El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 32

Después de empacar lo necesario, Ethan y Ylva se prepararon para emprender su viaje. Habían tomado todo lo que creían necesitar, desde ropa y provisiones hasta algunas herramientas esenciales.

Ethan ayudó a Ylva a subir a su moto y le entregó un casco.

—Listo para partir, nevosa —dijo, sonriendo quería que ella se sintiera bien con ese viaje.

—Estoy lista —respondió Ylva, ajustándose el casco—. ¿Por qué ir en moto? ¿No llegamos más rápidos siendo nosotros?

El hombre soltó una risa antes de responder.

—Si tus planes son contarle sobre tu origen, por mí no hay problemas.

—No, gracias, vámonos en la moto.

Ethan encendió la moto y el rugido del motor llenó el aire. Se acomodaron, y Ylva sintió el calor de Ethan mientras se aferraba a su espalda.

Con el viento en sus rostros y el paisaje cambiando rápidamente a su alrededor, se dirigieron hacia Vermont. La carretera serpenteaba a través de montañas y bosques, y cada kilómetro recorrido los acercaba más a su primer destino.

Después de varias horas de viaje, finalmente llegaron a la entrada del pueblo cuando el reloj marcaba alrededor de las 4 de la tarde. A medida que la moto se detenía, Ylva sintió una mezcla de emociones que la invadían.

Ethan apagó el motor de la moto y se quitó el casco, mirando a Ylva con una sonrisa alentadora.

—Hemos llegado —dijo, su voz suave y tranquilizadora—. Todo estará bien.

Ylva se quitó el casco y miró a su alrededor. El paisaje familiar de Vermont, con sus colinas ondulantes y árboles majestuosos, le trajo recuerdos. Había vivido ahí por un tiempo, pero ahora todo parecía diferente.

—Es… extraño estar de vuelta —dijo Ylva, su voz llena de nostalgia y algo de incertidumbre.

Sentía una mezcla de añoranza y temor al regresar a este lugar. Los recuerdos de su adolescencia la inundaban, pero también estaba consciente de los cambios que había experimentado desde entonces. Todo parecía igual, y al mismo tiempo, todo había cambiado.

Ethan tomó su mano y la apretó suavemente.

—Estaremos bien. Estoy aquí contigo —dijo, ofreciéndole apoyo y seguridad—. No tengas miedo, eres más fuerte de lo que crees.

Ylva asintió.

—¿A dónde vamos?

—Sigue este camino —Ylva señalo la carretera.

A medida que avanzaban por las calles conocidas, Ylva no podía evitar sentirse abrumada por los recuerdos que la rodeaban. Finalmente, llegaron a la casa que había sido su hogar. Ylva se detuvo frente a la entrada, mirando la fachada familiar. Sentía una mezcla de emoción y temor al enfrentarse a este lugar lleno de recuerdos.

Ylva se acercó a la puerta, sus pasos inseguros y las manos temblaban ligeramente mientras levantaba una para tocar. El sonido de los golpes resonó en su mente, cada uno marcando el latido acelerado de su corazón. No tuvo que esperar mucho antes de que la puerta se abriera lentamente, revelando a su madre.

El tiempo pareció detenerse cuando sus ojos se encontraron. Elena, con el rostro marcado por la sorpresa y la emoción, soltó un jadeo ahogado.

—¡Ylva! —exclamó, su voz llena de incredulidad y alivio.

Ylva sintió una oleada de emociones arrollándola. La nostalgia, el amor y la culpa se mezclaron en su interior, creando un torbellino de sentimientos que la dejó sin palabras. Su madre dio un paso adelante y la envolvió en un abrazo apretado, sus brazos temblorosos transmitiendo la intensidad de su alivio y alegría.

—Mi niña, has regresado.

—Mamá… —murmuró Ylva, sintiendo lágrimas llenando sus ojos.

Elena acarició su cabello con ternura, sosteniéndola como si temiera que se desvaneciera.

—No puedo creer que estés aquí. Nos has tenido tan preocupados. —dijo, su voz temblando de emoción.

Ylva se aferró a su madre, sintiendo el calor y la familiaridad de su abrazo. Aunque había temido este reencuentro, ahora se daba cuenta de cuánto había anhelado estar en los brazos de su madre nuevamente.

—Lo siento tanto, mamá. Siento haberte preocupado —dijo Ylva, su voz quebrándose por la emoción.

Su madre la apartó lo suficiente como para mirarla a los ojos, su expresión llena de amor y comprensión.

—Lo importante es que estás aquí ahora. —dijo con una sonrisa temblorosa—. Vamos, entra. Debemos hablar de muchas cosas, te prepararé tu merienda favorita.

Antes de entrar, ella giró ligeramente la cabeza y miro a Ethan.

Él solo estaba observándola con una expresión tranquila. Al notar su mirada, le hizo una seña con la mano, indicándole que entrara y que no se preocupara por él.

Elena notó su vacilación y siguió su mirada, encontrándose con Ethan.

—¿Es tu amigo? —preguntó su madre con curiosidad

Ylva, un poco indecisa, no supo qué responder de inmediato.

—Pues, mamá, él es… —empezó a decir, pero se quedó callada.

Elena, notando su incomodidad, sonrió amablemente y le dijo:

—Preséntamelo, cariño.

Ylva asintió. Ethan se acercó en cuanto ella lo llamó.

—Mamá, él es Ethan —dijo con una sonrisa, pero sus ojos reflejaban algo más, un brillo especial que no pasó desapercibido para la mujer.

Ethan asintió con una sonrisa y extendió su mano.

—Mucho gusto, señora, soy Ethan Volkov.

—Elena Mistral, en ese caso pasen.

—No se preocupe por mí, esperaré aquí fuera —dijo con amabilidad—. Sé que deben hablar de muchas cosas.

La madre de Ylva asintió, apreciando su consideración.

—Gracias, Ethan, pero puedes pasar también, eres bienvenido. —dijo con una sonrisa amable.

Ambos entraron en la casa, y Elena se dirigió a la cocina para preparar un poco de comida. Ethan y Ylva se sentaron en el salón, y ella no podía evitar sentir una mezcla de nerviosismo y alivio. Momentos después, su madre regresó con una bandeja de aperitivos y se sentó frente a su hija.

Elena esperó pacientemente, permitiendo que Ylva tomara la iniciativa. Ylva luchaba internamente, preguntándose por dónde empezar y qué decir. Finalmente, decidió romper el silencio con una pregunta sencilla.




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