La noche estaba rota por un zumbido agudo, como un enjambre metálico en el cielo. Lena lo reconoció antes de verlo: los drones de los dominadores.
El bosque se iluminó con destellos azules que barrían cada rincón, buscando movimiento, buscando calor. Lena corría entre raíces y rocas, con el corazón golpeando en su pecho como un tambor desbocado. Kaelith la arrastraba de la mano, su fuerza suficiente para levantarla del suelo cuando tropezaba.
“¡Nos encontraron!” jadeó Lena.
“No todavía —respondió Kaelith, sus ojos encendidos de furia—. Pero lo harán si sigues corriendo a ese ritmo.”
El silbido de un dron cortó el aire, seguido de un haz incandescente que atravesó un árbol cercano, haciéndolo estallar en brasas. El olor a madera quemada llenó sus pulmones.
Kaelith se detuvo en seco, extendiendo sus alas con un crujido amenazante.
“Vete. ¡Ahora!”
“¡No!” Lena lo tomó del brazo con desesperación. “Si me encuentran sola, me matarán o me usarán como experimento. No me dejes.”
Un rugido metálico descendió desde arriba. Los drones habían marcado su posición. Se escucharon descargas eléctricas mientras formaban un círculo de luz. Lena supo que no había salida.
Pero entonces Kaelith se transformó en algo más. La oscuridad alrededor de su cuerpo se abrió como una grieta, y un resplandor azul profundo emergió de sus venas, extendiéndose hacia las garras.
El aire se dobló con su presencia.
Los drones se abalanzaron, disparando ráfagas de energía. Kaelith levantó un brazo y las ráfagas rebotaron contra un campo invisible, curvándose como si el aire mismo obedeciera su voluntad.
“¡Corre, Lena!” rugió, liberando un estallido que derribó tres drones al suelo como si fueran juguetes de metal.
Ella no se movió. No podía. Su cuerpo temblaba, no de miedo, sino de un reconocimiento doloroso: la energía que Kaelith liberaba… era la misma que latía bajo su piel desde que la marca apareció en su muñeca.
Y entonces comprendió: no eran diferentes. Estaban conectados en un nivel que ni él parecía entender del todo.
Cuando el último dron cayó, ardiendo en chispas y humo, Kaelith se giró hacia ella, jadeando, sus ojos oscuros brillando con rabia y vulnerabilidad.
“Ahora lo sabes… lo que soy capaz de hacer… lo que temen de mí. ¿Aún me seguirás?”
El silencio tras su pregunta fue más aterrador que el ruido de los drones.
Editado: 01.09.2025