleno de desafíos. Pero también supe que no estaba sola. Kaelith estaría a mi lado, para bien o para mal.
#407 en Ciencia ficción
fantasia oscura, ciencia ficción con horror cósmico, aventura de exploración
Editado: 12.05.2025