Ylva estaba llena de preguntas y confusión. La revelación de su madre la había dejado con más interrogantes que respuestas. Sin embargo, Elena parecía entenderlo y continuó hablando, tratando de aliviar la angustia de su hija.
—Cuando no te encontrábamos, me sentía desesperada. La incertidumbre y el miedo me consumían cada día. Luego, cuando nos dieron los resultados de los exámenes, me sentí fatal. Pensé que quizás habías huido, creyendo que serías rechazada por nosotros —dijo Elena, su voz temblando ligeramente por la emoción.
Ylva observó a su madre, viendo el dolor reflejado en sus ojos. Sentía un nudo en la garganta mientras escuchaba cada palabra.
—Pero, Ylva, eso nunca podría pasar. Jamás podríamos rechazarte. Aunque no soy tu madre biológica, te amo demasiado porque eres mi hija —continuó Elena, sus ojos llenándose de lágrimas.
Ylva sintió una oleada de emociones. Lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras miraba a su madre, sintiendo una mezcla de alivio, culpa y amor.
—Mamá… yo no sabía… —balbuceó, su voz ahogada por las lágrimas—. Nunca quise hacerles daño. Solo… no sabía cómo manejarlo… perdón.
Elena se acercó y la envolvió en un abrazo apretado, sus lágrimas mezclándose con las de Ylva.
—No tienes que pedir perdón, Ylva. Estabas asustada y confundida. Pero ahora estamos aquí, y podemos enfrentarlo juntas, siempre te he dicho que eres especial —dijo Elena, su voz llena de amor y comprensión.
Ylva se aferró a su madre, sintiendo una conexión más fuerte que nunca, estaba agradecida con la vida por los padres que le tocaron. Elena acarició suavemente el cabello de Ylva.
—Siempre has sido y siempre serás mi hija, Ylva. Nada puede cambiar eso —dijo con firmeza, su amor incondicional irradiando en cada palabra.
Ylva asintió, sintiendo una paz interior que no había experimentado en mucho tiempo.
Después de que ambas se calmaron un poco, Elena miró a Ylva con una sonrisa esperanzadora.
—¿Algún día me dejarás ver cómo eres? —preguntó, su voz llena de curiosidad y cariño.
La petición de su madre alegró profundamente el corazón de la joven. Sentía una mezcla de emoción y alivio al saber que su madre aceptaba su verdadera naturaleza.
—Claro, mamá. Estaré encantada de mostrarte cómo soy —respondió Ylva, su voz rebosante de felicidad.
Elena asintió, satisfecha con la respuesta. Luego, su mirada se dirigió a Ethan, observándolo.
—Ethan, ¿puedes aclararme cuál es tu relación con mi hija? —preguntó, queriendo entender mejor, ya que Ylva no le dio una respuesta concreta.
Ylva sintió un nudo en la garganta y trató de intervenir, pero las palabras no salían. No sabía exactamente cómo explicar la compleja relación que compartía con Ethan.
Ethan, notando su nerviosismo, sonrió y habló con firmeza.
—Estoy enamorado de Ylva. La amo y espero que ustedes acepten nuestra relación —dijo, su voz llena de convicción y sinceridad.
Elena observó a Ethan por un momento, evaluando sus palabras. Luego, sonrió con calidez y asintió.
—Gracias por ser honesto, Ethan. Lo que más importa es la felicidad de Ylva. Si ella es feliz contigo, entonces nosotros también lo seremos —dijo, su voz llena de amor y aceptación.
—Gracias, mamá.
Elena observó a Ethan con más curiosidad después de escuchar su declaración.
—¿Entonces, tú también eres como mi hija, un hombre lobo? —preguntó, intentando comprender mejor la situación.
Ethan asintió, pero se apresuró a corregir la terminología.
—Sí, pero hay una diferencia. Ylva no es simplemente un hombre lobo; ella es un licántropo.
Elena frunció el ceño ligeramente, tratando de entender la distinción.
—¿Cuál es la diferencia? —preguntó, buscando claridad—. ¿No es lo mismo?
Ethan le explicó con paciencia.
—Los licántropos y los hombres lobo son similares, pero ellos son más poderosos y pueden tener más habilidades.
Elena asintió lentamente, tratando de asimilar la información.
—Quieres decir que es algo cómo los asiáticos, chinos, coreanos, tailandés, japonés, iguales pero diferentes ¿no?
—Exacto, así somos.
—Entiendo, aunque para mí sigue siendo algo increíble de aceptar. Pero si esto es lo que son, entonces lo aceptaré —dijo, su voz llena de respeto y amor.
Ylva sonrió, agradecida por la comprensión de su madre.
—Gracias, mamá. Sé que es mucho para procesar, pero estoy feliz de que estés dispuesta a entender —dijo con sinceridad.
—Ahora me gustaría saber más sobre ustedes, sobre cómo se conocieron —dijo, pero antes de que alguno de los jóvenes pudiera responder, añadió mirando a su hija—. Pero primero, ¿cuánto tiempo se quedarán? Quiero pasar tiempo contigo, Ylva.
Ethan miró a Ylva y luego a Elena con una expresión comprensiva.
—No podemos quedarnos mucho tiempo, señora Elena. Tenemos que hacer un viaje a uno de los reinos de los licántropos —dijo, su voz suave pero firme.
La tristeza invadió el rostro de Elena al escuchar esto. Su expresión se tornó melancólica mientras procesaba la información.
—Entiendo… Ylva debe conocer sobre sus tierras —dijo con un suspiro—. Aunque sea, quédense esta noche. Quiero que compartan con Thomas y los chicos. Al menos una noche juntos… en familia.
Ylva sintió un nudo en la garganta al ver la tristeza en los ojos de su madre. Sabía lo importante que era para ella pasar tiempo en familia, especialmente después de todo lo que había pasado. Miró a Ethan, buscando su apoyo y confirmación.
Ethan asintió ligeramente, mostrando su disposición a quedarse un poco más.
—Podemos quedarnos esta noche. Será bueno para Ylva pasar tiempo con su familia, porque no sabemos cuánto tiempo nos tomará este viaje —dijo, sonriendo a Elena para tranquilizarla.
Elena asintió agradecida, su tristeza atenuada por la esperanza de tener una noche como una familia.
—Gracias, Ethan. Gracias, mi niña bella. Vamos a hacer que esta noche sea especial —dijo Elena, su voz cargada de emoción—. ¿Qué tal si me ayudan a preparar la cena?
—Por supuesto, estaré encantado —respondió Ethan, levantándose con entusiasmo—. Podemos empezar de inmediato, así todo estará a su hora.
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Editado: 10.05.2025