En el corazón del Reino de Lycandar, la majestuosa fortaleza de la manada del Imperio estaba envuelta en la calma de la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una ligera brisa susurraba entre los árboles del bosque que rodeaba el castillo.
Aldric, con su imponente figura y su cabello blanco como la nieve, caminaba por los silenciosos pasillos. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de su pequeña hermana, Katrina. Tocó suavemente antes de abrir la puerta y entrar.
Katrina, con solo 15 años, estaba sentada en su cama, mirando por la ventana con una expresión de preocupación. Su cabello blanco pero a diferencia del de su hermano tenía algunos mechones dorados caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la luz de la luna con un brillo melancólico.
—Katrina, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó Aldric en voz baja, acercándose a su cama.
Katrina levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su hermano mayor.
—No puedo dormir, Aldric —respondió con un susurro—. No dejo de pensar en nuestra hermana, quiero que ella esté aquí con nosotros, con su familia, que se sienta amada y protegida.
Aldric se sentó junto a ella y la abrazó con ternura, envolviéndola en la calidez de su protección.
—Es tarde, pequeña. Deberías intentar descansar —le dijo, acariciando su cabello suavemente.
Katrina apoyó su cabeza en el hombro de Aldric, sintiendo el consuelo de su presencia.
—Aldric, tengo miedo. La siento en mis sueños, mi loba me dice que está cerca, pero también tengo miedo de que solo sea mi imaginación —confesó, su voz temblando ligeramente.
Aldric suspiró, comprendiendo la angustia de su hermana. Recordaba con claridad el día en que su hermana fue robada del reino, apenas unas horas después de haber nacido. La búsqueda había sido incansable, pero los años pasaban y las esperanzas se desvanecían.
—Katrina, te prometo que la encontraremos. Nuestra hermana volverá a casa —le aseguró con firmeza—. No estás sola en esto. Todos la sentimos, de una u otra manera. No son solo sueños y estoy seguro de que tu loba la protege.
Katrina cerró los ojos, tratando de encontrar consuelo en las palabras de Aldric.
—Gracias, Aldric. Solo quiero que vuelva a casa y que todo sea como antes, que vivamos sin preocupación, sin tener miedo —dijo, con la voz llena de añoranza.
Aldric la abrazó más fuerte, deseando poder darle todas las respuestas que ansiaba.
—Te entiendo, pequeña. Descansa ahora, prometo que seguiremos buscando hasta que la encontremos.
Katrina asintió lentamente, dejándose llevar por la promesa de su hermano. La noche envolvía el reino de Lycandar, y aunque la oscuridad parecía interminable, la esperanza brillaba en los corazones de aquellos que aguardaban el regreso de su hermana perdida.
La adolescente, buscando aliviar la tristeza que sentía, decidió cambiar de tema y preguntó a su hermano sobre un lobo que no ha dejado de pensar.
—Aldric, ¿has sabido algo de Ethan? —preguntó con una chispa de curiosidad en sus ojos.
Aldric la miró, tratando de adivinar lo que su traviesa hermanita estaba pensando. Katrina soltó una risa y añadió:
—¡Lo extraño! Extraño jugar con él.
Aldric se unió a la risa, sintiéndose aliviado por el cambio de tema.
—Yo también, Katrina. Hace tiempo que no sé nada de mi amigo, pero estoy seguro de que debe estar bien. Ethan siempre ha sido fuerte y aventurero.
Katrina sonrió, sintiéndose un poco más tranquila al recordar los buenos momentos que habían compartido con Ethan. Ella se acomodó en su cama y miró a su hermano mayor con una sonrisa.
—Espero que podamos ver a Ethan de nuevo —dijo con sinceridad.
Aldric la miró con una ceja levantada, tratando de adivinar sus pensamientos, pero sin lograr nada. Su hermana era muy buena escondiendo lo que pensaba.
—¿Acaso te gusta, Ethan? —preguntó con un tono juguetón.
Katrina lo fulminó con la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de indignación y diversión.
—¡Claro que no, Aldric! —exclamó—. Solo estoy preguntando por qué extraño jugar con él.
Aldric soltó una risa suave y acarició el cabello de su hermana.
—Está bien, pequeña. Yo también extraño esos tiempos. Seguro que pronto tendremos noticias de Ethan.
Katrina sonrió y cerró los ojos, sintiéndose un poco más tranquila. La noche avanzaba, y la promesa de un futuro mejor seguía iluminando sus corazones.
—Buenas noches, hermano, descansa, te ves agotado, recuerda que tu hermana te ama.
—También te amo, pequeña revoltosa, descansa —dijo Aldric dándole un beso en la frente.
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Editado: 10.05.2025