El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 31

Al día siguiente, Ylva despertó lentamente, sus sentidos aún adormecidos por el sueño profundo. Se removió en la cama, sintiendo el cálido abrazo de Ethan que la rodeaba. Su presencia la reconfortaba y la hacía sentir segura.

—Buenos días, mi hermosa nevosa —dijo, su voz profunda y tranquila.

Ylva, aún medio dormida, parpadeó confusa y preguntó:

—¿Qué hora es? Tengo mucha hambre, siento como si no hubiera comida por un día entero.

Ethan miró el reloj en la mesita de noche y respondió:

—Son las 7 de la mañana.

Esto confundió aún más a Ylva. Recordaba que cuando bajó a buscarlo, era mucho más tarde.

—Pero… yo bajé cuando ya era más tarde… —murmuró, tratando de entender—. ¿Cómo puedes decirme que son las siete aún?

—Ylva, debemos irnos a Lycandar cuanto antes —dijo, su voz firme, sin responder la pregunta.

Ylva frunció el ceño, aún más confundida, se levantó como resorte y lo miró.

—¿Por qué tan repentina esa decisión? Dijiste que nos iríamos después de que terminara mi entrenamiento —preguntó, tratando de entender.

Ethan suspiró y la miró con preocupación.

—La verdad es que sí ha pasado un día desde que no has comido. Después de lo que hicimos, te quedaste profundamente dormida. Estaba preocupado porque no despertaste con nada. Eso significa que necesitas aprender a manejar tus poderes cuanto antes. Eso es más importante que cualquier entrenamiento físico, porque de lo contrario, podrías estar en peligro —explicó, su tono lleno de urgencia.

—Quieres decir que…

—Tus poderes son más grandes de lo que pensé. Recuerda cómo te desmayaste el día que nos atacaron esos lobos, lo mismo pasó ayer, cada vez que gastas energías, tu cuerpo no lo soporta.

Ylva lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—No me di cuenta de que había pasado tanto tiempo… —murmuró, sintiendo una punzada de culpa por haber sido un peso para Ethan.

Ethan tomó sus manos con suavidad.

—No es tu culpa, Ylva. Estos cambios en tu cuerpo son nuevos y poderosos, pero necesitas el conocimiento y la guía que solo Lycandar puede ofrecerte. Allí, aprenderás a controlar y manejar tus habilidades para que no representen un peligro para ti —dijo con empatía—. Tener poder no es algo que se pueda tomar a la ligera, requiere de usar con sabiduría y que todo tiene un límite.

Ylva asintió, dándose cuenta de la gravedad de la situación.

—Está bien, Ethan. Confío en ti. Vamos a Lycandar —dijo con determinación.

Ethan sonrió, sintiéndose aliviado por su respuesta.

—Empacaremos nuestras cosas y partiremos lo antes posible. Tenemos un largo viaje por delante, pero estoy seguro de que encontraremos las respuestas que necesitas —dijo con convicción.

—Bueno, listo, empecemos de una vez, pero primero quiero comer algo.

Ylva estaba por levantarse de la cama cuando Ethan la jalo hacia él y, con una expresión seria, agregó.

—Antes de ir a Lycandar, hay algo que debes hacer.

Ylva lo miró confundida.

—¿Qué debo hacer? —preguntó, sin entender a qué se refería.

Ethan respiró hondo antes de responder.

—Debes hablar con tu familia, Ylva —dijo, observando su reacción.

Ylva negó con la cabeza de inmediato.

—No, no puedo. No puedo hablar con ellos —respondió, sintiéndose abrumada por la idea—. ¿Qué les diré?

—No es necesario que les digas que eres una licántropa. Pero el viaje es largo, y no sabemos cuándo podremos volver. Es mejor que les hagas saber que estás bien —dijo, tratando de ser persuasivo—. Ylva, pienso en lo desesperados que deben estar buscándote.

Ylva se cruzó de brazos y adoptó una postura defensiva, casi como una niña pequeña.

—¿Y tú? Tú tampoco has hablado de tu familia. Desde que te conozco, siempre has estado solo —dijo, tocando un punto sensible en Ethan.

Ethan sintió una punzada de dolor en su corazón ante sus palabras. Su mirada se suavizó y recordó los momentos difíciles de su propio pasado. Tomó aire profundamente antes de responder, tratando de mantener la calma ante la rabieta que estaba haciendo esa loba.

—Tienes razón, Ylva. No he hablado de mi familia porque es un tema difícil para mí. Pero esto no se trata de mí, se trata de ti y de asegurarte de que tus seres queridos sepan que estás bien —dijo, su voz más suave pero aun con firmeza—. Y ellos saben dónde estoy, jamás les he ocultado dónde vivo.

Ylva miró a Ethan, viendo la sinceridad en sus ojos. Aunque no quería enfrentarse a su familia, sabía que él tenía razón. Respiró profundamente, intentando reunir el valor necesario.

—Está bien, Ethan. Haré la llamada. Solo… dame un momento —dijo, intentando calmar sus nervios.

Ethan asintió, sintiéndose aliviado de que Ylva hubiera accedido.

—No, una llamada no, iremos hasta Vermont —dijo, tomando su mano y apretándola con suavidad.

—Pero…

—Todo estará bien, no te dejaré sola.

Ethan sonrió y la abrazó un poco más fuerte, acariciando suavemente su cabello.

Ylva asintió.

—Vamos a desayunar, entonces. Tengo algo preparado para nosotros en la cocina —dijo Ethan, levantándose con cuidado de la cama y extendiéndole la mano.

Ylva tomó su mano y se levantó, sintiendo una renovada energía y un fuerte vínculo con Ethan, lo miró con una sonrisa juguetona.

—Lobito ¿qué tal si primero comemos un postre? —preguntó, esperando ver su reacción.

Ethan negó con la cabeza, aunque no pudo evitar sonreír ante la propuesta.

—Primero desayunamos. No quiero arriesgarme a que te conviertas de nuevo en la Bella Durmiente, luego no sería mala idea lo del postre.

Ylva soltó una pequeña risa y asintió.

—Está bien, primero el desayuno —dijo, dirigiéndose hacia la mesa.

Antes de salir de la habitación, Ylva recordó cómo Ethan había clavado sus colmillos en su cuello el día anterior. Sintiendo la necesidad de ver cómo se veía, se dirigió al espejo.




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