Ylva, aun en estado de shock, negó con la cabeza.
—Eso no es posible. Yo vivo en Vermont. Entré al bosque que está detrás de mi casa y solo me perdí en el camino. ¿Cómo carajos me puede decir que estamos en Maine? —dijo, su voz reflejando la incredulidad y confusión que sentía.
Ethan la miró con comprensión, sabiendo que debía manejar la situación con delicadeza.
—Sé que es difícil de creer, pero estamos en Maine. No sé cómo llegaste hasta aquí, pero te aseguro que no estás cerca de tu casa.
Ylva trató de procesar la información. Sentía un torbellino de emociones y pensamientos en su mente. Sabía que había corrido mucho en su forma lobuna, pero no podía decirle eso a un extraño, ¿o sí?
«No puedo decirle. Pensará que estoy loca… pero, ¿cómo es posible que haya llegado tan lejos solo corriendo?», pensó, tratando de encontrar una explicación lógica.
La confusión era palpable en su rostro, pero decidió mantenerse en silencio por el momento, observando a Ethan con una mezcla de desconfianza y curiosidad.
«Y ¿si estoy secuestrada? »
Ylva pensaba en muchas cosas, pero al recordar su transformación, se dio cuenta de que la ropa que llevaba puesta no era la suya, pues la que tenía esa noche, salió volando por los aires. Miró el atuendo con curiosidad y preocupación, reconociendo que no le pertenecía. Tartamudeando, se obligó a preguntar:
—¿Cómo fue que me encontraste? ¿Estaba desmayada así como así?
Ethan la miró con una mezcla de curiosidad y confusión.
—¿Podrías explicarte mejor? —preguntó, queriendo entender a qué se refería.
Ylva sintió un nudo en el estómago al pensar que Ethan podría haberla visto desnuda. La idea la hizo sonrojarse y sentirse vulnerable, ya que no cree que aparezca con ropa si vuelve a su forma humana.
«Si estaba como Adán y Eva, eso quiere decir que… ¡Oh, no!» —pensó, sintiendo que su rostro se calentaba de vergüenza.
—Quiero decir… cuando me encontraste ¿Estaba… estaba… desnuda? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Ethan, al ver que no había más opciones, decidió ser honesto.
—Sí, estabas desnuda. Tenías algunos arañazos y estabas sucia. Te encontré desmayada en el suelo del bosque, así que te traje, tuve que… —dijo con suavidad, tratando de no hacerla sentir incómoda.
La pena inundó a Ylva, y rápidamente lo detuvo.
—Por favor, no sigas, ya entendí —dijo, sintiendo que su rostro se calentaba de vergüenza.
Ethan asintió y miró a Ylva con curiosidad.
—¿Cómo es que llegaste a Maine? —preguntó, tratando de entender la situación—. No creo que llegaras caminando de Vermont hasta aquí.
Ylva no sabía qué responder. La verdad era demasiado complicada y peligrosa de revelar.
—No estamos en Maine, lo dices para asustarme, pero no lo vas a lograr —dijo Ylva cruzándose de brazos.
Ethan suspiró, comprendiendo que no iba a obtener una respuesta clara en ese momento. Salió de la habitación y regresó poco después con una toalla y un cambio de ropa.
—Aquí tienes. Te mostraré el baño para que puedas asearte —dijo, señalando la puerta del baño.
Ylva, aún aturdida y confundida, solo asintió. Se levantó con cuidado y tomó la toalla y la ropa que Ethan le ofrecía. Sus pensamientos seguían siendo un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta.
—Gracias —murmuró, sintiendo una mezcla de gratitud y vulnerabilidad.
Ethan la observó con una sonrisa tranquilizadora.
—Después de que te asees, iremos a dar un paseo. Quizás el aire fresco te ayude a despejar la mente —dijo, tratando de ser amable y comprensivo.
Ylva asintió de nuevo.
«¿Me está diciendo que estoy cochina? ¡Genial, ahora, además de perdida, soy una vagabunda apestosa!», pensó ella mientras cerraba la puerta de un portazo.
Después de que Ylva estuvo lista, ambos salieron de la cabaña. El entorno que los rodeaba era impresionante: un frondoso bosque, lleno de altos pinos y abetos, con el suelo cubierto de hojas caídas y musgo verde. Los sonidos de la naturaleza, como el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles, creaban una atmósfera tranquila y serena.
Caminaban por el sendero del bosque, y después de unos minutos, llegaron a un pequeño claro donde estaba estacionada una moto. Ethan le entregó un casco a Ylva luego, encendió la moto.
—Vamos a dar un paseo, sube —dijo Ethan con una sonrisa tranquilizadora.
Ylva se subió a la moto, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Ethan arrancó la moto y comenzaron a avanzar por el sendero del bosque. La moto se movía con agilidad, esquivando raíces y piedras, hasta que finalmente salieron del bosque y se adentraron en un camino más abierto.
Condujeron por algunos minutos más hasta llegar a un pequeño y pintoresco pueblo cercano. Este lugar, llamado Millinocket, es conocido por ser la puerta de entrada al Parque Estatal Baxter, hogar del imponente Monte Katahdin, el punto más alto de Maine. Las vistas del entorno natural eran impresionantes, con montañas en la distancia y lagos cristalinos que reflejaban el cielo.
Ethan detuvo la moto cerca de un café local y ayudó a Ylva a bajar.
—Vamos a tomar algo. Te hará bien respirar un poco de aire fresco y despejar la mente —dijo, guiándola hacia el café.
Ylva asintió, sintiéndose un poco más tranquila mientras seguía a Ethan.
En el café, Ethan miró a Ylva con curiosidad y le hizo una pregunta directa.
—¿Sabes dónde estamos?
Ylva, sin más remedio, asintió y aceptó la verdad.
—Sí, estamos en Maine, ya lo vi.
Ethan volvió a preguntar, queriendo entender mejor.
—¿Qué hacías en el bosque? ¿Cómo llegaste aquí?
Ylva suspiró, sintiendo la frustración en su propia voz.
—No lo sé. Yo solo caminaba por el bosque en… Vermont. De alguna manera, me perdí y… aparecí aquí.
Ethan empezó a sentirse un poco frustrado. Parte de él deseaba recuperar su soledad, pero algo en su interior le decía que no podía dejar ir a Ylva.
#2835 en Fantasía
#1243 en Personajes sobrenaturales
vampiro, reino y poder, hombrelobo amor licántropo sobrenatural
Editado: 10.05.2025