El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 37

La chica se bajó de Ethan con una expresión divertida y se acercó a Ylva, mirándola fijamente, mientras cruzaba sus brazos.

—No sabía que venías acompañado —dijo con una sonrisa traviesa.

—Aria, compórtate —dijo Ethan con voz de reprimenda.

Luego miró a Ylva y añadió:

—Ylva, ella ya lo sabía. Te presento a esta mocosa, es mi hermana, Aria.

Ylva sintió cómo sus celos disminuían instantáneamente. Una ola de alivio y un poco de vergüenza la invadieron al darse cuenta de su malentendido.

—Oh, ya veo —dijo, esbozando una sonrisa tímida—. Es un placer conocerte, Aria.

Aria rio suavemente y extendió sus brazos, envolviendo a la joven en un abrazo.

—Es un placer conocerte también, querida cuñada. Ethan me ha hablado mucho de ti, pero se ha quedado corto con las palabras, porque eres más hermosa de lo que imaginé —respondió ella.

Ylva correspondió al abrazo que le dio Aria, luego ella los invitó a pasar a la cabaña, donde el calor acogedor contrastaba con el frío invernal del exterior. Mientras se acomodaban, Aria comenzó a preparar algo para comer.

—¿Cuánto tiempo se quedarán? —preguntó Aria, mientras colocaba las tazas sobre la mesa—. Me gustaría pasar tiempos con ustedes.

—Solamente esta noche, Aria, te lo comenté, tenemos que ir a Lycandar —respondió Ethan, tomando asiento junto a Ylva.

—¡Qué aburrido eres, hermano!

Una vez que estuvieron todos sentados, la conversación fluía de manera agradable. Aria no pudo contener más su curiosidad. Miraba a Ylva con interés.

—Ylva, tengo que preguntarte: ¿qué tipo de poder tienes? Porque no puedo lograrlo por más que lo intenté —dijo, su voz llena de curiosidad.

Ylva la miró, sin comprender del todo la pregunta.

—¿Poder? No estoy segura de a qué te refieres —respondió, confundida.

Aria suspiró y explicó.

—He intentado comunicarme contigo telepáticamente, pero ni siquiera puedo enviarte una vocal. Es raro, porque si eres la mate de mi hermano, automáticamente deberíamos tener ese vínculo de comunicación telepática.

—Ah, eso, no sabría qué decir.

—Aria, es que yo tampoco puedo comunicarme con Ylva telepáticamente. Ya lo hemos intentado varias veces, pero no sucede nada —dijo, mirando a su hermana con seriedad.

Aria frunció el ceño, aún más intrigada.

—Eso es realmente extraño. ¿Entonces no tienen ese vínculo de comunicación telepática? ¿Es en serio? Esto tiene que ser una broma, ¿cierto?—preguntó, tratando de entender.

Ethan sacudió la cabeza.

—No, no lo tenemos. En cambio, Ylva puede escuchar algunas veces mis pensamientos, pero solo en determinadas ocasiones. Es como si tuviera una conexión unilateral —explicó.

Ylva asintió, confirmando las palabras de Ethan.

—Es cierto. No siempre puedo escuchar lo que él piensa. Es algo que no sé cómo funciona, porque incluso he escuchado pensamientos de algunas personas —dijo, sintiéndose un poco incómoda al admitir su falta de control sobre esta habilidad.

Aria se quedó pensativa por un momento, asimilando la información.

—Eso es fascinante, por una parte, porque puedes meterte en la mente de la gente, no todos tenemos esa parte de la telepatía. Quizás hay algo único en tu vínculo que aún no hemos descubierto. Será interesante explorar más sobre esto —dijo con una sonrisa alentadora.

—¿De verdad lo crees? Según lo que he entendido, es normal tener esa habilidad para comunicarse, pero…

Aria sonrió y asintió a la vez que la interrumpió.

—Pero nada, estoy segura de que tienes un gran poder y no te sientas mal, por eso —dijo con calidez.

Después de terminar con el aperitivo que preparó Aria, los tres se sentaron un rato afuera de la cabaña.

—Aria, ¿cómo está la situación en la manada? Mi padre me comentó que la situación es cada vez peor —preguntó, su voz mostrando preocupación.

Aria suspiró profundamente y su expresión cambió, reflejando la gravedad de la situación.

—No es nada bueno, Ethan. Por eso, Dereck tuvo que irse. Está intentando ayudar a rescatar a algunas lobas jóvenes que fueron vendidas por el alfa, supuestamente a algunos lobos rebeldes, y ya sabes lo que harán si eso es cierto —dijo, su voz cargada de tristeza y preocupación.

Escuchar esas palabras hizo que Ethan se sintiera culpable. Bajó la mirada, sintiendo una carga en su corazón. Ylva, que conocía parte de la historia y extrañamente sintió lo que él estaba sintiendo en ese momento, no pudo quedarse callada. Siguiendo lo que le dictaba su corazón, habló sin pensar tanto.

—Ethan, después de este viaje que haremos y cuando estemos de regreso, quiero ayudarte a recuperar tu manada —dijo, su voz firme y llena de convicción.

Ethan la miró con sorpresa, suspiró, y su expresión sería.

—Ylva, hacer eso sería desatar una guerra. El usurpador es un lobo con mucho poder. Agradezco lo que dices, pero al final, soy un cobarde por haber huido y no quedarme a enfrentarlo y por mi culpa, muchos siguen sufriendo —dijo con voz baja, sintiéndose culpable.

Aria negó con firmeza, tomó su rostro entre sus manos y mirándolo a los ojos, respondió:

—No eres ningún cobarde, Ethan. En ese momento, no tenías más opción. Si te hubieras quedado a luchar, más de la mitad de la manada hubiera muerto, incluso tú. Tomaste la decisión correcta para proteger a los nuestros, un cobarde jamás haría eso.

Ethan sacudió la cabeza, frustrado.

—Muchos no lo ven así ni lo entienden. Para ellos, soy un desertor —dijo con tristeza.

Ylva, sintiendo la desesperación y el dolor de Ethan, no podía aceptar esa realidad.

—Tiene que haber una manera de derrotar a ese usurpador. No podemos simplemente aceptar esto, el mal nunca vence —dijo con firmeza.

Ethan la miró con una mezcla de gratitud y desesperanza.

—Me gustaría saber cuál es esa manera, Ylva. Pero lamentablemente, ese lobo es un cambia formas capaz de convertirse en lo que sea. Es casi imposible de derrotar —explicó, su voz llena de frustración.




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