El silencio tenía otro peso cuando se aproximaba el fin de algo.
Nos adentramos en la noche sin luna, con la grieta como único faro. Su resplandor no era luz. Era la ausencia de todo lo demás: color, tiempo, sonido, verdad.
Kaelith caminaba a mi lado, pero algo en él había cambiado desde que mencioné acercarme. Su cuerpo era el mismo, su sombra también, pero sus ojos ellos ya no miraban el mundo, sino lo que venía después.
El Umbral
Llegamos.
La grieta no se había movido, pero sentí que lo hacía. Como si nos esperara. Como si supiera que yo había recordado algo y ahora me pertenecía.
Me paré frente a ella. El aire vibraba. No había viento. No había fuego. Pero mi piel se erizaba como si una tormenta estuviera al borde de estallar dentro de mí.
—¿Estás segura? —susurró Kaelith.
—No —respondí con honestidad—. Pero ya no quiero seguir siendo una sombra de mí misma.
Él no dijo más.
El Contacto
Extendí mi mano.
Apenas toqué el borde de la grieta, sentí una fuerza succionarme. No física. Era como si mis pensamientos se despegaran de mi mente, como si la grieta me leyera o me desnudara.
Y entonces, lo vi.
Una versión de mí misma, parada dentro de una ciudad hundida, con los ojos negros como el vacío. Supe que era yo, en otro tiempo, con otro nombre.
—Eres la llave y la jaula —me dijo—. Por eso no encajas. Porque no naciste para pertenecer. Naciste para contener.
Visiones del Abismo
La visión cambió.
Vi a Kaelith gritando bajo un cielo roto. Sangre negra manaba de su pecho mientras los suyos caían uno por uno, consumidos por algo que yo liberaba por accidente.
Vi a los alienígenas, los que dominaban la Tierra, observando en silencio desde sus naves esperando que el abismo hiciera lo suyo.
Me vi a mí misma caminando sola en un mundo que ya no existía.
La Voz del Leviatán
Kaelith me sostuvo antes de que cayera. Me apretó contra su pecho y su voz fue lo único real.
—Vuelve. No te dejes arrastrar.
—Estoy aquí —murmuré—. Pero ya no soy solo yo.
Su expresión se endureció.
—¿Qué viste?
—El fin y el principio.
Me volví hacia la grieta.
La oscuridad ya no me asustaba.
Porque ahora sabía que yo era parte de ella.
El Pacto
—Voy a entrar —dije.
Kaelith no me detuvo. Solo puso su frente contra la mía y dijo:
—Si entras no regresaremos igual.
—No quiero ser la misma.
—Entonces prométeme esto: si olvidas quién eres otra vez buscarás mi voz.
—Siempre sabré tu voz, Kaelith. Incluso si el mundo se rompe.
Y con eso crucé el umbral.
#407 en Ciencia ficción
fantasia oscura, ciencia ficción con horror cósmico, aventura de exploración
Editado: 12.05.2025