El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 36

Al día siguiente, después de una mañana donde la familia pasó momentos agradables, Ylva y Ethan se prepararon para continuar su viaje. Todos los despidieron con abrazos y palabras de aliento, deseándoles lo mejor en el viaje que emprenderían.

—Cuídense mucho y no olviden que esta siempre será su casa —dijo Elena, abrazando a Ylva por última vez, no la quería dejar ir.

—Lo prometo, mamá —respondió Ylva, sintiendo una punzada de tristeza al despedirse, pero sabía que era necesario ese viaje.

Thomas estrechó la mano de Ethan con firmeza.

—Cuídala bien, ella es mi todo —dijo, mirándolo con seriedad.

—Lo haré, Thomas. Lo prometo —respondió Ethan con convicción.

—¿Prometes volver pronto? —preguntó Elsie con algunas lágrimas en sus ojos.

—Lo prometo, mi niña —respondió Ylva dándole un abrazo.

—Solo te pido que no te olvides de nosotros —dijo el hermano de Ylva.

—Niño tonto, ¿cómo crees que eso pasará?

—Te quiero loca —dijo el joven dándole otro abrazo.

—Yo también los quiero.

Finalmente, Ylva y Ethan se subieron a la moto y se despidieron de la familia. Mientras se alejaban de Vermont, Ylva no pudo evitar sentir una mezcla de emociones. Volver a ver a su familia le había dado fuerzas y esperanzas, pero también sabía que el camino por delante estaría lleno de desafíos que deberá enfrentar, así que le estaba agradecida con Ethan de haberla convencido de visitarlos.

Después de recorrer algunas millas en silencio, Ylva quien abrazaba a Ethan por la espalda, le preguntó:

—¿Cuál será nuestro próximo destino? ¿Queda muy lejos Lycandar?

Ethan sonrió ligeramente, manteniendo la vista en la carretera.

—Aún no. Primero debemos ir a Washington —respondió.

Ylva asintió.

El viaje hasta Washington se extendió a lo largo de un paisaje variado y hermoso, recorrieron carreteras sinuosas que se adentraban en frondosos bosques, atravesaron pintorescos pueblos y cruzaron vastos campos. El aire fresco y el cambio constante de escenografía hacían del viaje una experiencia inolvidable.

A medida que avanzaban, la moto rugía con fuerza, y el viento en sus rostros les daba una sensación de libertad y aventura. Ylva se aferraba a Ethan, sintiendo una mezcla de emoción y expectación por lo que les esperaba en Washington. Las montañas y los ríos se sucedían en el horizonte, pintando un cuadro natural impresionante.

Después de varias horas de viaje, finalmente llegaron a su destino. El sol comenzaba a descender en el cielo, tiñendo el horizonte de tonos dorados y anaranjados. Ethan detuvo la moto en la entrada de un denso bosque, y ambos se bajaron, sintiendo el crujido de las hojas bajo sus pies.

Ylva miró a su alrededor, intrigada por el entorno. El bosque tenía un aire místico, con árboles altos y sombras que parecían susurrar secretos antiguos.

—¿A quién veremos aquí? —preguntó Ylva, su curiosidad reflejada en sus ojos.

Ethan sonrió, extendiendo una mano hacia ella.

—Es alguien muy especial que quiero que conozcas —respondió, su voz llena de misterio y emoción.

Tomados de la mano, se adentraron en el bosque, pero Ylva no pudo evitar sentir una punzada de celos al escuchar a Ethan mencionar a alguien especial.

—¿Ese alguien especial es una mujer o un hombre? —preguntó rápidamente, su voz cargada de celos.

Ethan sonrió al ver cómo Ylva parecía echar humo de los celos.

—Tú también eres especial, mi nevosa —dijo con una sonrisa traviesa, sin responder directamente a su pregunta.

Ylva frunció el ceño, pero antes de que pudiera insistir, Ethan le propuso una idea.

—¿Qué te parece una carrera? Pero sin transformarnos —sugirió, con un brillo de desafío en sus ojos.

Ylva lo miró con curiosidad.

—¿Podemos ser ágiles como humanos? —preguntó intrigada, luego se cruzó de brazos y añadió—. Pero estoy segura de que mi loba te ganará, corre más que tu lobo.

Ethan asintió.

—Sí, podemos correr más rápido que un humano común y corriente. Nuestro lado lobuno nos da habilidades especiales, y una de ellas es correr más rápido que un humano —explicó.

Ylva sonrió.

—¡Acepto! Pero si te dejo ganar es porque no conozco el camino —dijo, preparándose para la carrera.

Ambos comenzaron a correr a través del bosque, sintiendo la adrenalina y la emoción del momento. A pesar del frío invernal, el ejercicio y la competencia los mantenían cálidos.

Finalmente, Ethan se detuvo frente a una cabaña acogedora, rodeada de árboles cubiertos de nieve. Ylva llegó poco después, respirando con dificultad, pero con una sonrisa en el rostro, primera vez que sentía esa nueva sensación.

Antes de que pudiera preguntar, una chica de cabellos negros y ojos verdes salió corriendo al ver a Ethan, saltó sobre él y se enrolló como un koala, dándole muchos besos en el rostro.

—¡Ethan! ¡Qué alegría verte! —exclamó la chica, su voz llena de emoción.

Ethan rio y la abrazó con cariño.

—Hola, pequeña. Te extrañé —dijo, devolviéndole los besos.

—¡Yo más! —dijo la chica mientras se abrazaba a él.

Ylva observó la escena con una mezcla de sorpresa y celos, preguntándose quién era esta chica y qué papel jugaba en la vida de Ethan. Era evidente que, en verdad, sí es especial.

—Qué confianzuda es esta chica… — murmuró para sí misma, con los celos aún latentes.

Aunque lo dijo en voz baja, la chica de cabellos negros y ojos verdes la escuchó. Dejó de mirar a Ethan y fijó su mirada en Ylva, con un brillo de diversión en sus ojos.




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