El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 7

Ylva respiró hondo mientras cruzaba las puertas de su nueva escuela en Vermont. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, y la sensación de empezar de nuevo en un lugar desconocido la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.

Mientras caminaba hacia su casillero, una chica con cabello negro, ondulado y largo, y ojos dorados como el oro, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.

—Hola, ¿tú debes ser la nueva estudiante, verdad? —preguntó la chica con entusiasmo.

Ylva se sorprendió por el saludo directo y no pudo evitar mostrar su desconcierto.

—Sí, soy Ylva —respondió, tratando de sonar segura.

La chica notó la sorpresa en el rostro de Ylva y soltó una risa suave.

—¡Te estábamos esperando! Después de todo, Vermont no es un lugar muy grande. Aquí todo se sabe rápidamente. Soy Isabel Whitmore, ¡encantada de conocerte! —dijo, extendiendo una mano y luego dándole un abrazo amistoso.

Ylva sintió que Isabel estaba inusualmente helada al tacto, pero antes de poder procesar ese pensamiento, Isabel se apartó y frunció el ceño con una expresión cómica.

—Mmm… hueles a perro mojado —comentó Isabel con un tono de broma—. Deberías de cubrir ese apestoso olor.

Ylva se quedó momentáneamente paralizada, sin saber cómo responder. Su cara enrojeció de pena, y sus labios formaron una línea apretada mientras intentaba no tomarse el comentario demasiado en serio. Finalmente, soltó una risa nerviosa.

—Bueno, eso es un… curioso… cumplido —dijo Ylva, frunciendo el ceño pero sonriendo a la vez.

Isabel se rio suavemente, dándose cuenta de que su comentario había tenido un impacto.

—Lo siento, no quería incomodarte. Solo estaba bromeando. Es una forma extraña de decir que eres única. Te acostumbrarás a mis comentarios raros —dijo Isabel, guiñándole un ojo con complicidad—. Tengo la ligera impresión de que seremos las mejores amigas.

Ylva se relajó un poco y decidió aceptar la peculiar bienvenida de Isabel. A pesar de la extraña sensación inicial, no pudo evitar sonreír ante el genuino esfuerzo de Isabel por hacerla sentir bienvenida.

—Gracias, Isabel. Aprecio el intento de hacerlo menos intimidante.

Con una nueva amiga a su lado, Ylva se sintió un poco más cómoda mientras se adentraba en su nueva vida escolar en Vermont.

Antes de entrar en su primera clase, Isabel decidió darle a Ylva un recorrido por el instituto. A medida que caminaban por los pasillos y el campus, Isabel le señalaba a algunos estudiantes y le daba información sobre ellos.

—Ese de allá es Leonardo, es genial en matemáticas —dijo Isabel, señalando a un chico con gafas que llevaba un montón de libros.

—Y esa es Lucía, siempre está organizando eventos para recaudar fondos —añadió, apuntando a una chica que estaba hablando animadamente con un grupo de amigos.

A medida que se acercaban al campo, Isabel sonrió y detuvo sus pasos. Con un gesto de complicidad, señaló a un chico alto con cabello negro, piel blanca y ojos dorados. El chico, como si estuviera sincronizado con Isabel, levantó la vista y le devolvió la sonrisa, pero su mirada estaba fija en Ylva.

—Ese de allí es David —dijo Isabel en voz baja, mirándolo con una expresión mezcla de diversión y advertencia—. No te acerques demasiado a él. Es… un vampiro.

Ylva se paralizó al escuchar la palabra vampiro y tartamudeó.

—¿Va… va… vampiro? —logró decir, su mente llena de confusión y sorpresa.

Isabel se giró y al ver la expresión en el rostro de su nueva amiga, soltó una risita.

—¿Tienes miedo de los chupa sangre? —preguntó Isabel con una sonrisa juguetona.

Ylva, sintiéndose avergonzada, sonrió nerviosamente.

—No, no es eso. Es solo que… los vampiros no existen, ¿verdad?

Isabel dio un paso más cerca de Ylva y la miró directamente a los ojos. Su expresión se volvió ligeramente más seria, mientras que sus ojos dorados se volvían más intensos.

—¿Y si existieran, les tendrías miedo entonces?

Ylva negó con la cabeza rápidamente, tratando de mantener la compostura.

—No, esos son solo cuentos. Los vampiros no existen, supongo que esto es parte de tu bienvenida, ja, ja, ja.

Isabel mantuvo la mirada fija en Ylva por un momento más antes de volver a sonreír con naturalidad.

—Claro, cuentos y leyendas —dijo Isabel con un tono ligeramente burlón, mientras continuaban su recorrido—. Bueno, vamos a asegurarnos de que conozcas el resto del instituto.

Ylva no pudo evitar sentirse un poco perturbada por la conversación, pero decidió dejar de lado sus preocupaciones por el momento. A medida que seguía a Isabel por el instituto, no podía evitar mirar de reojo a David, preguntándose si había algo de verdad en las palabras de su nueva amiga.

La joven pasó toda la mañana en sus clases, pero su mente estaba distraída por las palabras de Isabel. No podía dejar de pensar en lo que había dicho sobre David y los vampiros. Intentaba convencerse a sí misma de que estaba loca por darle vueltas al asunto; después de todo, los vampiros no existían, así que no tenía sentido creer en ellos.

A medida que avanzaban las horas, Ylva empezó a hacer nuevos amigos. Isabel, con su actitud amigable y extrovertida, le presentó a varias personas y la ayudó a integrarse en el ambiente escolar. Sin embargo, algo seguía molestando a Ylva: notó que David siempre estaba en compañía de solo dos chicos, un joven de cabello rojo y una chica de cabello castaño. Isabel le explicó que eran sus primos.

A la hora del almuerzo, Ylva y sus nuevos compañeros se sentaron en una mesa del comedor. Mientras conversaban y se conocían mejor, ella vio a David entrar con sus primos. Se dirigieron a una mesa apartada del resto, y nadie más se acercó a ellos, como si existiera una barrera invisible que los mantenía alejados.

Isabel notó la mirada curiosa de Ylva y sonrió con complicidad.

—¿Quieres ver si realmente es un vampiro? Por eso sigues mirando —preguntó Isabel, levantándose de su asiento.




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