Su aroma llenaba la habitación con un poderoso y embriagador olor a feromonas, por lo que Ethan no podía resistirse a ese delicioso perfume que emanaba de la piel de Ylva. Sus sentidos se volvieron locos y un deseo incontrolable lo invadió, de querer saltar encima, porque ella lo observa con ojos llenos de deseo, pero es que Ylva sabe que él no podrá resistir su llamado.
Ethan trago grueso mientras la mirada de esa loba traviesa lo consume, sus ojos azules brillan con una intensidad desconocida, irradian deseo y pasión. El hombre siente un escalofrío recorrer su cuerpo al verla acercarse lentamente, cada uno de sus movimientos es hipnótico, como si estuviera danzando al compás de una melodía sensual y seductora. Su corazón late desbocado y su entrepierna se llena de deseo
Lentamente, comenzaron a acercarse el uno al otro, sus cuerpos ansiando fusionarse en un abrazo más que carnal. Cuando llega a él, Ylva coloca una mano en el pecho de Ethan sintiendo el latido acelerado de su corazón, ella sonríe gustosa de saber que es ella la causante de eso.
Ethan acarició suavemente el rostro de ella, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos, para luego sus labios se encontraran en un beso ardiente y apasionado, mientras sus cuerpos se enredaban en un baile sensual y desenfrenado.
—Pequeña nevosa ¿Estás segura de esto? —preguntó Ethan entre besos, con una voz llena de emoción y duda porque quizás era por su celo y no porque ella así lo quisiera, él quiere que ella se entregue a él por amor, porque así lo haya decidido y no por una obligación de su naturaleza.
Ella solo asintió, solo quería sentirlo a él, las palabras en ese momento no eran necesarias. Pero Ethan, a pesar de las miles de sensaciones que estaba experimentando, luchaba por no dejarse llevar.
—Nevosa, sabes que en esta fase en la que te encuentras, nuestros cuerpos reaccionan de manera intensa, así que solo quiero estar seguro de que es lo que quieres. No quiero obligarte a nada.
Ylva se separó un momento para mirarlo a los ojos, con una mirada intensa y decidida.
—Soy tu mate, Ethan. Y aunque el celo haya despertado este deseo por ti, yo quiero estar contigo. Quiero que seamos uno, que compartamos todo juntos. No pienso rechazarte, nunca, porque tú eres mío y no te dejaré que te vayas con otras lobas que estén de resbalosas.
Ethan sintió un alivio inmenso al escuchar esas palabras. Ahora sí se podía dejar llevar por la necesidad de unirse a ella en cuerpo y alma, sabiendo que lo que sentía era real y no solo una reacción al celo.
Su aroma embriagador lo envuelve por completo, haciéndolo sentir más vivo que nunca. La cercanía de sus cuerpos despierta una tormenta de sensaciones nuevas en Ethan, quien se ve incapaz de resistirse a la tentación que representa Ylva en ese momento.
—Eres mía nevosa, y siempre lo serás, porque no te dejaré nunca.
Sus labios se encuentran en un beso apasionado, sus lenguas se entrelazan en un baile ardiente y desenfrenado. Las manos de Ylva exploran cada rincón de su piel, despertando en él un deseo irrefrenable de poseerla por completo. El calor entre ellos es abrumador, una mezcla de fuego y hielo que los consume a ambos.
Ethan la tomó en sus brazos, sintiendo la suave piel en sus manos, la llevó a la mesa de la cocina sin romper el beso, y le quita la bata, revelando esa tentadora piel que desea con pasión. Él la toma con fuerza, llevándola al borde de la mesa y haciéndola gemir de placer con cada beso que deja en su cuerpo.
El deseo y la pasión los consumieron, envolviéndolos en una vorágine de emociones y sensaciones. Se entregaron al amor que los unía, para ambos su primera vez. Sus cuerpos se movían al ritmo de su deseo, buscando la satisfacción que únicamente el otro podía brindarles.
En ese instante, eran solo dos almas gemelas, unidas como mates destinados a estar juntos, encontraron el camino hacia la dicha y el placer eterno.
La cabaña temblaba con el sonido de sus gemidos y susurros, mientras seguían entregándose por completo al placer que los consumía, explorando cada centímetro de sus cuerpos.
Entre jadeos y gemidos, se dejaban llevar por el deseo incontrolable que los consume. Se entregan el uno al otro con una pasión desenfrenada, explorando cada centímetro de sus cuerpos con ansia y deseo. El invierno que azota afuera se olvida por completo, ya que el calor que irradian sus cuerpos es suficiente para derretir incluso la nieve más fría.
—Eres mía y siempre lo serás, mi nevosa —susurra en su oído con voz ronca y apasionada.
Lo que había empezado en la cocina, terminó en la cama, donde el deseo los envuelve en una danza desenfrenada de pasión y lujuria, donde los cuerpos se entrelazan en un vaivén de sensaciones avasalladoras. El aroma a deseo impregna la habitación, mezclado con sus gemidos y susurros que rompen la barrera del silencio.
Ethan se inclina sobre el cuello de su nevosa y, con cuidado y delicadeza, marca su piel con sus afilados colmillos, creando una conexión eterna entre ellos. Un suave gemido escapa de los labios de ella, mientras siente el fuego de su marca ardiendo en su piel. La marca de un lobo, el símbolo de su unión eterna.
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Editado: 10.05.2025