El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 21

Los días pasaban en la cabaña, con Ethan e Ylva compartiendo tareas y momentos. Aunque ninguno de los dos sabía la verdadera naturaleza del otro, la atracción entre ellos se hacía cada vez más evidente.

Cada mañana, Ethan se levantaba temprano para preparar el desayuno. Ylva, aún medio dormida, bajaba las escaleras y lo encontraba en la cocina, su presencia llenando el aire con una sensación de calidez y seguridad.

—Buenos días, nevosa, dormilona —decía Ethan con una sonrisa, su voz suave despertando una chispa en los ojos de Ylva.

—Buenos días, chef de la montaña —respondía ella, devolviéndole la sonrisa, sintiendo un pequeño cosquilleo en el estómago al ver su mirada.

Mientras trabajaban juntos en las tareas diarias, había pequeños momentos que hacían que sus corazones latieran un poco más rápido. Un roce accidental de manos al pasar una herramienta, una risa al contar una broma, o una mirada furtiva que duraba un segundo más de lo habitual.

Una tarde, mientras Ethan cortaba leña y Ylva se encargaba del jardín, ella lo observaba desde lejos. Admiraba la fuerza y la gracia con la que manejaba el hacha, su cuerpo moviéndose con una precisión casi hipnótica.

Ethan, consciente de su mirada, decidió hacer algo para romper la tensión.

—¿Disfrutando del espectáculo? —preguntó con una sonrisa traviesa, sin dejar de cortar leña.

Ylva se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír.

—Quizá un poco. Eres bastante bueno con esa hacha —respondió, tratando de sonar casual.

Ethan se acercó a ella, dejando el hacha a un lado.

—Gracias. ¿Qué tal si me ayudas un poco aquí? —dijo, extendiendo una mano.

Ylva, aún sonrojada, tomó su mano y se dejó guiar. El simple contacto hizo que ambos sintieran una corriente de electricidad.

Durante la cena, las miradas robadas y las sonrisas tímidas se convertían en un lenguaje silencioso que ambos entendían. Cada conversación, por trivial que fuera, estaba cargada de una tensión dulce y emocionante.

Una noche, mientras se sentaban junto al fuego, Ethan se sumió en sus pensamientos, por más que quería decirlo, las palabras parecían atascadas a mitad de su garganta.

«Ylva, no puedo evitar sentir que nuestro encuentro no fue casual. Hay algo en ti que me resulta… intrigante», pensó él y su lado lobuno estaba de acuerdo con ese pensamiento.

Ylva lo miró, su corazón acelerándose. De repente, sus ojos se agrandaron, y su respiración se volvió más rápida. Una mezcla de sorpresa y desconcierto se reflejaba en su rostro. Era la primera vez que escuchaba claramente el pensamiento de Ethan.

«¿Lo escuché bien? ¿Fue su pensamiento?», se preguntó. Luchando por mantener la compostura, recordó el día que estaba en la secundaria, comprendiendo poco a poco que quizás tenía algún poder; si ese era el caso, necesitaba buscar respuestas.

«Yo también siento lo mismo, Ethan. Es como si… como si nuestros destinos estuvieran entrelazados de alguna manera», pensó ella como respuesta a lo que había escuchado, sintiendo una conexión más allá de lo visible.

La confusión de Ylva era evidente, pero al mismo tiempo, había una chispa de comprensión en sus ojos. Algo en su interior sabía qué había más en juego de lo que ambos comprendían en ese momento.

Pero a pesar de las incógnitas y los secretos, Ethan y Ylva se acercaban más, descubriendo en cada día una razón más para sentirse atraídos el uno al otro.

A medida que el invierno comenzaba a hacerse presente, Ylva notaba cambios inquietantes en su cuerpo. Sus sentidos se agudizaban de manera casi dolorosa; los ruidos eran ensordecedores y los olores intensos la mareaban. Cada día, la irritabilidad y la confusión crecían dentro de ella.

Sin saber qué le estaba sucediendo, Ylva decidió buscar respuestas. No podía esperar más, de lo contrario, algo malo podría pasar. Aprovechó un día en que ella y Ethan fueron a la ciudad para hacer algunas compras y le pidió que la dejara en la biblioteca mientras él se encargaba de otros asuntos.

Al entrar en la biblioteca, Ylva se acercó a la bibliotecaria, una señora amable con gafas y el cabello gris recogido en un moño.

—Disculpe, ¿tienen acceso a Internet aquí? Necesito leer algo sobre… hombres lobos —dijo Ylva, tratando de sonar casual.

La señora la miró con curiosidad, pero sonrió.

—Claro, tenemos acceso a Internet. ¿Te gustan esas historias? —preguntó con interés.

Ylva asintió rápidamente, tratando de parecer entusiasta.

—Sí, me encantan. Siempre he estado fascinada por los mitos y leyendas —respondió, esperando no levantar sospechas.

La bibliotecaria la guio hacia una de las computadoras y le explicó cómo conectarse a Internet. Mientras Ylva investigaba, la señora volvió con un libro en la mano.

—Aquí tienes. Este libro es una joya sobre mitos y leyendas de hombres lobos. Te lo regalo —dijo con una sonrisa.

Ylva la miró sorprendida y agradecida.

—Muchas gracias, de verdad. Esto significa mucho para mí —dijo, aceptando el libro y sintiendo una mezcla de alivio y curiosidad.

Después de pasar un rato en la biblioteca, Ylva se reunió con Ethan, escondiendo el libro en su bolso para que él no lo viera. Mientras regresaban a la cabaña, su mente estaba llena de preguntas y dudas. Necesitaba entender qué le estaba pasando y por qué sus sentidos estaban tan agudizados.

Ya en la cabaña, mientras Ethan preparaba la cena, Ylva se retiró a su habitación y comenzó a leer el libro que le había dado la bibliotecaria. Página tras página, buscaba desesperadamente alguna pista que le ayudara a comprender su nueva realidad.




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