No soñé esa noche.
O tal vez sí, pero no con imágenes.
Soñé con un sonido.
Un canto sin voz.
Una vibración que no era humana, ni animal, ni natural. Era profunda y antigua. No resonaba en mis oídos, sino en mis huesos. Como si algo debajo de mi piel —algo que nunca me perteneció— comenzará a recordar quién era antes de ser yo.
Y no pude despertarme.
Ni siquiera cuando mi cuerpo empezó a temblar.
Ni cuando la sangre en mis venas se volvió espesa, distinta.
Ni siquiera cuando sentí la presencia de Kaelith, tan cerca y tan silencioso, como si supiera que no debía tocarme todavía.
Como si temiera que ya no fuera yo.
—
Las Grietas
Cuando por fin abrí los ojos, el mundo estaba… distinto.
Los colores eran más intensos.
Las sombras más densas.
Y los sonidos, más lejanos, como si llegaran desde otro plano. Podía oír a las raíces moverse bajo la tierra. A los insectos vibrar sus alas en lo más profundo del bosque. Y dentro de mí, una pulsación constante… como un tambor ahogado.
Toqué mi pecho.
Mi piel ardía.
Y por un momento, juré que algo bajo mi carne se movía.
Una línea. Una marca que no tenía ayer.
Un símbolo que parecía grabado desde dentro.
Algo que se estaba formando.
Y que quería salir.
—
La Voz
Esa noche, hablé con él.
No Kaelith.
No uno de los Leviatanes.
No un enemigo.
Hablé con él.
La cosa que vive en mí.
No usó palabras. Pero su mensaje fue claro.
“No temas. Yo soy parte de ti. Fuiste moldeada para esto. Eres mi entrada. Mi regreso. No escaparás de lo que ya eres.”
Quise gritar. Golpearme el pecho. Romperme la piel.
Pero entonces vi mis propias manos… y estaban quietas.
Tranquilas.
Como si, en algún lugar profundo, una parte de mí aceptara esas palabras.
Y eso fue lo que más me aterrorizó.
—
Kaelith
Lo encontré al amanecer.
Había regresado con el rostro herido, el cuerpo marcado por fuego sagrado. Había peleado por mí. Pude verlo en su mirada: no había dormido, ni respirar con calma. Pero cuando me vio, algo en su expresión se apagó.
—¿Qué viste? —me preguntó sin rodeos.
No pude mentirle.
—Algo… dentro de mí está despertando.
No dijo nada. Solo bajó la mirada.
Y eso me dolió más que cualquier palabra.
Porque en su silencio, entendí que ya no era solo una amenaza para mí misma…
Lo era para todos.
Incluso para él.
—
La Decisión
Quise huir.
Alejarme de la comunidad. Perderme en los bosques o en el hielo, en las ruinas olvidadas. Morir si era necesario.
Pero cuando me puse de pie, mis piernas no respondieron como antes.
Era más rápida.
Más fuerte.
Y más peligrosa.
Podía sentirlo. Cada emoción se amplificaba. El dolor. El deseo. El miedo.
Y el amor.
Sobre todo, el amor.
Porque Kaelith no me tocó esa noche.
Pero yo sabía que si me perdía, él lo haría.
Y si eso pasaba, no habría regreso.
—
La Última Llama
Esa noche me senté frente al fuego. El último que encendería.
Miré la marca en mi pecho.
No desaparecía.
Kaelith me observaba desde la distancia. No se acercó.
Y sin embargo, su presencia era la única cosa que aún me mantenía anclada.
Así que decidí escribir en mi mente algo que, si mañana ya no soy yo, tal vez él recordará por mí:
“Si me convierto en lo que tememos, no me destruyas por odio. Hazlo por amor. Y si hay una chispa de mí escondida bajo los monstruos… sálvala. Aunque sea con fuego.”
Y entonces cerré los ojos.
Esperando el amanecer.
O el fin.
#760 en Ciencia ficción
fantasia oscura, ciencia ficción con horror cósmico, aventura de exploración
Editado: 01.09.2025