El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 27

Ylva estaba muy emocionada ante la perspectiva de aprender técnicas de pelea que le permitirían defenderse en su forma humana, por eso al día siguiente, se levantó más temprano de lo habitual, incluso preparó el desayuno, algo que dejó sorprendido al hombre, quien disfrutó de la comida.

Después de disfrutar de un exquisito desayuno, ambos salieron de la cabaña. Los ojos de ella brillaban con entusiasmo mientras Ethan le explicaba el plan de entrenamiento.

—Hoy comenzaremos con el manejo del arco y las flechas —dijo Ethan, entregándole un arco y un carcaj lleno de flechas—. Aprender a usarlos te dará una ventaja en combate, en tu forma humana, obviamente, ya que en la otra será algo innecesario.

Ylva tomó el arco con una sonrisa radiante.

—Por supuesto, ¡Estoy lista! —dijo con determinación.

Ethan se sintió feliz al verla tan entusiasmada. Había algo en su energía y disposición que lo llenaba de orgullo y admiración. Mientras le enseñaba cómo colocar la flecha en el arco y apuntar correctamente, empezó a compartirle un poco de la historia de los hombres lobos.

—Sabes, nevosa, antes los hombres lobos, licántropos, se dejaban llevar mucho más por sus instintos animales —dijo, apuntando una flecha hacia un blanco distante—. Era común que priorizaran su forma lobuna sobre la humana.

Ylva frunció el ceño, intrigada.

—¿Quieres decir que eran como bestias? En el sentido de que se comportaban como ¿animales? Porque no solamente somos lobos, también somos humanos —preguntó, tratando de entender mejor.

Ethan asintió ligeramente.

—En cierto sentido, sí. Para muchos de ellos, su forma de lobo era más importante que la humana. Vivían más como bestias que como personas, antes las reglas en nuestro mundo eran diferentes. Pero eso cambió con el tiempo —explicó, soltando la flecha y viendo cómo se clavaba en el blanco.

Ylva lo miró con curiosidad.

—¿Qué cambió? —preguntó, deseosa de saber más.

Ethan sonrió, contento de compartir una parte importante de la historia de ambos.

—Un rey licántropo muy poderoso llegó al poder, y él pensaba igual que tú. Creía que no debemos elegir entre nuestras formas lobuna y humana, sino que debemos encontrar un equilibrio entre ambas. Bajo su liderazgo, licántropos y hombres lobo aprendieron a valorar y armonizar sus dos naturalezas —dijo, recordando las historias que había escuchado de niño.

Ylva asintió, impresionada por la sabiduría de ese rey.

—Eso suena increíble. ¿Logró realmente cambiar las cosas? —preguntó, sintiendo una nueva esperanza.

Ethan asintió, aunque con una ligera sombra de preocupación en sus ojos.

—Sí, logró mucho. Pero aún hay quienes no están de acuerdo con ese equilibrio. Algunos todavía creen que deberíamos vivir solo como lobos, que nuestra parte humana solo nos hace débiles. Así que es un desafío constante mantener esa armonía, porque siempre habrá aquellos que se rebelan —admitió.

Ylva tomó una flecha, colocándola en el arco y apuntándola con cuidado.

—Entonces, tendré que aprender a defenderme bien. No solo por mí, sino también por aquellos que creen en ese equilibrio, porque creo que es lo mejor —dijo con determinación.

Ethan asintió, sintiéndose orgulloso de Ylva.

—Ya somos dos —respondió, viendo cómo Ylva soltaba la flecha y la veía volar cerca del blanco.

—Pensé que esta vez sí lo lograría —dijo Ylva mientras sus labios formaron un puchero.

—No te rindas, para ser la primera vez lo haces excelente —dijo el hombre mientras le volvía a explicar.

—¡Qué mentiroso eres! De seguro lo dices para que no me sienta mal.

Ylva intentaba concentrarse mientras apuntaba con el arco, siguiendo cuidadosamente las indicaciones de Ethan. Su presencia cercana la hacía sentir segura y, al mismo tiempo, le aceleraba el corazón, algo que no entendía por qué. La tensión en el aire era palpable, una mezcla de emoción y algo más profundo que ninguno de los dos se atrevía a expresar.

—Asegúrate de alinear la flecha con tu objetivo y mantén el brazo firme —le dijo Ethan, colocándose detrás de ella para guiar sus movimientos.

Ylva podía sentir el calor de su cuerpo y su respiración tranquila cerca de su oído. Esa proximidad hacía que cada pequeño movimiento fuera electrizante. Con cada corrección que él hacía, Ylva sentía una conexión aún más fuerte entre ellos.

—Así está mejor. Ahora suelta la flecha cuando estés lista —susurró Ethan, su voz suave pero firme.

Ylva inhaló profundamente y soltó la flecha. La vio volar y clavarse en el blanco, aunque no en el centro. Sonrió, orgullosa de su progreso, y saltó como niña.

—¡Lo logré! —exclamó, volviéndose para mirar a Ethan.

Estaba tan entusiasmada que no se dio cuenta de lo cerca que estaba de él. Sus cuerpos quedaron a escasos centímetros, uno del otro, y sus respiraciones se mezclaron en el aire frío de la pradera. Ethan le devolvió la sonrisa, sintiéndose feliz al verla tan entusiasmada, pero había algo más que emergía de ambos.

Sus rostros se acercaron involuntariamente, y sus labios quedaron a punto de rozarse. El corazón de Ylva latía con fuerza, y podía sentir el calor que emanaba del cuerpo de Ethan. Cada pequeño movimiento se sentía como una chispa de electricidad que recorría sus cuerpos.

Ethan, consciente de la proximidad, no pudo evitar sentir una oleada de emociones, algo que jamás en su vida había sentido. Su mirada se perdió en los ojos azules de Ylva, y por un instante, se permitió sumergirse en la profundidad de su conexión.

Ambos se quedaron así, inmóviles, por lo que pareció una eternidad. El mundo exterior dejó de existir, y todo lo que importaba era ese instante. Sus corazones latían al unísono, y la tensión en el aire era una mezcla de deseo y miedo.

Ylva podía sentir su respiración acelerarse, y sus labios apenas rozaron los de Ethan, enviando una oleada de calor a través de su cuerpo. Ethan cerró los ojos por un breve instante, disfrutando de la cercanía y la conexión que compartían.




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