El aire de la noche estaba cargado de electricidad. Lena sentía cómo el frío se filtraba en sus huesos mientras corría junto a Kaelith y Yren por el pasillo que conducía al exterior del refugio. A cada paso, la sensación de ser observada se intensificaba, como si los ojos invisibles de los drones se posaran ya sobre ellos, midiendo cada movimiento, cada respiración.
Al cruzar la compuerta, el mundo los recibió con un rugido metálico. En el cielo, varias luces rojas se movían como enjambres de depredadores. Los drones zumbaban con un ritmo agudo, casi insoportable, como un canto de guerra artificial. Kaelith se adelantó, sus movimientos cargados de una fuerza salvaje, sus garras brillando bajo la luna pálida. Su cuerpo mutaba con pequeños destellos, oscilando entre lo humano y lo inhumano, como si la amenaza despertara en él lo que siempre trataba de contener.
“¡Lena, quédate detrás de mí!” gruñó, pero ella lo ignoró. Con el pulso acelerado, se aferró al dispositivo que Yren le había entregado minutos antes: un artefacto pequeño, irregular, robado a los Aliados. Según Yren, podía interferir momentáneamente las señales de los drones, pero era inestable… y peligroso.
El primer dron descendió en picada, disparando haces de luz que abrasaban la tierra al contacto. Kaelith lo interceptó con un salto brutal, clavando sus garras en el metal y arrancándole cables que chisporroteaban como vísceras incandescentes. El dron cayó hecho pedazos, pero dos más descendieron de inmediato, rodeándolos.
Lena, con las manos temblorosas, activó el dispositivo. El aparato vibró con violencia, emitiendo un sonido grave que se expandió como una onda. Los drones se detuvieron un instante, titubeando, como si una mano invisible los hubiese atrapado. “¡Funciona!” gritó Lena, pero Yren la tomó del brazo con desesperación.
“No lo mantengas mucho, ¡te consumirá!”
Era tarde. Un ardor punzante recorrió el brazo de Lena, extendiéndose hacia la cicatriz de su muñeca, que comenzó a arder como si fuese un sello vivo. Los drones volvieron a moverse, pero erráticos, como bestias heridas. Kaelith los destrozó con una furia inhumana, sus ojos brillando como brasas en la oscuridad.
Cuando el último cayó al suelo, el silencio regresó de golpe, pesado y sofocante. Lena cayó de rodillas, respirando con dificultad, mientras el dispositivo se apagaba, chamuscado en su palma. Kaelith corrió hacia ella, tomándola con una delicadeza que contrastaba con la brutalidad de sus actos segundos atrás.
“Te advertí…” murmuró, su voz cargada de un miedo extraño. “Ese dolor en tu muñeca… no es casualidad. Es la marca de lo que eres. Y ellos ya lo saben.”
Lena lo miró con los ojos abiertos de par en par. La palabra “marca” resonaba en su cabeza como un presagio oscuro. El viento volvió a rugir, arrastrando cenizas del dron destruido, como si la noche misma quisiera recordarle que no había escapatoria.
#898 en Ciencia ficción
fantasia oscura, ciencia ficción con horror cósmico, aventura de exploración
Editado: 01.09.2025