El Despertar Del Leviatán.

La marca del exilio

El silencio tras la batalla era engañoso. El cielo seguía iluminado por las brasas de los drones caídos, pero Lena apenas podía respirar. Sentía el ardor de la cicatriz en la muñeca como si algo dentro de ella hubiese despertado.

Kaelith no apartaba la mirada de esa señal, sus ojos oscuros reflejaban un temor que Lena nunca le había visto antes. Sus garras temblaban, como si contenerse fuese más difícil que luchar contra máquinas asesinas.

“Esa marca…” dijo en un murmullo áspero, casi inaudible. “No es una herida común. No es humana.”

Lena quiso responder, pero las palabras se ahogaron en su garganta. La cicatriz brillaba con un tenue resplandor rojizo, como una brasa enterrada en la piel.

Yren, que hasta ese momento observaba en silencio, se adelantó con el rostro sombrío.

“Lo sabía. Desde que eras una niña, lo sospechaba.”

Lena lo miró con incredulidad.

“¿Qué es lo que sabías?”

El anciano respiró hondo, sus ojos cargados de un peso antiguo.

“No fuiste encontrada por casualidad en los restos de aquel refugio destruido. Fuiste… dejada allí. Como una ofrenda, como un mensaje. Esa marca es el símbolo de los Sellados.”

La palabra cayó entre ellos como un relámpago. Kaelith apretó los dientes y gruñó, como si escucharla lo desgarrara.

“Los Sellados…” repitió Lena en un susurro.

“No comprendes lo que significa.” replicó Yren. “Tu existencia es un riesgo para todos. Los Sellados son humanos… alterados. No por voluntad propia, sino por designio de los dominadores. Son el puente entre especies. Y los Aliados los cazan porque temen lo que podrían desatar.”

Lena sintió un vértigo intenso. La tierra pareció moverse bajo sus pies.

“¿Un puente? ¿Entre qué… y qué?”

Kaelith respondió con la voz ronca, cada palabra impregnada de rabia contenida:

“Entre ellos… y nosotros.”

El viento rugió en ese instante, como si la misma noche confirmara aquella revelación. Lena retrocedió, mirando su muñeca con horror. Su cicatriz ardía con más fuerza, latiendo al ritmo de su corazón.

“Eso significa…” susurró ella. “Que jamás fui aceptada por los humanos… porque nunca fui solo humana.”

El silencio de Kaelith lo dijo todo. Sus ojos, cargados de un brillo salvaje y dolido, se clavaron en ella. Y en su mirada, Lena entendió que la verdad recién comenzaba a revelarse… y que estaba marcada para un destino que ni siquiera Kaelith podría impedir.




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