El viento helado cortaba como cuchillas mientras Kaelith ascendía con Lena contra su pecho. El rugido de sus alas resonaba en la noche, un eco de poder que atraía aún más la atención de los drones.
“¡Más rápido!” gritó Lena, girando la cabeza para ver cómo las luces azules crecían tras ellos.
Kaelith no respondió. Sus ojos se afilaron, midiendo distancias, corrientes de aire y la amenaza metálica que se cernía como una red invisible. Sus músculos ardían; no temía a las balas, pero sí al peso en sus brazos, al frágil corazón que latía contra él.
Un disparo pasó silbando. El resplandor iluminó la cicatriz de Lena, que brilló con un pulso extraño, sincronizado con la energía del propio Kaelith.
Él lo sintió.
El vínculo.
Una fusión que lo debilitaba y lo fortalecía a la vez.
“Tu marca… está interfiriendo con ellos —gruñó—. Puedo sentir cómo te rastrean.”
Lena lo entendió de inmediato: ella era el faro que guiaba a sus cazadores.
Los drones se reorganizaron, cerrando el cerco. Kaelith cambió de rumbo, descendiendo en picada hacia un bosque muerto de árboles ennegrecidos. Las ramas crujieron al romperse bajo el impacto de sus alas, y ambos rodaron por el suelo cubierto de ceniza.
Lena se incorporó con dificultad, el corazón desbocado. “No puedes seguir cargándome, te volveré un blanco.”
Kaelith se levantó de un salto, los ojos ardiendo de furia contenida. “Nunca serás un peso para mí.”
Antes de que pudiera decir más, el zumbido metálico volvió a llenar el aire. Las sombras de los drones atravesaban las copas muertas de los árboles. Kaelith extendió sus garras, listo para despedazarlos, pero Lena lo tomó de la muñeca.
“Si peleas, descubrirán dónde estamos. Déjame intentarlo… déjame ver si esta marca sirve para algo más que condenarnos.”
Kaelith dudó, la mandíbula apretada. “Si te equivocas, moriremos.”
“Entonces moriremos juntos.”
Por un instante, el silencio fue más aterrador que los drones. Luego, Kaelith cedió.
Lena cerró los ojos, concentrándose en el ardor de su cicatriz. El pulso la atravesó como un latido prestado, uniendo su respiración con la del Leviatán. Y con ese vínculo, intentó desviar el eco que los delataba.
El aire se estremeció. Los drones titubearon en sus movimientos, como si hubieran perdido la señal. Uno, dos… se desviaron, confundidos, buscando otro rastro.
Lena abrió los ojos, jadeando. “Funciona…”
Kaelith la miró, incrédulo. Por primera vez desde que la conocía, no la vio como la humana frágil a la que debía proteger, sino como alguien que podía caminar a su lado en medio de la oscuridad.
Y eso lo aterraba más que cualquier enemigo.
Editado: 01.09.2025