El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 19

De regreso a la cabaña, Ethan se dispuso a preparar la cena mientras Ylva lo observaba desde la mesa. La cocina estaba impregnada con los aromas de las hierbas frescas y el crepitar del fuego en la estufa. Ethan se movía con facilidad y destreza, demostrando su habilidad culinaria.

Ylva no pudo evitar observarlo con detenimiento. La manera en que se movía, la concentración en su rostro… todo la fascinaba. Sentía una mezcla de admiración y curiosidad. Sin embargo, su mirada no pasó desapercibida para Ethan, quien, sintiendo sus ojos sobre él, decidió retomar las preguntas.

—Ylva, hay algo que sigo sin entender —dijo Ethan, mientras cortaba vegetales—. ¿Por qué no quieres llamar a tu familia? ¿Acaso estás escondiendo algo?

Ylva sintió un nudo en el estómago. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar esas preguntas, pero aún no estaba lista para compartir toda la verdad.

—No, no estoy escondiendo nada… es solo que… —comenzó a decir, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Mi familia y yo no estamos muy unidos. No quiero preocuparlos innecesariamente.

Ethan la miró con una mezcla de comprensión y escepticismo. Algo en su instinto le decía que había más detrás de esa respuesta.

—Lo entiendo, pero… es extraño que no quieras que sepan que estás bien. ¿Segura que no hay algo más? —preguntó, tratando de mantener su tono amigable.

Ylva evitó su mirada, sintiéndose incómoda por la insistencia de Ethan. Sabía que debía ser cautelosa con lo que revelaba.

—De verdad, no hay nada más. Solo necesito un poco de tiempo para entender todo esto, primero quiero saber cómo fue que llegue hasta aquí —respondió, tratando de sonar convincente.

«¿Cómo puedo regresar? ¡Soy un monstruo! Mi familia se asustará y me querrá lejos. No entenderán en qué me he convertido, ni yo misma lo comprendo. Todo lo que conocía y amaba se ha desmoronado, y ahora solo me queda la oscuridad y el miedo. ¿Cómo puedo enfrentarme a ellos cuando ni siquiera puedo mirarme en el espejo sin sentir horror?» —pensó Ylva mientras bajaba la mirada.

Ethan asintió, aunque la incertidumbre seguía presente en sus pensamientos. Mientras continuaba cocinando, decidió darle a Ylva el espacio que necesitaba, pero sin dejar de estar atento a cualquier señal que pudiera arrojar luz sobre su misteriosa llegada.

La cena avanzaba, y el aroma de los platos preparados por Ethan llenaba la cabaña, creando una atmósfera cálida y acogedora, aunque la tensión aún flotaba en el aire.

Mientras cenaban, Ylva no pudo evitar alabar el talento de Ethan en la cocina.

—Esto está delicioso. Tienes un verdadero don para cocinar, lo haces mejor que yo —dijo, disfrutando cada bocado.

Ethan sonrió, agradecido por el cumplido.

—Gracias, Ylva. Me alegra que te guste.

Después de un momento, Ylva decidió hacer algunas preguntas también, comenzando con la más obvia.

—¿Por qué vives solo? —preguntó, curiosa—. Aquí en el bosque.

Ethan se quedó pensando por un momento antes de responder.

—He vivido así durante años. La gente me parece algo estresante. Prefiero la paz y la tranquilidad de la soledad que la constante compañía —dijo, con una calma que reflejaba su aceptación de esa elección.

Ylva, a punto de llevarse un bocado a la boca, detuvo su acción y se dio cuenta de que estaba interrumpiendo el espacio del hombre.

—Oh, lo siento… —dijo, sintiéndose un poco incómoda.

Ethan la miró y negó con la cabeza, mostrando una pequeña sonrisa.

—No tienes que disculparte, Ylva. No me importa tener compañía de vez en cuando, especialmente cuando es agradable —dijo, tratando de tranquilizarla.

Ylva asintió, sintiéndose un poco más relajada.

—Gracias. De verdad aprecio todo lo que has hecho por mí —dijo, sinceramente agradecida.

Ethan, al ver que Ylva se sentía incómoda, decidió abrirse un poco más y contarle algo de su vida. Tal vez eso la haría sentirse más cómoda y dispuesta a compartir también.

—Sabes, no quiero que pienses que no disfruto de tu compañía. Simplemente, estoy acostumbrado a estar solo —comenzó diciendo mientras tomaba un bocado de comida—. De niño, tuve una infancia muy feliz. Donde vivía, todo era tranquilo y sereno. Pero una vez ocurrió una desgracia en mi familia…

Ylva levantó la mirada, mostrando interés y empatía.

—Desde ese día, aprendí que las personas en las que más confías son las que pueden traicionarte. Fue una lección dura, y desde entonces, prefiero vivir solo. La soledad me da paz y me protege de ser herido de nuevo, al menos sé que mi sombra no me puede traicionar —dijo Ethan, con una mirada distante, recordando su pasado.

Ylva asintió, comprendiendo un poco más la razón detrás de su estilo de vida.

—Entiendo. A veces, la soledad puede ser una forma de protección —dijo Ylva suavemente—. Mi abuela siempre decía que ni en la sombra de uno se debe confiar.

Ethan asintió, reflexionando sobre esas palabras.

—Tu abuela era una mujer sabia. Es verdad que la confianza es algo frágil y valioso —respondió, con una mirada pensativa.

—Pero aun así, siempre habrá personas en las que vale la pena confiar.

Ethan le sonrió, agradecido por su comprensión.

—Sin embargo, tengo una hermana y mi padre aún vive. Ellos son mi familia, y aunque no los vea con frecuencia, siempre están en mi corazón —añadió, tratando de mostrarle que, a pesar de todo, no estaba completamente solo.

Ylva se quedó pensativa, valorando la sinceridad de Ethan.

—Gracias por compartir eso conmigo, Ethan. Sé que no es fácil hablar de cosas dolorosas —dijo, sintiendo un poco más de conexión con él.

La cena continuó en un ambiente más relajado, con ambos compartiendo pequeñas historias y risas, intentando conocerse mejor y entender sus respectivos mundos.




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