Mientras seguían practicando, Ylva decidió hacerle una pregunta más que había estado rondando en su mente, quería saber si todos podían hacer lo mismo.
—Ethan, cuando te transformas, ¿tienes control sobre tu lobo? —preguntó, mirándolo con curiosidad—. Lo pregunto por qué en mi caso es así, es como tener dos conciencias.
Ethan asintió, reflexionando por un momento antes de responder.
—Sí, tengo una parte del control, y cuando estoy así como ahora, siento lo que piensa mi lobo. También puedo recordar lo que hago cuando él toma el control. Es como si compartiéramos una mente. A veces, dejo que actúe, porque los instintos de un lobo son más poderosos y útiles —explicó, sus ojos, revelando la complejidad de su dualidad.
Ylva asintió, a ella le pasaba igual.
—Me he dado cuenta de que los lobos tienen una claridad y un enfoque que a veces nosotros, como humanos, no tenemos. Aunque estaba asustada esa primera vez que me transformé, me ha parecido que es increíble que tengamos esta conexión y se nos haya dado, ser portadores de un poder que no cualquiera tiene, porque si fuera así, todos en el planeta lo tendrían, pero no es el caso, creo que somos favorecidos.
Ethan sintió una mezcla de orgullo y ternura al ver la curiosidad y el entusiasmo de Ylva por aprender sobre su especie.
—Para algunos, ser un cambia formas es una maldición, así que no todos piensan que sea algo bueno o un don. Aunque en la actualidad quienes lo son es porque ya es de nacimiento, antes a muchos los convertían ya fuera por un hechizo, porque otro los mordiera o simplemente estaban en el lugar equivocado —explicó, observando cómo Ylva absorbía cada palabra con atención.
Ylva lo miró con interés, asimilando la información, ya que eso no lo había leído en el libro.
—¿Y todos pueden transformarse cuando quieran, como nosotros? —preguntó, deseosa de saber más—. Incluso quienes nos atacaron lo hicieron.
Ethan sonrió, sintiéndose feliz de poder ser él quien responda a sus dudas.
—No, no todos tienen la habilidad de transformarse a voluntad. Es una habilidad que algunos, ya que todo está en la disposición, la desarrollan con el tiempo y la práctica, pero otros solo se transforman bajo ciertas circunstancias, como la luna llena o en momentos de gran estrés —dijo, viendo cómo Ylva procesaba la información.
—Ok, entiendo —asintió ella.
Ethan decidió que era suficiente entrenamiento para ese día.
—Creo que por hoy es suficiente. Mejor vamos por algo de merienda y, mientras recogemos, te cuento más —sugirió, viendo cómo los ojos de Ylva brillaban con entusiasmo.
—Está bien, muero de hambre.
—¿De verdad?
—Por supuesto, solo que estaba tan concentrada que olvidé la comida, soy buena alumna.
Ambos rieron mientras recogían el equipo y emprendían el camino de regreso. Ethan continuó explicando.
—Como te decía, algunos cambia formas, solo pueden transformarse durante la luna llena, también cuando sus poderes están en su punto máximo. Otros, como nosotros, hemos nacido con esta habilidad de controlar la transformación y podemos hacerlo cuando queramos. Pero eso es una de las ventajas de tener una conexión fuerte con nuestro lobo interior. Sentimos lo que piensan y nos permiten actuar con claridad y enfoque —dijo, disfrutando de la conversación—. En fin, los factores influyen, pero la voluntad del lobo también.
Ylva asintió.
—Entonces, ¿nosotros somos sangre pura? ¿Es por eso que nacemos con esta habilidad? —preguntó, deseosa de comprender mejor su situación, ya que desconocía por completo su origen.
Ethan asintió con una sonrisa tranquilizadora.
—Exacto, Ylva. En mi caso, ambos padres son hombres lobos. Podría decir lo mismo de ti. Es posible que tus padres fueran licántropos de sangre pura, también —respondió, con suavidad.
—Pero tú eres dichoso, tus padres no te abandonaron. En cambio, los míos me dejaron en un orfanato. No les guardo odio, porque gracias a eso tuve los mejores padres humanos —dijo, su voz temblando ligeramente por la mezcla de emociones y bajo su mirada al sentir ganas de llorar.
Ethan sintió una punzada en el corazón al escuchar sus palabras. Tomó su mano con ternura, deseando ofrecerle consuelo.
—Ylva, en nuestra especie, en la mayoría jamás se abandonan a los hijos. Vivimos en manadas donde cada miembro es importante. Las madres se preocupan por sus hijos, porque su instinto maternal es muy fuerte, y los vínculos familiares son tan fuertes, que nos mantenemos unidos de por vida.
—Entonces, si eso es así, ¿por qué me abandonaron?
—Cuando eso sucede, es porque se presentan situaciones extremas. Es posible que tus padres estuvieran en riesgo y tuvieran que tomar una decisión difícil para protegerte. A veces, la única manera de mantenerte a salvo es alejándote de ellos —explicó, su voz llena de empatía y comprensión.
Ylva levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas y dolor.
—¿Crees que eso fue lo que pasó? —preguntó, buscando alivio en las palabras de Ethan.
Ethan asintió, convencido de su respuesta.
—Sí, lo creo. Quizás tus padres te amaban tanto que decidieron dejarte en un lugar seguro para que pudieras tener una vida mejor. No fue un acto de abandono, sino de amor y protección —dijo, apretando su mano con firmeza—. A veces somos nosotros los cazados, y un padre hará lo que sea por proteger a su cachorro.
Ylva asintió, sintiéndose un poco más reconfortada.
—Gracias, Ethan. Es bueno pensar que me amaban lo suficiente como para hacer eso —dijo, su voz más tranquila.
Ethan le devolvió la sonrisa, contento de haber aliviado un poco de su dolor. Decidió cambiar el tema para animarla.
—¿Qué quieres merendar?
—¡Qué difícil pregunta! —exclamó Ylva, pero en su mente solo imaginaba una cosa: un delicioso postre andante. Pensar en eso, hizo que sus mejillas se sonrojaran.
—Sorpréndeme —dijo en voz baja mientras se regañaba por pensar en cosas indebidas.
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Editado: 10.05.2025