El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 23

Después de desayunar, los dos se prepararon para salir. El aire frío del invierno los envolvía mientras caminaban por el bosque, disfrutando del paisaje invernal. Sin embargo, ambos se detuvieron abruptamente cuando solo habían avanzado una distancia corta. Sus sentidos lobunos percibieron peligro, una sensación que les hizo tensarse al instante.

Ethan reaccionó rápidamente, poniéndose en alerta. Miró a Ylva con seriedad, a la vez que caminó con rapidez para detenerse delante de ella, como un ángel guardián.

—Quédate detrás de mí. Siento que algo anda mal —dijo con voz firme, sus ojos recorriendo el entorno en busca de cualquier amenaza.

Ylva quiso decir las mismas palabras, pero se quedó callada. Le resultaba ilógico que una chica protegiera a un hombre, y aún más complicado porque no le había revelado su gran secreto.

Mientras avanzaban con cautela, Ethan mantenía a Ylva cerca, dispuesto a defenderla de cualquier peligro. Ella, por su parte, sentía cómo sus instintos lobunos se agudizaban. Su corazón latía con fuerza y podía oler el miedo y la tensión en el aire.

—Ethan, creo que debemos estar atentos, presiento algo malo —dijo finalmente Ylva, tratando de sonar calmada, aunque su interior estaba en una tormenta de emociones.

Ethan asintió, agradecido por su apoyo.

—Lo sé. Algo no está bien aquí —respondió, su voz en un susurro.

A medida que avanzaban, ambos permanecían alertas, sintiendo cada vez más intensamente la presencia de una amenaza invisible.

De pronto, unos hombres salieron de entre los árboles. Eran seis en total, y Ethan los reconoció de inmediato. No eran cualquier ser humano, estos eran hombres lobos. Sin embargo, notó algo en ellos. No parecían pertenecer a ninguna manada; estaban desaliñados y en sus miradas había una clara malicia.

Ethan se puso en alerta máxima, interponiéndose entre Ylva y los desconocidos.

—Quédate detrás de mí —repitió, su voz firme y protectora—. Si tienes que correr, hazlo sin mirar atrás.

Los hombres lobo se acercaron lentamente, sus movimientos llenos de amenaza. Uno de ellos, el que parecía ser el líder, sonrió de manera siniestra.

—¿Qué tenemos aquí? Un lobo solitario y su pequeña humana perdida —dijo con desdén.

Ethan apretó los puños, listo para defenderse.

—No buscamos problemas, así que será mejor que se vayan, todo esto es mi territorio —dijo con voz firme, tratando de evitar el conflicto.

Ylva, a pesar de su confusión y miedo, sintió cómo sus instintos lobunos se activaban. Quería proteger a Ethan, pero las palabras no salían de su boca. Sabía que revelar su verdadera naturaleza en ese momento sería peligroso, y, además, ilógico desde el punto de vista de los desconocidos si resultarán ser unos simples humanos.

El líder de los hombres lobo dio un paso adelante, mostrando sus colmillos en una sonrisa amenazadora.

—No nos interesa lo que busques, lobo solitario. Estamos aquí por diversión —dijo, sus ojos brillando con malicia—. Y el bosque es libre, así que un inútil lobo como tú no, nos puede prohibir que tengamos entretenimiento, sobre todo cuando la diversión es exótica a la vista.

Ethan miró a Ylva y le susurró que corriera, sin embargo, ella se negó, así que se preparó para luchar, su cuerpo estaba listo para la acción. Sabía que estos hombres lobos no se irían sin pelea, y tendría que proteger a Ylva a toda costa, no dejaría que ni siquiera uno de ellos le tocara ni la punta de una hebra de su cabello blanco.

Uno de los hombres lobo dio un paso adelante y miró a Ethan con desprecio.

—Deja ir a la humana, lobo. Nosotros le daremos el trato especial que se merece —dijo con una sonrisa maliciosa.

Ethan gruñó, en respuesta, su cuerpo tenso y preparado para atacar en cualquier segundo. Sin embargo, los hombres solo se rieron, aparentemente sin miedo. Ylva, por su parte, estaba algo confundida, al escuchar la palabra que los hombres repetían.

Habían llamado a Ethan “lobo”, lo que la llevó a pensar que quizás esos hombres eran como ella, más al sentir el olor que cualquiera de su especie puede tener, pero aparte de eso olían a pordioseros, por lo que le daban ganas de vomitar. Ella, en su mente, pensaba que tal vez habían confundido su olor y creían que pertenecía a Ethan. Quizás era más común los hombres lobos masculinos que mujeres.

Mientras tanto, Ethan, en su mente, estaba buscando la manera de deshacerse de ellos sin tener que transformarse, levantó la mano en señal de calma.

—No se metan con ella. Es mi esposa. Les sugiero que se vayan ahora, de lo contrario estarán buscando su muerte —dijo con firmeza, esperando que su declaración fuera suficiente para disuadirlos.

El líder de los hombres lobo alzó una ceja, sorprendido por la afirmación de Ethan.

—¿Esposa, eh? Bueno, eso la hace aún más interesante —respondió con burla.

Sin previo aviso, uno de los hombres lobo lanzó una patada hacia Ethan. Él reaccionó rápidamente, esquivando el ataque con agilidad. La situación se había vuelto inevitablemente peligrosa, pues una pelea se había iniciado.




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